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Vaclav Havel

Vaclav Havel fue un presidente filósofo, como bien prescriben los sabios del pasado. No hay más que leer su extraordinario Cartas a Olga. Consideraciones desde la prisión (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 1997) para percatarse de la grandeza del espíritu de este hombre de Estado crucial para asestar el golpe mortal al totalitarismo de Checoslovaquia. Con la excusa de escribir a su mujer, Havel filosofó para soportar la cárcel y, de paso, establecer los cimientos la Chequia democrática.

A pesar de su trastorno maníaco-depresivo (según le diagnosticaron sus médicos y que él, quejumbroso, no acaba de reconocer) es un ejemplo de vida dirigido por la reflexión, obsesionado por la «búsqueda del ser en detrimento del Dasein«, lo que le permite elevarse por encima de la mediocridad humana, presa del ser-ahí, para salvarla, y de este modo salvarse a sí mismo.

Pueden verle en acción en la película «Obcan Havel» («Ciudadano Havel») que ha gozado este año de un gran éxito en los cines checos. En ella se muestra su andadura como primer presidente de la República Checa compartiendo sin censura los entresijos de la alta política que a buen seguro habrá provocado conflictos diplomáticos con los protagonistas que critica abiertamente. Incluso llega a tildar a los checos de «hipócritas», característica del alma checa que me obsesiona.

La clave de su éxito estriba en que no siente apego por el poder. Además, su origen burgués le lleva a despreciar los totalitarismos con mayor fiereza que lo haría un proletario, pero no para convertirse en un ultraliberal sino en un demócrata que entiende que hay que controlar la economía porque eso de que «los mercados se equilibran solos» no deja de ser una superstición más que se apodera de las mentes irracionales del planeta, tanto como la fatídica superchería de la «dictadura del proletariado». Havel lleva a rajatabla el aristotélico «In media virtus» y por eso es uno de los grandes personajes de la historia contemporánea.

Les dejo con las perlas del libro:

Alguien puede pensar que me tomaba las cosas muy a pecho, que debería haber mantenido una reserva interior, haber sido más prudente. Pero uno no puede modificar su carácter; yo soy así, a lo hecho, pecho. (31)

Me he dado cuenta de que las personas sensibles corren el peligro, durante una larga estancia en la cárcel, de volverse amargadas, rencorosas, cerradas, resignadas y egoístas. Uno de los objetivos principales es no sucumbir a ese peligro. (61)

No soy un maníaco depresivo, tal como me calificó un viejo diagnóstico, sino más bien alguien duro de pelar que cuando está peor que nunca es capaz de encontrar -quien sabe dónde- una nueva fuente de vitalidad y de energía. (81).

Se trata de despojar a los fenómenos de su seudosentido, de revelar el absurdo que subyace en el fondo de cualquier cosa: el absurdo de los entes es un desafío para plantearse la pregunta sobre la naturaleza del ser. (87)

La noticia más importante de mi vida: estoy leyendo la biografía de Kafka escrita por Brod… (91)

Todas mis obras de teatro son variaciones sobre eso, sobre la desintegración de la unidad del hombre, de su comprensión de sí mismo y de la pérdida de todo lo que confiere a la existencia humana un oprden, una continuidad y un perfil únicos. (104)

Últimamente he tenido una experiencia interesante: el cuerpo humano (gracias a la adrenalina o lo que sea) necesita que de vez en cuando alguien se enfade y de alguna manera descargue su furia (con frecuencia dando la bronca a alguien). a mí me ha pasado esto… (108)

La cárcel es una gran lección de dominio sobre uno mismo (…)  (117). No desear a cualquier preciolo que tiene otro, no envidiar nada; no dejarse arrastrar por deseos insatisfechos ni satisfacerlos al precio de la autohumillación; no enfurecerse siempre que hay razón para ello y no pensar siempre en uno mismo; no sucumbir a la desesperación aunque la situación sea grave, o al menos guardar la angustia para sí y no molestar con ella a los demás, y sobre todo no dejar que se refleje en tu actuación; saber aceptar las consecuencias naturales de la propia actuación, dominar la tendencia al odio y el deseo de venganza, saber perdonar; no sentir lástima por uno mismo y su destino (como si uno fuese el centro de toda la desgracia humana); no desahogarse de manera falsa o injusta y no compensar el propio sufrimiento haciendo sufrir a los demás; y un largo etcétera; todo ello son manifestaciones del dominio de uno mismo que admiro como característica de verdadero valor, tan distinto del faso -exterior y fingido- que se suele manifestar soltando un torrente de palabras groseras, amenazas o incluso golpoes (generalmente dirigidos a alguien de quien no se espera que devuelva la pelota); detrás de ese valor de los perdonavidas se oculta muy a menudo un carácter cobarde. (118)

La verdadera ausencia del sentido y la verdadera falta de fe se manifiestan a través de la indiferencia, la apatía, la resignación: el nivel de la existencia desciende al grado del puro vegetar. (141)

Y debo admitir una ventaja que se desprende de mi origen burgués: mi invulnerabilidad e indestructibilidad, mi firme (porque nada ilusoria) fe en el sentido de las cosas y hasta mi curiosa capacidad de salirme con la mía incluso en las más desesperadas ocasiones; parece que todas esas características tienen algo que ver con la cualidad tan típica y tradicional de la burguesía (sobre todo en la época del liberalismo) de no temer al riesgo, de tener el valor de volver a empezar de la nada, la incesante esperanza y la vitalidad con que lanzarse siempre a nuevas empresas. (148).

La historia misma nos enseña que la ilusión de la humanidad de que la verdad es fácil de transmitir ha provocado horrores; esa ilusión conduce a la convicción de que es posible mejorar el mundo extendiendo la verdad, y cuanto antes mejor. ¿Y qué otra forma más rápida de extenderla que mediante la violencia? (190)

Creo que la decisión de emigrar es apropiada siempre que (y ahora vuelvo al tema de la carta anterior) uno conciba los estudios como una pura recopilación de información. Pero si lo que le preocupa es la verdad, debería buscarla más bien dentro de sí mismo y en el mundo al que le lanzó el destino. Quien no hace ese intento, difícilmente la encontrará en otro lugar. ¿No se trata, en muchos casos, más bien de huir de la verdad que de emprender un viaje en su búsqueda? (195)

Los «no creyentes» insisten tozudamente en la maldad del mundo, principalmente para poder cometer ellos mismos alguna maldad. (Fíjate bien que cuando alguien empieza a subrayar que todo es una porquería, suele ser señal inconfundible de que él mismo se prepara para realizar alguna pequeña porquería particular.) (195)

Hoy entiendo mejor que antes que uno pueda volverse amargado. La tentación de la Nada es enorme, omnipresente, y cada vez ofrece más cosas en las que buscar apoyo. (197)

La tragedia del hombre moderno no radica en el hecho de que desconoce cada vez más el sentido de su vida, sino en que eso le preocupa cada vez menos. (198)

Tendría para ti otra tarea mientras esté en la cárcel: montar para mí una biblioteca de filosofía para que a mi regreso me ilumine (no te puedes imaginar mi sed de esa clase de lectura, la echo en falta mucho más que un pollo a la parrilla acompañado con un buen vino). (…) Intenta conseguir La introducción al cristianismo de Ratzinger (…) (251)

Levinas afirma que la responsabilidad por los demás es algo primordiale importante, algo que nos hace trascendernos a nosotros mismos, pero comparto plenamente su opinión de que esa responsabilidad precede nuestra libertad, nuestra voluntad, elección y autoproyección. (264)

¿Dios? Hay muchas razones sutiles por las cuales esquivo el uso de esta palabra; uno de los factores es una cierta vergüenza. (293)

Es creyente cualquier persona que no sucumbe al ser-ahí. (311)

Cuanto más fanática es una persona, con más facilidad cambia los objetos de su «fe»: de la noche a la mañana  sustituye el maoísmo por el jehovismo o viceversa, sin que su dedicación disminuya en lo más mínimo. (315)

El soñador se convierte en el peor burócrata y el burócrata, en el más riguroso organizador del exterminio masivo. (316)

Por Rafael Robles

Me llamo Rafael Robles y en esta web comparto mis experiencias docentes en varios países (Irán, República Dominicana, Haití, China, Estados Unidos, España y República Checa) y reflexiones sobre filosofía y el mundo educativo.

2 respuestas a «Vaclav Havel»

Cómo filósofo puede que sea brillante, aunque más bien parece el típico petardo de escritor que de la vida real no sabe absolutamente nada ni quiere saber. Cómo pólítico, un vulgar burócrata más, encantado con la OTAN y la Unión €uropea ¿Y qué dice que ha hecho el grandísimo estadista para controlar la economía de mercado? jo jo jo Para supercheria y farsa la que él representa, vamos.

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