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La persecución y el arte de escribir

La persecución y el arte de escribirHacía tiempo que no me apasionaba tanto leyendo un libro, moviéndome de la indignación a la admiración y de la lectura superficial a la profunda con facilidad y delectación. La persecución y el arte de escribir es una obra compuesta por cuatro espléndidos ensayos de Leo Strauss publicado recientemente por la editorial Amorrortu. A través de algunos de los escritos y citas de, entre otros, Spinoza, Maimónides, Aristóteles y Tomás de Aquino, así como de referencias al Corán y a la Biblia, Strauss nos enseña a leer, a interpretar, a aprehender lo que realmente quieren decir los autores soslayando cualquier tipo de lectura superficial más bien propia de las masas que solo entienden de historias claras y reiterativas escritas en forma de literatura-papillita,  misión esta incompatible, según Strauss, con la auténtica filosofía.

Con este libro descubrimos que sin el esfuerzo del lector el escritor brillante se convierte en tedioso, aburrido e insufrible, sin embargo, con la disciplina lectora desvelamos al gran autor que nos susurra desde el pasado sus confidencias más íntimas que nos hacen saltar de la silla exclamando «¡este hombre está hablando de mí!».

Leo Strauss es un paria para los bien-pensantes, un apestado para quienes quieren construir un mundo más justo, el padre intelectual del Imperio neocon, un despreciable según la propaganda de quienes se autoatribuyen el don de la solidaridad, en definitiva, un voraz lobo para el hombre que ha plagado el mundo de discípulos que entienden el planeta como un lugar maniqueo sin lo cual Occidente desaparecería. No en vano Huntington y Fukuyama aprendieron de él y son ellos los padres intelectuales de la idea de que hay que demonizar a los otros para que sobrevivamos nosotros, el choque de civilizaciones y el fin de la historia, ya saben.

¿Cómo no enojarnos con alguien que afirma que la religión y la moral sólo son el cemento que mantiene cohesionadas a las masas para mantener la sociedad? Es cierto, despierta mi inquina, pero acabo reconciliándome con él movido por el espíritu maquiavélico que, querámoslo o no, permite que yo pueda escribir en mi ordenador y usted que lo lea en su cómodo sillón con la calefacción encendida a costa de explotar a otros pueblos. De hecho, a partir de la lectura de Strauss se puede hacer una interpretación maquiavélica de España: Contra los judíos y los musulmanes nació España y contra Napoleón se asentó, pero hoy Strauss diría que con tanta permisividad religiosa y excesos de Alianzas de civilizaciones patrocinados por este país, la supervivencia de nuestra nación peligra. «Den una religión única y un enemigo a España y esta dejará de tambalearse», podría susurrarnos Strauss desde su obra, tras hacer una hermenéutica de su libro. ¡Qué tipo!

Leer a este hermenéuta fallecido hace más de treinta años convierte a uno en suspicaz y obsesivo lector a la búsqueda  de falacias. ¡Pero por más que le hinco el diente no las encuentro! ¿No serán los verdaderos falaces aquellos que van de dioses-para-el-hombre? Me hace dudar pero mi conciencia me impide entregarme a su cinismo; el sentimiento de culpa me impediría seguir viviendo.

En lo que claramente recuerda a la dialéctica hegeliana, Strauss es una especie de perseguidor convertido en perseguido, que expresa muy bien en el siguiente párrafo que, disculpen mi presuntuosidad, me hubiera encantado que prologara mi libro Leer El Quijote en Teherán:

La persecución, entonces, da origen a una peculiar técnica de escritura y, con ello, a un peculiar tipo de literatura, en la cual la verdad acerca de todas las cosas fundamentales se presenta exclusivamente entre líneas. Esa literatura no se dirige a todos los lectores, sino sólo a aquellos que son confiables e inteligentes. Tiene todas las ventajas de la comunicación privada sin sufrir su mayor desventaja: llegar sólo a las relaciones del escritor. Disfruta de todas las relaciones de la comunicación pública sin padecer su mayor desventaja: la pena capital para el autor. Mas, ¿cómo puede un hombre realizar el milagro de hablar en una publicación para una minoría, mientras guarda silencio para la mayoría de sus lectores? El hecho de que los hombres irreflexivos son lectores descuidados y sólo los hombres reflexivos son lectores cuidadosos. En consecuencia, el autor que desee dirigirse sólo a hombres reflexivos no tendrá más que escribir de forma tal que sólo un lector muy cuidadoso sea capaz de detectar el significado de su libro. Pero, se objetará, puede haber hombres inteligentes, lectores cuidadosos, que no sean confiables y que después de haber descubierto al autor lo denuncien a las autoridades. De hecho, esta literatura no sería factible si fuera por completo errónea la sentencia socrática de que la virtud es conocimiento y, por tanto, que los hombres reflexivos, en cuanto tales, son confiables y no crueles. (p 33)

Tras la invitación straussiana a ser un tanto paranoicos en nuestras lecturas uno llega a pensar que incluso en nuestra democracia urge escribir entre líneas porque sigue habiendo discursos prohibidos y condenas terribles para quien no pueda reprimir el incontenible impulso de dar a conocer su verdad. El ostracismo social, la censura e incluso la cárcel siguen existiendo para aquellos incautos que en democracia siguen creyendo en el recurrente -pero probablemente falso- principio de la libertad de expresión.

En resumen, los grandes filósofos, entre ellos Strauss, usan sus libros como códigos secretos que solo podrán entender las buenas personas, entendidas estas no como aquellos ingenuos caritativos, sensibleros y entregados, sino en el sentido socrático de los muy sabios que, por serlo, están destinados a hacer exclusivamente el bien.

No duden en COMPRAR EL LIBRO pero antes deleiténse ustedes, o asómbrense, o indígnense, o bufen, o aplaudan o lloren con el extraordinario documental de la BBC titulado «El poder de las pesadillas», en el que se muestra a Strauss como el gran personaje que desde la sombra construyó el violento, siniestro y terrorífico mundo que tenemos que soportar en nuestros días. ¡Qué peligrosa es la filosofía! ¡Enseñen estos vídeos a los díscolos que dicen sin pudor que la filosofía no sirve para nada!

Por Rafael Robles

Me llamo Rafael Robles y en esta web comparto mis experiencias docentes en varios países (Irán, República Dominicana, Haití, China, Estados Unidos, España y República Checa) y reflexiones sobre filosofía y el mundo educativo.

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