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Por una ciudadanía virtuosa

En un McDonald´s de Kansas abrazando a un hombre de hierro leyendo

A principios de los noventa escuchaba admirado al antropólogo Manuel Delgado polemizar brillantemente en la radio; sus ingeniosos juegos con el lenguaje e inesperados requiebros argumentales, dignos del mejor de los sofistas, me seducían sobremanera y no dudo de que mi afición por la sabiduría la debo en parte a lo que aprendí de él. Fue para mí un modelo de dialéctica a imitar en mi etapa final de adolescencia en búsqueda, como todos, de identidad y lugar en el mundo.

Pasados los años le perdí la pista, con el paréntesis de la lectura de sus dos libros El animal público y Sociedades movedizas, hasta que el otro día me lo encontré en Ciudad Real dando una charla con el altanero título «Por una ciudadanía virtuosa«.

Delgado continúa con las formas de orador seductor pero ha variado sustancialmente el fondo de su mensaje.  Viene a proponer que la «Educación para la Ciudadanía» es una zarandaja de los bien-pensantes y ciudadanistas. Digamos que es un giro de tuerca hegeliana porque en hallar contradicciones, por forzadas que sean, le va su sueldo: uno no innova dialécticamente si no contradice lo que dijo previamente. Afirmaciones como que «inmigrante es aquel que tiene que dar explicaciones» o que «los buenos ciudadanos son personas entrenadas para llevar una conversación» tienen gracia, pero solo eso.

Tras dos horas de atractivo discurso y de despotricar contra esta asignatura, así como contra el «buenismo» y lo que él denomina «oenegeísmo«, fue incapaz de dar soluciones. Lo único que se le ocurrió al ser preguntado qué haría en clase si tuviera que explicar esta asignatura para construir ciudadanos y no ciudadanistas es que proyectaría las películas «El muchacho de los cabellos verdes» y «El niño salvaje«; pos güeno, Delgado no nos descubre nada nuevo.

Convendrán conmigo en que son irrespetuosos los conferenciantes que se presentan ante un auditorio para leer el discurso en vez de hablar o improvisar; esta falta está demasiado extendida en nuestra intelectualidad española pero no es el caso de Delgado: no lee y de ahí deriva su gran atractivo; charló amigablemente e hizo referencias a sus artículos «Por una ciudadanía virtuosa«, «Diferencia y desigualdad en la escuela», «Contra la tolerancia», «¿Somos compatibles con nuestros valores?» y «El discapacitado cultural«. Si les echan un vistazo comprobarán que este antropólogo anarquista hace el juego a las fuerzas políticas más conservadoras; ya saben ustedes  que los extremos se tocan.

Como Delgado diagnostica con atractiva palabrería pero no propone ninguna cura -ni siquiera le interesa buscar una solución espetando algo así como que «cada profesor resuelva el asunto de la Educación para la Ciudadanía como buenamente pueda porque yo no sé cómo hacerlo»- entraría en la categoría de poeta, histrión o experto en el arte de hilvanar palabras. Es un divertido vendedor de conceptos vacíos que durante las dos horas que duran sus conferencias nos adentra en un maravilloso mundo irreal que contrasta con la bofetada vital de volver a la realidad mientras uno sale del auditorio planteándose «¿y después de lo que ha dicho este hombre, qué hago? , ¿me quemo a lo bonzo ante la Consejería de Educación o asisto obediente a mi clase de ciudadanía?».

Por lo menos me llevo una propuesta suya interesante: «La mejor forma de empezar cada clase es comentando algo que te ha pasado en las últimas horas». De este modo, la mañana siguiente la inicié comentando a mis alumnos la citación judicial que recibí el día anterior porque, al parecer, estoy implicado en un golpe que alguien dio al caro coche de un jugador de fútbol -a quien jamás he visto en mi vida y cuyo nombre no digo por razones obvias- implicado y acusado, digo, porque mi vehículo estaba aparcado al lado; esta acusación infundada convierte al futbolista en un ser de moral dudosa y bondad disipada y lo comentaba en clase para introducir el tema titulado «Las teorías éticas antes los retos de la sociedad actual. felicidad y justicia«.  ¡Qué curioso y divertido es estar vivo! Bloguearé todo el desarrollo del juicio.

Por cierto, voy a poner a prueba mi vanidad con la entrevista que me hacen el profesor Miguel Santaolalla, de Boulesis, y sus lectores. Espero saber estar a la altura.

Por Rafael Robles

Me llamo Rafael Robles y en esta web comparto mis experiencias docentes en varios países (Irán, República Dominicana, Haití, China, Estados Unidos, España y República Checa) y reflexiones sobre filosofía y el mundo educativo.

2 respuestas a «Por una ciudadanía virtuosa»

Querido Rafael: Te he descubierto por el libro ‘Leer el Quijote…’ que estoy leyendo.
En cuanto a la critica a Manuel Delgado pienso que el primer paso es poner en evidencia
los errores o faltas y después incluso puede ser otra persona las opciones o las soluciones.
Que la persona que lo haga todo sea mas completa que la que solo opina no invalida la opinion de esta.
un saludo y gracias……………

Greetings from Hiroshima!

Long time no see, my dear English teacher!
You looks great!That’ s good!
Though I don’t understand Spanish…
Do you have any English Blog or sth…

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