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Compasión por los alumnos difíciles

Con el paso de los años de oficio docente noto que, irremisiblemente, crece en mí un sentimiento de enorme compasión por los alumnos que son etiquetados de «difíciles». Esta compasión no implica que me despierten pena, sino que padezco-con ellos porque intento ocuparme, desde el debido respeto y cautela, de comprender las causas que les llevaron a ser lo que son.

Es obvio pensar que nuestros jóvenes sean el reflejo de todos los problemas de la sociedad; muchos de ellos reproducen los peores afectos  y cargan con los lastres más pesados que les impone injustamente la vida: enfermedades, familias desestructuradas, problemas económicos, etc. Además, pudiera parecer que les educamos para que asuman sin quejas su desgracia siendo víctimas tan jóvenes. En mi modesta opinión y abierto a la crítica constructiva, uno de los errores más graves que pudiera cometer el profesorado es la de no compadecerse de sus alumnos «difíciles».

Para bien o para mal la misión principal de los institutos es la de perpetuar los valores imperantes en la sociedad; lamentablemente también reproducen una y otra vez, al sisífico modo, los valores sociales negativos. Aunque hay serios intentos de solucionarlo desde las distintas administraciones educativas, todavía queda un enorme camino por delante.

Deseo deciros, estudiantes «difíciles», que os quiero mucho. Que me compadezco porque padezco-con vosotros. Que soy muy consciente de que cada una de vuestras salidas de tono es una llamada de auxilio, que cada una de vuestras lágrimas es una petición de socorro, que cada una de vuestras miradas desafiantes es una solicitud de atención por estar despistado en mi trabajo de profesor, labor esta mucho más compleja que la de hablar de filosofía en el aula.

Una simple sonrisa y una palabra de afecto por parte del profesor son suficientes para empezar a poner los cimientos de una vida dichosa en una existencia que no ha comenzado demasiado bien.

Si le interesa el tema de la compasión y el de la ética cordis (aquella que sale del corazón) no dude en leer la excepcional obra de Adela Cortina Ética de la Razón cordial.

Por Rafael Robles

Me llamo Rafael Robles y en esta web comparto mis experiencias docentes en varios países (Irán, República Dominicana, Haití, China, Estados Unidos, España y República Checa) y reflexiones sobre filosofía y el mundo educativo.

7 respuestas a «Compasión por los alumnos difíciles»

¿Has leído «Mal de Escuela» de Daniel Pennac»? Sostiene Pennac que para ser buen profesor es útil haber sido mal alumno, porque solo así eres capaz de comprender qué siente un mal alumno.
Te sigo con mucho interés paisano. Un saludo.

Lo que dices equivale al «Me pega porque en el fondo me lo merezco» de algunas mujeres maltratadas. Tú sigue tratando de aplacar a los tiburones con un poco de sangre… Por otra parte, me parece bien eso de «padecer-con» los alumnos: quiero que la próxima vez que me hagan padecer (a la vuelta del puente), padezcan también ellos en la misma medida.

Me parece muy interesante tu artículo, pues en la actualidad tratar con alumno difícilies, es lo cotidiano, es casi imposible endender su comportamiento a simple vista, quizá y lo más probable es que tengan algún problema de disfunción familiar o personal.

Excepcional post. Gracias por desnudar tus sentimientos ante tus lectores. Gracias por no desplegar ante nosotros la retahíla de propuestas psico-socio-antropo-neuoro …. –lógicos que tratan de explicar los comportamientos de estos alumnos difíciles, sino sólo hablarnos del cariño y la compasión por estos chic@s que, ¿por qué no?, podrían ser nuestros hijos.

Estimado Rafael, comparto contigo la compasión, como precisamente ese valor humano o habilidad de padecer-con, nuestros alumnos se merecen el mayor de los respetos posibles, no podemos juzgarlos con la misma lente que a un adulto, porque todavía se están haciendo y son en los casos complejos víctimas de sus circunstancias. La compasión se puede cultivar, se puede entrenar, y no olvidemos que en muchas ocasiones lo que vemos en los demás es un reflejo de nosotros mismos, por eso las meditaciones zen y el budismo uno de los pilares que trabajan es el de la compasión y la autocompasión, que por cierto nada que ver con la pena o la lástima, sino más bien con el amor, con la pasión desde el corazón, desde lo más bello de nosotros mismos hacia los demás. El que solo ve problema que se mire a sí mismo, a ver qué parte de él le refleja, y que resistencias pone.
Un saludo y gracias.

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