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Hiperpublicidad

Estados Unidos es un gran parque temático dedicado a la publicidad. La hay por doquier: en institutos, colegios, autopistas, iglesias, libros de texto, por teléfono con sus insoportables llamadas aleatorias y, ¡oh, sorpresa!, en los extractos de las cuentas bancarias.

Este último es el colmo del despropósito publicitario porque es una intromisión en nuestros gastos personales y supone una especie de acoso irrespetuoso, abusivo y, si estuviéramos en Europa, delictivo. Aquí, en los Estados Unidos, cuando se consulta el saldo en la banca en línea uno se encuentra que, junto a los gastos en restaurantes, se ofrecen descuentos de la competencia; al lado de la anotación de la compra en la librería se propone adquirir una película y si el banco detecta que la tarjeta pasó por la caja registradora de un centro comercial aparecerá publicitado, inevitablemente, otro mall cuyas virtudes prometen infinitamente mejores.

Y es que la economía usamericana se mantiene gracias a que han convertido al país en un gigantesco parque temático de la publicidad. Así, uno conduce por las calles sospechando, paranoicamente, que los carteles patrocinan nuestras existencias, que impregnan nuestra esencia, que somos parte del anuncio; la publicidad constituye el ser de Estados Unidos, ese ente que vemos apuntalado por millones de mensajes que dicen «¡compra, compra!».

De este modo, para que este país sobreviva debe consumir hasta reventar, ¡ahorrar no es patriótico!, y para ello es precisa la coacción disfrazada de empujoncito publicitario. Sin ella Estados Unidos se desontologiza. Por eso hay millones de trabajadores precarios, hipotecados y rehipotecados incapacitados para frenar su instinto consumista e impotentes para zafarse de los cantos de sirena publicitarios que sostienen a esta nación piramidal.

Los currantes sin seguro médico y endeudados hasta los tuétanos son los verdaderos artífices de la grandeza usamericana al comprar lo que no necesitan ni pueden afrontar; creen, ingenuos y temerarios, que el banco les volverá a sacar del aprieto con otro préstamo de ventajosas condiciones. Así van salvando la economía de un país que ha decidido publicitar que no hay crisis cuando, en realidad, en cualquier momento se desvelará.

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Irán

Sobreviven gracias a la construcción

Mire donde mire siempre verá edificios en construcción en Irán

Irán es un inmenso taller de construcción de edificios. Ha llegado a la treintena la generación del boom y es su tiempo de hipotecarse ciegamente para adquirir la casa con la que todo ser humano sueña. Las proyecciones demográficas apuntan a que dentro de cinco años ya no se renovará la generación consumista de la explosión demográfica, por tanto se verá muy reducida la demanda de vivienda y, en consecuencia, estallará la burbuja inmobiliaria.

Si hasta ahora los iraníes han sobrevivido gracias al consumo interior -las ganancias petrolíferas apenas llegaban al pueblo-, dentro de un lustro el desastre será dramático. Ya no habrá gente que quiera o pueda comprar casas. Deberían estudiar el caso español.

Será entonces, cuando la economía persa esté realmente hundida, el momento que las potencias occidentales aprovecharán para atacar como buitres. Y, como siempre, la población inocente pagará las consecuencias. Tras la guerra a buen seguro que el sector de la construcción vuelve a reactivarse; las constructoras y petroleras occidentales, me refiero.

Construyen tanto y tan rápido que la calidad de las edificaciones deja mucho que desear
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Irán

La Torre Milad

La Torre Milad se puede ver desde casi todos los puntos de Teherán

Hace tres años se terminó de construir la Torre Milad (que significa «nacimiento») el ambicioso proyecto del gobierno, para mostrar al mundo que su economía no está maltrecha . En lo más alto se encuentra el restaurante giratorio más grande del planeta cuyo menú cuesta 160 euros. Cuatrocientos metros más abajo la población sigue sufriendo las horribles sanciones económicas impuestas por Occidente.

El restaurante giratorio de la Torre Milad
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Filosofía Irán

Fuga de cerebros

¿Qué futuro le espera a este niño iraní?

En Irán los jóvenes no tienen esperanza. Por supuesto los ricos viven muy bien -por ejemplo los empresarios ni siquiera están obligados a pagar impuestos ni rendir cuentas a ningún inspector de trabajo-, pero la clase media sufre los estragos de un sistema colapsado por la presión económica internacional y la incompetencia en afrontarla de su gobierno. La única alternativa que los jóvenes iraníes estiman que es digna y realista es la de emigrar puesto que la mayoría de los trabajos asalariados se los reparten los afines al régimen y los que dan muestras públicas de entrega religiosa.

[pullquote]El gobierno se alegra de que sus jóvenes universitarios emigren porque son peligrosos empapados de anhelos de democracia y libertad[/pullquote]Para más inri el gobierno se alegra de que sus jóvenes universitarios emigren porque son peligrosos empapados de anhelos de democracia y libertad, por lo que no les dificulta la huida. De este modo Irán se ve despojada gradualmente de sus mejores mentes que, en vez de mejorar la calidad de vida de sus compatriotas, se largan a enriquecer a otros países. La fuga de cerebros hace tanto daño a Irán como una guerra.

Vender flores entre los coches es una salida laboral muy difícil.
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Irán

Me suben los precios

Típica tienda de barrio en la que se vende casi de todo

Cada vez que abro la boca en una tienda de artesanía, de ropa o cualquiera del Gran Bazar me piden más dinero que a cualquier autóctono. Incluso en las gasolineras o en algunos restaurantes me piden más propina. Sé que aquí hay que regatear pero a mí siempre me piden más. Por ejemplo en un puesto de libros de viejo me querían cobrar en tomanes el equivalente a treinta euros por un volumen del Pantagruel de Rabelais así que mandé de incógnito a un amigo iraní a quien se lo dejaron por cuatro. Supongo que lo hacen porque creen que los extranjeros tenemos más dinero o, quizá, no sea más que una pequeña venganza por pertenecer a un país que les somete a terribles bloqueos económicos. Les entiendo. Yo también haría lo mismo. Pero bien pensado no es que me suban el precio sino que a los iraníes se lo bajan porque es tal su crisis económica que si no fuera así el comercio dejaría de existir.

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Irán

Niños vendiendo flores en los semáforos

Niño vendiendo flores en un semáforo en Teherán
Hace más de cinco años hablé de la penuria ecónomica de Irán que hace que existan niños obligados a malvivir vendiendo flores en las paradas de los semáforos de las grandes ciudades persas. Pasado el tiempo todo sigue igual, como pueden ver en la fotografía. Es una de las consecuencias de las sanciones económicas con que el mundo somete a Irán. Siempre pagan los más débiles.