La revista Tarbiya acaba de publicar un monográfico titulado «Ser humano y tecnología». En ella aparece mi artículo «El transhumano: retos para la moral y la educación» (páginas 73-85) en el que trato de retratar la situación enfrentada entre bioconservadores y transhumanistas acerca de la influencia del transhumano tanto en el ámbito moral como en el educativo. En dicho monografía, coordinada por el profesor García Moriyón, de la Universidad Autónoma de Madrid, también aparecen los siguientes trabajos:
Les dejo con la introducción; en este enlace puede descargar el artículo completo.
Introducción
Un rápido vistazo en Google Académico, el conocido buscador de documentos científicos, arroja la amplia cifra de 21.500 artículos en cuyo título aparece el término «transhumanism», lo que da cuenta de la importancia de un concepto que despierta gran interés intelectual desde el año 2002, fecha en que Francis Fukuyama publica su obra seminal El fin del hombre en la que analiza las consecuencias de la revolución biotecnológica en la humanidad.
Lo que en principio parecía que iba a ser una moda pasajera en la línea de la «post-New Age», las «homeopatías existenciales», las religiones ad hoc, la cinematografía distópica de masas o un nuevo filón de vaciedad para las relativistas filosofías postmodernas, ha pasado a constituir poco menos que, en terminología orteguiana, el tema filosófico de nuestro tiempo; y es que en el concepto de transhumano confluyen ciencia, filosofía y educación, cada una de las cuales aporta su intrínseca perspectiva en orden a dar una respuesta necesariamente transversal ante este acontecimiento singular.
En las próximas páginas nos vamos a centrar en la perspectiva educativa y moral así como en el crucial papel de ambas para atenuar los riesgos existenciales que en el futuro conllevará el surgimiento de la transhumanidad.
Pero antes de continuar con nuestro propósito de explorar la relación entre transhumanismo, moral y educación, es preciso aclarar al lector neófito qué es esa cosa llamada «transhumano». Entendemos por transhumano al hombre mejorado tanto en lo biológico como en lo tecnológico, lo que implica un aumento desmesurado de su longevidad, de su inteligencia, y de cualquier tipo de habilidad imaginable. Por otro lado, habría que diferenciarlo de posthumano, término que hace alusión al siguiente paso evolutivo que deja atrás la humanización para dar lugar a un nuevo ente que no tiene por qué ser mejor, simplemente es posterior y protagonista de un mundo que desde nuestra perspectiva actual nos parece o bien distópico o utópico, pero en absoluto similar a nuestra realidad como humanos. Es decir, todo transhumano es posthumano pero no todo posthumano alcanzará la transhumanidad.
No obstante, More (1990) indica que el transhumanismo no es tan contrario al humanismo a pesar de su lado obviamente preocupante:
El transhumanismo es un conjunto de filosofías que buscan guiarnos hacia una condición poshumana. El transhumanismo comparte muchos elementos con el humanismo, incluyendo un respeto por la razón y la ciencia, un compromiso con el progreso y una apreciación de la existencia humana (o transhumana) en esta vida en lugar de en alguna «vida» sobrenatural después de la muerte. El transhumanismo difiere, en cambio, del humanismo al reconocer y anticipar las alteraciones radicales en la naturaleza y en las posibilidades vitales que resultarán del desarrollo de diversas ciencias y tecnologías, como la neurociencia y la farmacología, las investigaciones sobre la extensión de la vida, la nanotecnología, la ultrainteligencia artificial, la exploración del espacio, combinado todo ello con una filosofía y un sistema de valores racionales. (p. 6)
En cualquier caso, como veremos en las siguientes páginas, transhumanismo y posthumanismo, lejos de suponer una
esperanza de mejora de la vida humana y, por ende, de mejoramiento moral, implica la posibilidad del fin del ser humano tal y como nos observamos hoy en día. Es así que seguimos la estirpe de Sócrates, con quien podríamos mantener una conversación inteligente a pesar del paso de los milenios; sin embargo, ello no sería posible con el Homo
heidelbergensis. ¿Seremos para los transhumanos lo que los neandertales fueron para nosotros? ¿Merece la pena continuar la investigación en un ámbito humano en el que la educación se sustituye por la instrucción y la inducción, y a su vez, estas se ven sustituidas por la autoinstrucción que conduce a la autodeterminación de la máquina frente a la humanidad y a que, como está a punto de conseguir la empresa ROS (2021), los robots se entiendan entre sí? ¿No conducirá la pantagruélica capacidad de la Inteligencia Artificial de procesar la información al infolocausto o hecatombinformación de nuestra sociedad? ¿Se intentará ampliar el concepto de persona no humana al robot y no solo a ciertos simios, como sucede en la actualidad?
Estas cuestiones deberán ser respondidas a corto plazo para tomar medidas que eviten un más que probable riesgo existencial para la humanidad. En lo que sigue se comparten algunos apuntes al respecto y, sobre todo, una serie de interrogantes que deberán ser respondidos antes de que los seres humanos se vean abocados a convivir con el transhumano o, lo más probable, a ser sustituido por este. [CONTINUAR LA LECTURA]