Mickey «el ratón», la Coca-cola y los Simpsons son los verdaderos artífices de la hegemonía norteamericana en el mundo. Ni las armas de destrucción masiva, ni las aeronaves espaciales pueden hacer frente a Hollywood ni a los refrescos gaseosos.
En China detestan el liberalismo de Estados Unidos pero adoran a Bart Simpson, rehúyen de todo tufillo librecambista pero llevan camisetas del pato Donald, detestan la inexistencia de un estado paternalista pero se tragan las películas subtituladas de Arnold Schwatzenager (o como diantres se deletree).
En la foto, mis alumnos de China brindan con refrescos norteamericanos y muestran orgullosos sus vestimentas estadounidenses. «Un país dos sistemas», dijo alguien; dos países (Estados Unidos y China) y un sistema (el del control de la mente a través de las películas), podríamos decir.
Al menos Hollywood nos regala fantasmas, vampiros, hadas y otras criaturas de la imaginación, que antaño nos suministraban los libros, constituyentes básicos de una democracia sustentada en el temor y el amor a la libertad.
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