Cuando volví de China no pude evitar la tentación de traerme un precioso jarrón de porcelana decorada con detalladas filigranas de vívidos colores. Uno de los puntos buenos de trabajar como profesor en otros países es que me permite conocer a sus gentes con cierta profundidad al contrario que el turista. Esto me permite relacionarme con personas, alumnos, sus familiares, colegas profesores, vecinos, etc. quienes, aparte de brindarme su amistad, me enseñan los entresijos de su cultura y, por ejemplo, me asesoran con garantías sobre lo que hay que hacer, visitar, comer y comprar en su tierra.
El anticuario me aseguró que el jarrón pertenecía a la dinastía Qing (mediados del siglo XIX). Pagué por él 60 euros, lo cual es un dineral en la China interior, pero me gustaría que alguien lo tasara para asegurar si realmente es tan antiguo. En cualquier caso sólo por la belleza del mismo mereció la pena pagarlo. Además tuve mucha suerte porque cuando registraron mi maleta en el aeropuerto no se percataron de que lo llevaba ya que estaba protegido entre numerosos jerseys evitando con ello posibles preguntas sobre expolio del patrimonio cultural chino. No me dio tiempo a declararlo en la aduana porque llegaba tarde al avión.
En la fotografía pueden ver el jarrón comparado con un bolígrafo, para que observen sus dimensiones (38 cm. de alto, 60 cm. el diámetro del cuerpo, 19 cm. la diagonal de la boca y 13 cm. la diagonal de la base).
Deja una respuesta