Ayer jueves fue uno de los días más estresantes. Conduje 200 km para estar en la Embajada de Irán en España porque se suponía que podría estar mi visado. Este suponer era demasiado para mí, ya que estuve muchas semanas, si no meses, tras él, pero siempre faltaba una carta de alguien «importante» de Teherán. Ayer yo me presenté a la desesperada, con un billete de avión para la tarde y con el riesgo de no poder impartir las clases que empiezo mañana sábado.
Tras una negativa más a darme el visado, la maquinaria diplomática española desde Irán se puso en marcha y en cuestión de tres horas largas yo ya tenía el dichoso papelajo pegado en mi pasaporte.
No es fácil recibir un visado para Irán, los asuntos de viajes a estos países de medio oriente -si no eres turista- están muy complicados. Al menos ya estoy aquí y como tengo conexión a Internet desde mi apartamento podré ir contándoles algunos asuntos, principalmente relacionadas con el mundo de la educación, que vayan ocurriendo en este apasionante y difícil país. En la imagen pueden ver la primera fotografía que he tomado en mi nuevo hogar.
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