Cuando el bochorno de las calurosas tardes de Irán arrecia con fiereza, no hay nada como buscarse una sombrita, quitarse las zapatillas y usarlas como almohada. Por la cara de felicidad de este hombre, el goce debe ser máximo.
Cuando el bochorno de las calurosas tardes de Irán arrecia con fiereza, no hay nada como buscarse una sombrita, quitarse las zapatillas y usarlas como almohada. Por la cara de felicidad de este hombre, el goce debe ser máximo.
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