Dice el del panfleto en la página 15:
Nunca ha sido el curso más largo, ni han gastado tanto los alumnos en material escolar, ni la Administración en mantener a expertos, equipos, gabinetes y psicónlogos que asesoren a estudiantes y profesores, y nunca han sido los conocimientos de los primeros tan ridículos ni el desánimo de los segundos tan grande.
En primer lugar, mis padres me dicen que los sábados tenían que ir a la escuela y que solo descansaban los domingos. En cualquier caso alargar el curso no es malo, de hecho creo que es contraproducente tener unas vacaciones tan largas: rompen el ritmo de trabajo y apresura el cumplimiento de las programaciones didácticas; somos uno de los países occidentales con más vacaciones escolares lo cual dificulta la acción educativa.
Tengo entendido que a los escolares les dan los libros, copiando el modelo estadounidense, y no tienen que realizar desembolso económico alguno hasta el bachillerato. Además, ahora las familias ganan más dinero que antaño aunque proporcionalmente no creo que gasten más en educación que antes.
Desde que la Administración mantiene a esos expertos que tanto molestan a este profesor quemado y asqueado, estimo que muchos estudiantes díscolos que antes habrían sido despreciados sin contemplaciones han reconducido su vida y gracias a la paciencia y comprensión de algunos su vida es un poquito mejor, con el consiguiente beneficio de la sociedad que incluso desde una perspectiva egocéntrica nos invita a pensar que «si los demás están bien yo también lo estaré porque no tendré que sufrir las consecuencias de sus frustraciones alimentadas por un sistema educativo inmisericorde y psicológicamente analfabeto».
Los conocimientos de los estudiantes no son ridículos, en todo caso son distintos a los de las generaciones anteriores. En la sociedad de la información saberse listados interminables de reyes es ridículo si no eres historiador, no saber cónmo buscar la información seria en Internet es ridículo, no manejar programas básicos de informática es ridículo, no tener las destrezas para interaccionar de forma básica con un videojuego (realidad virtual) es ridículo, no saber utilizar un teléfono mónvil, llamar por Skype o imprimir un papel con la impresora es ridículo. No fomentar el pensamiento crítico, el debate, la participación y el constructivismo es ridículo.
Nunca los jóvenes han leído tanto como ahora aunque no lo quieran reconocer. Nunca han viajado tanto, ni visto tantas películas, algunas de ellas mucho más enriquecedoras que cualquier libro de texto. Señor Moreno: ¡los conocimientos de los estudiantes no son ridículos!
Respecto del desánimo de los profesores hay que decir que siempre lo ha habido. Ser profesor es un trabajo muy difícil (parece que lo afirma la Organización Mundial de la Salud pero no encuentro el informe), por eso no vale cualquiera para ejercerlo. El que crea que por saber mucha matemática ya está capacitado para ser profesor yerra de cabo a rabo y acabará pidiendo bajas por depresión a su médico cómplice. El que carezca de pasión por la enseñanza que no se meta en este oficio o que lo deje. Los desanimados que cambien de estrategia, que estudien psicología del adolescente, técnicas pedagógicas o que abandone las aulas porque si no se está amargando a sí mismo y aniquilando las ilusiones de sus estudiantes. En el mundo de la enseñanza se trata de ser feliz.
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