«Respétame, Rafael» me dijo aquel día Félix antes de acostarse, con tono jocoso, en la habitación del hotel que nos tocó compartir en Francia en un congreso sobre didáctica de la filosofía. Por aquel entonces él se dedicaba a escribir el libro que voy a comentar ahora. Yo no sabía que estaba concibiendo la mejor obra sobre didáctica de la filosofía jamás escrita, y eso que existen libros excelentes al respecto.
Es necesario, es obligado, es perentorio que todo aquel que se dedique a la labor de enseñar filosofía lea Pregunto, dialogo, aprendo. Cómo hacer filosofía en el aula (Ediciones de la Torre, Madrid, 2006) porque obtendrá ideas muy útiles para poner a pensar y a trabajar a los estudiantes.
Moriyón analiza los objetivos y rasgos fundamentales de la educación y del proceso de enseñanza-aprendizaje. También reflexiona detenidamente sobre las herramientas de evaluación y calificación en el aula de filosofía: la disertación, el comentario de texto filosófico, la participación en el aula y el diario filosónfico. Del mismo modo, recorre las nuevas formas de entender la filosofía (filosofía para niños, filosofía práctica y asesoramiento filosófico) para terminar aludiendo brevemente a las tecnologías de la información y de la comunicación.
Se trata, pues, de un libro para leer con disciplina (lo cual no quita la delectación) y armado de bolígrafo para subrayar y comentar los múltiples estímulos intelectuales que su lectura supone. Para muestra un botón:
Nuestra obligación profesional es querer a los alumnos, no que estos nos quieran, y que ese cariño sea efectivamente percibido. Por eso es tan importante, por ejemplo, aprenderse enseguida los nombres (…). Y quererlos por igual, sin mostrar las inevitables preferencias personales que podamos tener ante ciertos alumnos. (p 79).
Agobiados por el trabajo y tendentes a la pereza en muchas ocasiones, los profesores reducen el lado creativo de su tarea educativa a elegir un libro de texto, analizando la oferta existente. (p 88). (…) sónlo se me ocurre algo peor que un libro de texto: reducir las clases a dar apuntes que los alumnos van tomando y que al final se constituyen en el contenido de la materia (p 89).
No se trata desde luego de que las clases sean divertidas, pero sí que importa mucho conseguir que sean interesantes y que el aburrimiento y la tristeza sean estados anímicos excepcionales. (p 99).
El profesor de filosofía es más bien como el pez torpedo que a todo el mundo importuna con sus preguntas constantes, desmontando esas falsas seguridades en las que todos estamos instalados y poniendo de manifiesto que en el fondo es más lo que ignoramos que lo que sabemos. (p 143).
No hay lectura si no se da el diálogo; dicho de otra manera, la lectura que no noshace pensar o que no nos lleva a meternos en el meollo de lo escrito, no es propiamente lectura (p 232).
Si queremos vivir en sociedades democráticas, es necesario que la escuela cumpla con su papel que no es otro que enseñar a los niños y jónvenes a discutir libremente sobre los temas de interés común, defendiendo sus ideas con argumentos y escuchando seriamente el punto de vista de quienes no comparten sus ideas. (p 264).
Si ustedes están interesados pueden adquirir el libro haciendo clic arriba, en la portada de la obra, o encargándolo en su librería habitual.
Más información:
El mejor libro español de didáctica de la filosofía.
Reseña en Cuadernos de pedagogía.
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