Dice el panfleto que:
En una clase en la que cada uno hace lo que quiere, porque la Administración no respalda la autoridad del profesor y al mismo tiempo protege al alumno que conculca el derecho de aprender de los demás, no se está impartiendo educación, se está repartiendo basura. (p 16) .
Obviamente estaría de acuerdo con esta afirmación si la realidad fuera tal y como se describe. El problema surge cuando el autor da a entender que la Administración no respalda al profesor o que proteja el derecho del estudiante a destruir las clases. Ambas afirmaciones son falsas.
Si un docente no es suficientemente hábil para coordinar la clase con efectividad y carece de recursos porque no le ha dado por estudiar nociones básicas de pedagogía, siempre puede recurrir a hablar con sus padres o a dialogar tranquilamente con él fuera del horario lectivo, incluso ir a visitarle a su casa o llamarle por teléfono. Si el problema persiste puede rellenar partes y proponer la expulsión del alumno. Además, con el apoyo del claustro de profesores, se pueden poner en práctica otras medidas coercitivas, como preparar una sala especial donde trabaje a solas con el auxilio de un profesor de guardia. No estoy de acuerdo con estas formas de sanción, pero si el pobre (o incompetente) profesor no sabe hacer bien su trabajo la Administración está ahí para protegerle.
Respecto de la «autoridad» del profesor es nauseabundo que se quiera imponer a la fuerza en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Incluso un inefable sindicato propone en sus panfletos que el profesorado adquiera la condición de «autoridad» al igual que poseen los policías. El que quiera ser «una autoridad» que deje la enseñanza e ingrese en los cuerpos de seguridad del Estado o se meta a medrar en la política. El respeto se lo ha de ganar uno día a día y no debe ser impuesto por ninguna ley.
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