Se han puesto de moda en occidente los libros sobre ateísmo; el Tratado de ateología, La vida eterna y el libro que nos ocupa son solo la punta de lanza de un fenómeno editorial que aún tiene mucho que decir.
Richard Dawkins no va a sorprender a ningún lector que haya leído su obra anterior. El espejismo de Dios (Espasa, Madrid, 2007) es un refrito de sus libros anteriores (todos beben de su excelente El gen egoísta) pero centrado en explicitar lo que de implícito tienen sus escritos previos: «Dios es un espejismo y creer en su existencia es perjudicial para la humanidad».
Dudo que se haga cierta la arrogante afirmación de Dawkins «Si este libro funciona tal como yo lo he concebido, los lectores religiosos que lo abran serán ateos cuando lo dejen» (p 16) porque le falta más fiereza y le sobran 300 páginas.
Es un libro trabajado con numerosas referencias a la «blogosfera», que es como hoy se deben escribir los libros que quieran sintonizar con el ritmo constante, actualizado e ininterrumpido de pensamiento humano. Dawkins parece un gran usuario de Internet, no en vano su web permite discutir los pensamientos del autor y profundizar en los conceptos propuestos («un libro como este no está completo hasta que se convierte en el núcleo de un sitio web vivo, en foro de materiales adicionales, reacciones, discusiones, preguntas y respuestas» -p 18).
El libro dio lugar a un documental titula «The God Delusion» que preparó Dawkins para la BBC y que pueden ver a continuación (versión original con subtítulos en castellano).
Muy relacionado con el anterior está el vídeo «El virus de la fe», que también pueden ver:
Les dejo con algunas perlas.
Para alguien ateo es algo de lo que estar orgulloso y llevar la cabeza muy alta el hecho de que, casi siempre, indica una sana independencia mental e, incluso, una mente sana. (p 14).
La situación de los ateos hoy día en América es comparable a la de los homosexuales cincuenta años atrás (…). Pero los ateos son mucho más numerosos, sobre todo entre la élite educada, de lo que muchos creen (…). La razón de que muchas personas no se fijen en los ateos es que muchos de nosotros somos reacios a «salir a la luz». (p 15).
(Citando a Thomas Jefferson): Las ideas deben estar claras antes de que la razón pueda actuar sobre ellas; y ningún hombre ha tenido nunca una idea clara de la Trinidad. Es el mero abracadabra de los charlatanes llamándose a sí mismos sacerdotes de Jesús». (p 43).
Se acepta universalmente que admitir en público ser ateo implica un suicidio político instantáneo para cualquier candidato presidencial. (p 54).
David, si es que existió, vivió cerca de mil años antes de María y José. ¿por qué habrían requerido los romanos a José para que fuera a la ciudad donde un milenio antes había vivido un remoto ancestro. (p 105).
Cita de Russel: «La inmensa mayoría de los hombres eminentes intelectualmente no creen en la religión cristiana, pero ocultan este hecho en público, quizá porque temen perder sus ingresos.» (p 109).
Las experiencias de visiones religiosas están relacionadas con la epilepsia del lóbulo temporal. (p 184).
Cita de Dobson: «Aquellos que controlan lo que se enseña a los jóvenes y lo que estos experiementan -lo que ven, oyen, piensan y creen- determinarán el curso de la nación». (194).
Muchas personas encuentran difícil imaginar cómo puede uno ser bueno sin religión. (p 227).
Me deja totalmente atónito que una mera diferencia de opinión teológica pueda generar tal odio. (p 229).
Ahora tenemos cuatro buenas razones darwinistas para que los individuos sean altruistas, generosos o «morales» unos con otros. Primero está el caso especial del parentesco genético. Segundo, está la reciprocidad: la devolución de los favores recibidos y hacer favores en «anticipo» de pago. Como continuación de esto está, en tercer lugar, el beneficio darwinista de ganarse una reputación de generosidad y amabilidad. Y cuarto, si Zahavi está en lo cierto, existe el beneficio particular adicional de la generosidad conspicua como forma de comprar auténtica publicidad no falsificables. (p 237).
La idea de Hauser es que tales intuiciones morales a menudo no están bien pensadas, aunque de cualquier modo las sentimos profundamente, gracias a nuestra herencia evolutiva. (p 243).
Hay muy pocos ateos en las prisiones. No estoy necesariamente diciendo proclamando que el ateísmo aumenta la moralidad, aunque el humanismo -el sistema ético asociado a menus con el ateísmo -el sistema ético asociado a menudo con el ateísmo- probablemente sí lo haga. (p 247).
Nosotros elegimos en qué partes de las Escrituras creemos y qué partes son símbolos o alegorías. (p 254).
En realidad, no derivamos nuestra moral de las Escrituras. O, si lo hacemos, elegimos entre las Escrituras los episodios agradables y rechazamos los desagradables. Pero, entonces, debemos tener algún criterio independiente para decidir cuáles son los episodios morales. (p 260).
Cita de Hari: «La mejor manera de minar a los jihadistas es desencadenar la rebelión de las mujeres musulmanas». (p 323).
Si se enseñara a los niños a cuestionarse sus creencias y a pensar en ellas, en vez de educarlos en la superior virtud de la fe sin cuestión, podríamos apostar a que noi habría terroristas suicidas. (p 329).
Cita de Nicholas Humphrey: «Los padres, por lo tanto, no tienen licencia divina para adoctrinar a sus hijos en la forma que ellos personalmente eligen: no tienen derecho a limitar los horizontes ndel conocimiento de sus hijos, criándolos en una atmósfera de dogma y superstición, o el derecho a insistir en que sigan los estrechos caminos de su propia fe. (p 347).
Tres cuartas partes de los católicos y protestantes son incapaces de nombrar un solo profeta del Antiguo Testamento. (p 363).
Jaynes apunta que muchas personas perciben sus propios procesos de pensamiento como un tipo de diálogo entre «su yo» y otro protagonista interno de su cabeza. Hoy día comprendemos que ambas «voces» son nuestras -al menos si no tenemos una enfermedad mental. (p 373).
Estamos liberados por el cálculo y la razón para visitar regiones de posibilidades que una vez parecieron sin destino o habitadas por dragones. (p 400).
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