He leído con deleite el último libro del Papa Benedicto XVI (Jesús de Nazaret, La esfera de los libros). Es notable su esfuerzo intelectual de racionalizar lo que aparece en la Biblia a la luz de nuestros tiempos. Creo que este libro puede acercar a más personas a la Iglesia y muchos desencantados volverán a reconciliarse con ella. Pero claro, hay que leerlo sin prejuicios y «sin estar a la defensiva».
Por lo general, la inmensa mayoría de la gente inteligente que conozco está bastante alejada de la Iglesia y no suele asistir a misa los domingos y «fiestas de guardar». Achaco esto a los discursos y homilías sencillas, adaptados para que todos los públicos las entiendan, plagadas de un lenguaje pueril, básico y, a veces, demagógico, por no hablar de orientaciones políticas y morales no tratadas con el debido rigor. Los sacerdotes adaptan sus palabras para que niños y personas con estudios básicos puedan entenderles, olvidando que entre los asistentes hay feligreses que esperan más nivel intelectual.
Esta carencia me lleva a echar en falta «misas laicas». En ellas una vez a la semana, los domingos por ejemplo, la gente se reuniría en torno a un texto filosófico para comentarlo, reflexionarlo y debatirlo. Obviamente sería necesario desarrollar un ritual para «entrar en el alma del texto», no en vano el rito es parte importante de nuestra naturaleza humana y no es patrimonio exclusivo de la Iglesia.
Pensamientos de Jesús quien, soslayando su divinidad, es un gran filósofo, así como escritos de Marx, Nietzsche, Schopenhauer, Vattimo, Lipovetsky, Gadamer, Heidegger, Locke, Hume, etc. se comentarían entre todos en estas «misas laicas» tras su lectura y «sermón» emitido por un «sacerdote laico» experto en la materia.
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