Solo por medio de la interculturalidad, que no hay que confundir con la arrogante y asimétrica multiculturalidad, es posible alcanzar la paz. Pero ¿cómo es posible llevar a la realidad un sistema social intercultural? A ello no puede responder Raimon Panikkar en su reciente obra Paz e interculturalidad. Una reflexión filosófica, editado por Herder (Barcelona, 2006), pero al menos pone sobre la mesa argumentos que demuestran la importancia de su consecución.
Dado el alto precio del petróleo, que indubitablemente nos obliga a los «occidentales» a robarlo a los países que lo poseen o sufrir una catástrofe económica, pregunté recientemente a un gran conocedor de la política y sociedad iraní si va a haber guerra contra Irán, y esta fue su respuesta:
Me temo que sí. Creo que no tienen otro remedio que intentarlo antes de hundirse definitivamente como la ex URSS. Desde luego esto será mucho peor porque implicarán en la guerra a Rusia China y todas las repúblicas centro asiáticas, por no decir a todo el mundo, si Dios no lo remedia.
Un abrazo
No coincido con la defensa que hace Panikkar de la compatibilidad entre racionalidad e irracionalidad (no en vano es sacerdote), pero, soslayando dicha toma en serio del componente irracional de los seres humanos, sí son interesantes sus planteamientos sobre la interculturalidad como herramienta fundamental para no seguir matándonos.
Los gobiernos occidentales están ganando la batalla previa a todo ataque bélico, la cual consiste en dominar las mentes de sus ciudadanos y predisponerlos para consentir los ataques o permanecer narcotizados, a través de mentiras y tergiversaciones de los medios de comunicación. O aplicamos la interculturalidad o acabaremos convertidos en genocidas, en muertos o en ambos.
Les dejo con las perlas del libro.
El filósofo interroga, duda, y con frecuencia se presenta como una figura molesta que parece constantemente insatisfecha con la cultura predominante en cualquier periodo histórico. (p 25).
Traspasar las fronteras culturales empuñando el fusil de la «pura» razón (es decir, la sola razón) es abandonarse a un acto de violencia y de contrabando cultural. (…) Una razón «pura» sugiere una razón no contaminada por las impurezas de cualquier contacto con el resto del hombre, es decir, el cuerpo, los sentimientos, el amor. ¿Pero es verdaderamente pura la «razón pura»? ¿Puede «funcionar», separada de todo el resto? ¿Sería entonces el diálogo impuro porque no es monólogo? (p 54-55).
El hombre de la calle en Occidente vive bajo la impresión de que el llamado tercer mundo es verdaderamente subdesarrollado: miseria, corrupción, enfermedad, suciedad, desastres naturales, etc., todo ello sazonado con algunos puntos de zen, yoga o espiritualidad popular más o menos supersticiosa. (p 61).
Numerosas expresiones heideggerianas que resultan «barrocas» en alemán y forzadas en español parecen absolutamente «naturales» en quechua. (p 64).
Pensamos cuán diferente podría haber sido el panorama europeo si las primeras generaciones cristianas hubieran sabido mejor que hypostasis, hypokeimenom, ousia y prosôpon no significan lo mismo que substantia, subsistencia, essentia y persona. El cristianismo no se habría partido entre Oriente y Occidente. (p 74).
Si no he hablado nunca con un khmer rojo, con un vietnamita, con un «fundamentalista»…, con el otro, no lo puedo conocer y menos aún amar. (p 77).
La fe ha sido definida como «el coraje de la vida». Necesitamos este coraje para superar la obsesión de la seguridad, aunque esta no pueda ser nunca total. Sin confianza no se pued evivir. (p 117).
Con las bombas no se eliminan los deseos de venganza. Por casa terrorista muerto es muy posible que surjan otros dos. (p 118).
Esta obsesión por la seguridad se encuentra en la base de las «justificaciones» de la carrera de armamentos, explica la «angustia» del paro, las modernas «depresiones», el miedo a la inseguridad, etc. (p 123).
Somos iguales, pero quien tiene una fuerte suma en el banco se siente más seguro y protegido que un simple ciudadano sin recursos económicos. (p 128)
No todo es negativo en las demás culturas, dide el «multiculturalismo), pero no nos podemos fiar demasiado; cojamos, por tanto, lo que tienen de bueno e integrémoslo en nuestra cultura, que es superior y que de esta manera continúa enriqueciéndose. (p 129).
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