Por lo general los estudiantes extranjeros tienen más dificultades a la hora de alcanzar el éxito académico. Esta dificultad viene dada por la poca destreza con la lengua española y porque las condiciones económicas de los inmigrantes así como su situación familiar no son tan buenas, en general, como las de los españoles. Sin embargo hay un número, que se incrementa curso tras curso, de estudiantes extranjeros brillantísimos que sobrepasan con creces a la media de «estudiantes autóctonos».
Detecto cierto paralelismo con lo que sucedió en la Europa feudal: los campesinos pagaban impuestos abusivos a los señores feudales a cambio de protección pero a medida que pasaba el tiempo los «señores», presos de la avaricia, vendieron pequeñas parcelas de sus tierras a precios desorbitados a los labradores más trabajadores que podían ahorrar gracias a su sudor diario de sol a sol. Estos trabajadores fueron acumulando las tierras que sus señores vendían para obtener dinero fácil, como las «hormiguitas«, constituyendo el germen de lo que luego se dio en llamar «burguesía» y que constituirá la clase más influyente de las naciones.
El inmigrante serio, trabajador, humilde y respetuoso con la cultura que le acoge llegará lejos. Nuestra organización democrática y social de derecho le brinda la posibilidad de, incluso, llevar las riendas a cambio de su sudor, esfuerzo y entrega. Basándonos en que la dirección de la sociedad debe ser para quien mejor la organiza (y para ello se requiere de un esfuerzo intelectual constante) no me cabe la menor duda de que se acabará originando una nueva clase social muy influyente caracterizada por valorar la cultura que le acoge, amarla y trabajar por mejorarla aún más. Similar a los siervos de antaño reconvertidos en patronos y a las cigarras que suplican a las hormigas. Además nos dice la historia que la «transmisión de poder», como en Roma y en el Antiguo Régimen, es una constante protagonizada por el «débil» capaz de superar su desventaja a partir del adocenamiento de gran parte de la sociedad que le circunda.
El joven extranjero que huye con su familia de la precariedad de su país nos sabe valorar y sacrificarán gran parte de su existencia para mantener su -y nuestra- calidad de vida; por el contrario son bastantes los jóvenes españoles que no son conscientes de la sociedad privilegiada que han heredado y por ello son numerosos los que muestran una sosegada indiferencia ante el legado democrático que les regalaron sus mayores y conseguido a base de sufrimiento y sacrificio.
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