Beigbeder ha intentado escribir la versión 2.0 del Lolita de Nabokov, pero le ha salido una posmodernez, a buen seguro inspirada en Lipovetsky, que asusta por sus efectos colaterales, ya que detecto, en lo que quizá sea una paranoia, una relación causa-efecto entre el reciente suicido de la modelo kazaja y la publicación de Socorro, perdón: «Los labios carnosos de las kazakas…» (p 53), de las Lena Doicheva, de las Ruslana Korshunova...
Perdonen la frivolidad: ¿estamos ante una literatura neobukowskiana de vísceras, tropelías morales y aberraciones vomitivas cuyo final se escribe en los periódicos de todo el mundo en vez de en la última página del libro? ¿Es una reinvención arrabalesca de la novela pánico?
Tras la lectura uno deduce un argumento más para estudiar educación para la ciudadanía que nos lleve a aprender a despreciar el frívolo mundo de la moda que convierte a las mujeres en vulgares objetos del deseo, del suicidio y de la locura.
Ahí van algunas perlas del libro que acaba de publicar Anagrama:
¿Qué hay más fascista que las elecciones de Miss? (p 33)
…Un facha fashion: un fashista. (p 37).
Para amueblar su soledad y engañar al silencio, los descreídos compran coches a crédito o descargan canciones, soplan alcohol desde la comida, toman excitantes por la mañana y somníferos por la noche (a veces a inversa). (p 82)
Nuestro objetivo es simple: que tres mil millones de mujeres quieran parecerse a la misma mujer. (p 84)
La ataraxia es el enemigo del capitalismo. (p 113)
Escribir un blog es ya una forma de exhibicionismo, quizá más grave que desfilar desnuda por una pasarela delante de obsesos franceses. (p 175).
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