He descubierto un nuevo placer: tomar el tranvía para acercarme al centro de Brno. Acostumbrado en España al coche y a los autobuses, este medio de transporte asegura la puntualidad en cada parada por ser ajeno a los embotellamientos; además contamina menos y es más silencioso. Su traqueteo es divertido y contrasta con el suave silencio con que suelen viajar los checos… a no ser que sea sábado por la noche cuando los jóvenes atestan los dos vagones con jolgorio y algarabía.
No me extraña que los alcaldes de varias ciudades de España empiecen a apostar por retomar este medio de transporte.
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