Vivo en un pequeño estudio de un edificio de la época comunista de la antigua Checoslovaquia. Se caracterizan por ser prefabricados y contar con paneles «ad hoc» que separan el servicio del cuarto de baño y del resto de la vivienda; el diseño de interiores recuerda al juego del Tetris porque en tan poco espacio encajan muchas piezas: el sillón-cama, el horno, los armarios, el lavabo, la bañera… Un alumno me dijo que no son casas sino «cajas» en un habilidoso juego de palabras. Estas construcciones se denominan «panelaks».
Por mínimo que sea el ruido de los vecinos (pasos, apertura de grifos, la televisión, etc.) se filtra a través de las finísimas paredes, así que he de cuidarme muy y mucho, cuando me levanto a las 5 de la mañana para ir al trabajo, de no despertar a mis «compañeros de colmena».
Estas edificaciones suelen estar situadas en medio de grandes recintos ajardinados por donde los checos pasean con sus perros, a los que tratan con gran amor, y con sus hijos pequeños que, junto a las parejas de enamorados, llenan de jolgorio y vitalidad los columpios y los bancos, incluso en las frías tardes de otoño.
En la vecina Polonia los varsovianos designan como «Pekín» y «hormiguero» a este mismo tipo de vivienda superpoblada y construida velozmente por el Estado.
Una de las fuentes de conflicto cuando se viaja para trabajar durante una temporada en el extranjero es el alojamiento. Casi todo el mes de septiembre lo pasé viviendo en un lugar oscuro encima del gimnasio del instituto donde trabajo, lo cual no me acababa de convencer. Cuando se viaja es mejor no quejarse porque se corre el riesgo de crear mal ambiente, así que lo ideal es ver, escuchar y callar. Sin embargo, cuando las condiciones superan cierto límite, lo cual viene determinado por uno mismo, es necesario arriegarse a resultar antipático.
Se ha solucionado todo. Nuevo lugar, nuevo contexto, nueva vida. ¿Será peor el remedio que la enfermedad? Gracias a todos los que me han ayudado.
Tengo suerte por contar con una de las mejores vistas de Brno desde el alto piso en que se sitúa la nueva vivienda. Tras haberme alojado toda mi vida en lugares más bien bajos o con edificios enfrente, sin apenas vistas, esta carambola me permite contemplar algunas mañanas una de las mejores salidas del sol que yo recuerde, los tranvías fluyendo a lo lejos y el pulular de luces en las casas a medida que la tarde desaparece. Uno puede pasar minutos y minutos absorto en la lejanía e imaginando las historias de las gentes que pasean por ahí abajo.
ACTUALIZACIÓN 14 de mayo de 2009
Así se refiere Vaclav Havel a estas edificaciones en Cartas para Olga (Galaxia Gutenberg, Barcelona, 287):
… los nuevos barrios de edificios construidos con paneles prefabricados, que garantizan alojamiento sin brindar hogar, sin un genius loci que trascienda su función de alojamiento, transforma el misterio de la ciudad en algo que únicamente complica la vida: a la hora de buscar a alguien en un barrio de esos, en vez de tener la sensación de participar en una aventura, lo único que sentimos es el cansancio y el aburrimiento…
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