En la República Checa hay un horario civilizado de comidas: se almuerza a las 11:45 y se cena a las 18:30. Algunos dicen que los españoles nos caracterizamos, entre otras cosas, por ser atrabiliarios y envidiosos lo que quizá se haya visto favorecido por los irracionales horarios alimentarios.
¿Es normal tener a los estudiantes en el instituto sin comer desde las 8:30 hasta las 14:30? ¿Es lógico que en los recreos les condenemos a atiborrarse a gominolas y bollicaos? Pero lo peor es lo de las cenas: ¡en ningún país civilizado se creen que en España nos sentemos a la mesa a las 22:00!
Siempre que he vivido en países donde se ingieren alimentos a horas decentes, como en la República Checa y en Estados Unidos, mi bienestar ha mejorado: se duerme bien, se trabaja mejor, se facilita el pensar, se aceptan con más optimismo las frustraciones y se afrontan con más energía los nuevos retos.
El día que España no haga la digestión de madrugada se nos acabará la mala uva y la envidia enfermiza.
Sería interesante escribir un artículo extenso sobre la envidia y el mal pronto español porque cuando uno vive en el extranjero nota por comparación que es sorprendentemente cierto, por más que seamos cautos a la hora de generalizar.
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