Ayer no hubo clase porque se celebró el día de los estudiantes. Se conmemoró el inicio de la Revolución de terciopelo contra los últimos coletazos del comunismo checo. Fue un 17 de noviembre de 1989. Los estudiantes se manifestaron porque hacía cincuenta años que los nazis cerraron las universidades checas, asesinaron a 9 líderes estudiantiles y condenaron a 1200 a los campos de concentración. Sorprendentemente la policía comunista no tuvo contemplaciones con ellos y les reprimió violentamente. Unos meses después ya había elecciones libres, lo que demostró que pueden más los puños de terciopelo que la violencia acerada para alcanzar la libertad.
Ayer paseé por las calles. En los monumentos había flores de plástico mezcladas con banderas checas. Ni una sola luz en su memoria. Ningún olor a rosas naturales. Todo silencio en la oscura y temprana noche de Brno.
Todo se olvida. Hay que alimentar al niño. Y pagar el recibo del agua.
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