Movido por mi curiosidad por el hecho religioso, ayer me acerqué a la calle Vídeňská de Brno para observar cómo funciona la mezquita dentro de un entorno de mayoría atea, cristiana y, ciertamente, islamófoba. Es tal el desdén que inspira a los checos todo lo árabe que en la República Checa solo existen dos mezquitas: la de Praga y la de Brno, a pesar de los 400 000 musulmanes checos (necesito confirmar este dato); eso sí: hay pisos habilitados para el rezo repartidos por todo el país.
Me abrió las puertas Alí, el así rebautizado veinteañero de ascendencia ex yugoslava y nacido en un pequeño pueblo próximo a Mikulov, en la frontera de Chequia con Austria. Dice haber quedado prendado del Islam tras leer un par de libros que adquirió en la feria internacional que se organiza cada año en Brno al finalizar la Navidad. Igualmente me cuenta que sus inquietudes filosóficas le llevaron en su juventud a explorar con profundidad los pensamientos de Nietzsche y de Marx pero es el Corán donde ha encontrado la Verdad. Ni el superhombre ni la dictadura del proletariado le sedujeron tanto como las palabras del Profeta. Esto, junto a un comprometido padre partisano, fue el cóctel que, bien mezclado, fue capaz de crear un musulmán en pleno centro de Europa sin tener familiares de dicha religión.
Afirma, con un gesto de resignación cristiano-musulmana, que recibe insultos habitualmente, sobre todo por parte de mujeres, que le echan en cara su falta de vergüenza por obligarlas a ir tapadas. Tampoco es difícil sospechar que peguen en sus proximidades carteles ofensivos y pintadas abyectas. Quizá sea esta la razón que explique que la mezquita apenas es identificable en pleno centro de Brno. Desde la calle nadie diría que este pequeño edificio circular acogiera en su interior oraciones de gentes mirando a la Meca. Los checos parece que les temen.
Él, sin ser mulá, dirige los viernes una especie de meditación para los doscientos fieles de Brno -46 de los cuales son mujeres. De vez en cuando les visita un ulema, pero carecen de suficientes recursos económicos para mantenerlo a jornada completa, por eso se encarga él mismo de atender a los fieles y de dirigir el rezo.
Su pequeña pero bonita mezquita está sufragada por las aportaciones de los fieles brunianos y por hombres de negocios de Siria y Arabia Saudí. «¡Nunca de sus gobiernos!» -intenta dejarme bien claro. Del mismo modo me aseguró que su mezquita es un lugar para sunnitas y chiítas. Aunque él no cree algunas afirmaciones de la Shia, abre las puertas de par en par a los fieles de los Doce Imames y a cualquiera que desee reflexionar sobre la transcendencia. No en vano el salam malecon con el que me recibió estaba cargado de sonrisa, amabilidad y simpatía.
Como todas, esta mezquita está dividida en dos partes, una para las mujeres y otra para hombres. Los varones rezan abajo, sobre la mullida alfombra roja pagada por uno de los ricos benefactores de Oriente Próximo; las mujeres oran arriba, en una especie de terraza con celosías que les permite observar, sin ser vistas, las genuflexiones del otro sexo. Su modesta biblioteca está formada principalmente por coranes, que toman prestados los fieles tras descalzarse. Una llamativa lámpara de cristal de Bohemia y unos ventanales pequeños que obligan a encender la luz eléctrica terminan de describir la sala de oraciones.
ACTUALIZACIÓN
27/7/2009 Los demócrata-cristianos se oponen a la construcción de una nueva mezquita en Brno.
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