Aclaración sobre mi participación en el debate de Intereconomía TV sobre Irán

Salí de la tertulia-debate de «El club de la palabra» de Intereconomía Televisión con la sensación de haber hablado muy poco, algo normal porque los verdaderos protagonistas eran la profesora Nadereh Farzamnia y el músico Majid Javadi, dos iraníes excepcionales que llevan mucho tiempo sin poder pisar su patria. Tras revisar el programa constato, además de hablar poco, que algunas de mis afirmaciones no quedaron claras, por lo tanto a continuación intentaré explicarme sin las constricciones típicas del medio televisivo.

El debate se organizó en torno a tres preguntas que fuimos contestando cada uno de los invitados, por lo que más que debate fue una entrevista a tres bandas que pretendía dar el punto de vista de una competente iranóloga, profesora universitaria y autora de Irán. De la revolución islámica a la revolución nuclear; el de un virtuoso músico iraní en busca de la paz y obligado a hablar de política, a su pesar, para denunciar lo que sucede en su país aunque el preferiría limitarse a tocar el daf; y el mío propio, un profesor que tuvo la suerte de convivir con el pueblo persa durante un año académico en la Universidad de Allameh Tabatabaei.

En mi primera intervención intenté contestar a la conductora del programa, Susana Burgos, sobre la opinión de mis estudiantes en Irán acerca de las elecciones. Respondí, en lo que pretendía que fuera una breve introducción, aludiendo a que, aunque ya no les doy clases, la relación con algunos de ellos continúa, al igual que con los de otros países, porque estimo que el proceso educativo no acaba en el aula sino que, si así se desea, es para toda la vida, y más en nuestros tiempos de Internet. Los afectos y la comunicación no se extinguen el último día de clase. De hecho es muy satisfactorio encontrarse con correos electrónicos de alumnos de otros años en los que me cuentan sus vivencias y, como no, sus problemas, como sucede ahora con los jóvenes de Irán o pasara hace un año con mis estudiantes de China que sufrieron en primera persona el terrible terremoto de Deyang.

Establecida esta premisa, afirmé que mis alumnos están desencantados. La presentadora enseguida intervino para aclarar a los espectadores que es justo lo contrario de lo que pensaban los dos invitados iraníes, dado que, según ella, son optimistas y están esperanzados. Entonces especifiqué que mis alumnos, en general, están desencantados con los resultados de las elecciones.

Si he de referirme a las esperanzas de futuro, los jóvenes carecen de ellas a corto plazo. Esto es normal porque al menor atisbo de manifestación pacífica, el ejército o, más bien, la policía, se les echa encima (recuerdo ahora a la Hannah Arendt de Los orígenes del totalitarismo (Alianza Editorial) cuando identifica a los estados totalitarios con aquellos en los que el ejército se ve sustituido por la policía).

Enseguida tuve que centrarme en la parte de la pregunta sobre el fraude en las elecciones contestando que «yo no sé si ha habido fraude porque no estoy en las cloacas del poder, o mejor dicho, en los entresijos del poder». A la presentadora parece que le gustó lo de «cloacas» aplicado a Irán, pero me gustaría haberle indicado que también en las democracias más avanzadas existen. La «razón de Estado» también funciona en los países occidentales, si no fuera así no contaríamos con servicios secretos, que si son secretos es porque tienen cierta capacidad para saltarse algunas garantías constitucionales; obras como Los servicios de inteligencia españoles (Alianza Editorial), La CIA en España (editorial Debate) o Paesa: El espía de las mil caras (Plaza y Janés) explican esta cuestión.

Volviendo al tema: Una cosa es lo que es y otra lo que quiero que sea. Todavía nadie ha demostrado que hubiera fraude electoral, al menos yo no cuento con dicha información a pesar de que me he esforzado en hacerme con ella. Es cierto que el sentido común parece indicar que sí lo hubo, pero en estos asuntos  no debemos ser racionalistas sino empiristas, no hay que deducir sino inducir, no es pertinente lanzar hipótesis sino recopilar datos extraidos de la realidad.

En cualquier caso intento mantenerme en el término medio, sin llegar a la ingenuidad de quienes confunden sus deseos con la realidad ni a las arengas proteocráticas de, por ejemplo, un tal James Petras cuyo artículo «Las elecciones iraníes: el timo del robo electoral» no es más que una pueril pataleta.

En mi búsqueda de la verdad aludoen el programa a las correlaciones como uno de los indicadores del posible fraude. No se pierdan el posteo «De cómo las matemáticas evitan engaños» para entenderlo. Es un simple indicador, pero no demuestra a ciencia cierta que haya habido fraude.

También abrí un breve paréntesis en el que decía que «en Irán uno puede votar en la ciudad que quiera». Lo explico mejor en el tercer corte, pero ya aclaro que cuando uno vota en el país persa ha de hacerlo acompañado de su partida de nacimiento; en dicha partida existe una página en la que se estampa un sello cada vez que se vota a lo largo de la vida. Por tanto uno puede ir al colegio electoral que le venga en gana para votar, a diferencia de España donde hay que acudir al centro que se le asigne. Esta lamentable confusión en la que cayeron numeroso medios es la que les hizo creer que hubo fraude: hubo ese fin de semana mucha gente de viaje que votó en poblaciones que recibieron, por tanto, más votos que número de habitantes. Aclarado esto, el fraude sigue sin ser demostrado.

Por otro lado hay que decir que en Internet aparecieron imágenes de papeletas cuya caligrafía era exactamente la misma -rellenadas, por tanto, por la misma persona- en las que, además, no se percibía ninguna doblez cuando lo normal es doblarlas dos veces antes de introducirlas en la urna. Si esto se demostrara cierto sería razón suficiente, por ser un dato empírico y no mera suposición, para repetir las elecciones.

A continuación me refiero al descontento de mis estudiantes, incluso de aquellos que votaron hace cuatro años a Ahmadineyad. El presidente tiene, en mi opinión, un defecto importante: es poco diplomático y plaga su discurso de exabruptos que acoge con deleite el pueblo llano pero no las clases educadas y racionales (si es que se puede utilizar el concepto sociológico de «clase racional»). Por tanto no es descabellado pensar que millones de personas le votaran. Este es uno de los problemas de la democracia: el personaje más ignorante, inmoral y frívolo tiene el mismo peso, con su voto, que, por ejemplo, un catedrático de Derecho Internacional; mientras el primero, a diferencia del segundo, no tiene idea de qué es lo que más le conviene a su patria, ambos cuentan con la misma capacidad de poner o quitar presidentes.

Dicho lo cual, sé a ciencia cierta de gentes que votaron a Ahmadineyad; arguyen, de forma materialista y utilitarista, que con él en el poder cobran más dinero y que es el único capaz de hacer frente al imperialismo occidental y a la corrupción, así como poner en su sitio a los mulás. También aseguran que si se demostrara el fraude electoral ellos serían los primeros en protestar.

A renglón seguido indico que los jóvenes han votado masivamente al Sr. Musavi pero también, aunque en menor medida, al Sr. Karrubi. Cuando me disponía a explicar por qué votaron a Karrubi, el copresentador Rafael Jiménez me interrumpió y dio la palabra a la Sra. Farzamnia (al menos eso entendimos porque solo miraba a ella); no me molestó porque ella sabe mucho más que yo.

Intentaba decir de Karrubi que, a diferencia de Ahmadineyad y de Musavi, es un mulá. En Occidente lanzaríamos las campanas al vuelo al escuchar la simple propuesta de votar a un clérigo, es algo así como proponer que la Conferencia Episcopal dirigiera los designios de España, pero en Irán es distinto. Hay mulás reformistas como el Sr. Jatamí, que fue el presidente que abrió Irán al mundo. Los mulás, por lo general, son personas instruidas, quizá llevados por un exceso de idealismo. Su obsesión con Dios en teoría no tiene por qué ser mala, en el fondo proponen una especie de comunismo pero con derecho a la propiedad, según ordena el Corán. No lo vería bien para la España de hoy en día, pero en Irán los cambios deben ser paulatinos si no queremos encontrarnos con episodios de violencia extrema, y un mulá abierto de mente puede servir de bisagra pacífica entre el anquilosamiento y la modernidad.

También habría dicho que el Sr. Rezai era otro de los cuatro candidatos aprobados por el Consejo de Guardianes de la Revolución, y que tenía un programa económico serio y realista a pesar de ser el representante del grupo más conservador; no en vano puso en aprietos a Ahmadineyad en un debate televisado. Si no fuera tan conservador muchos jóvenes deseosos de conseguir un trabajo le habrían votado pero tuvieron que elegir entre aumentar las posiblidades de obtener un trabajo o entre los principios reformistas y aperturistas, decantándose por esto último votando a Musavi o Karrubi.

El segundo corte se inicia con la presentadora haciendo una reflexión previa a la pregunta que me lanza. Afirma que la conclusión de los dos invitados es que este movimiento no hay quien lo pare. Personalmente pienso que es un pequeño paso adelante, que hay un antes y un después de la «marea verde», pero dicho movimiento ya está amordazado con sus líderes confinados en sus casas o en las cárceles y varias decenas de muertos.

Susana Burgos me pregunta si Musavi cuenta con el apoyo de los Estados Unidos; a ello respondo con un «es una pregunta…» para ganar tiempo para pensar porque no me esperaba dicha cuestión que no he analizado previamente porque, volvemos a lo mismo, no puedo acceder a esa información y no me gusta hablar sobre lo que no sé a ciencia cierta. Lo que sí sé es que el pueblo persa es demasiado orgulloso, reformistas incluidos, como para aceptar cualquier intervención extranjera por mínima que sea; esto lo explica muy bien Kapuscinski en El sha (ed. Anagrama).

Aludo al sentido común para curarme en salud y no faltar a la verdad. El sentido común, el «modo de pensar y proceder tal como lo haría la generalidad de las personas» (DRAE), invita a decir que quizá haya alguna potencia ayudando a Musavi porque su acción en solitario es un suicido. Sin embargo en uno de sus emocionantes twitteos llegó a asegurar que estaba preparado para convertirse en mártir, lo cual invita a pensar que actuaba solo.

Digo en esta itervención que sin Musavi la marea verde no tiene sentido, su fuerza, legitimada por el propio sistema por haber sido parte importante del mismo, arrastró a cientos de miles de iraníes que no esperaban que fueran a ser reprimidos con tanta fiereza. ¿Cómo imaginar que maltratarían a quienes seguían las consignas de quien fuera el Primer ministro de Jomeini?

Afirmo que quizá esté Estados Unidos detrás de Musavi, pero es un quizá que no dice nada. Puede que sí o puede que no. Repito, los ciudadanos normales no conocemos las cloacas del poder. Recomiendo la lectura de Todos los hombres del Sha para entenderlo.

A continuación aludo al discurso de Obama en la Universidad de El Cairo en Egipto en el que menciona el penoso incidente de Mossadeq; en concreto me refiero al siguiente párrafo de Obama:

Durante muchos años Irán se ha definido a sí mismo, en parte, por su oposición a mi país, y ciertamente existe una historia tumultuosa entre nosotros. En medio de la Guerra Fría, EE UU desempeñó un papel en el derribo de un gobierno iraní democráticamente elegido (…)

Dicho discurso estimo que es de vital importancia porque es un paso adelante en la reconciliación. La paz no se puede alcanzar hasta que cada parte reconozca sus errores. En la resolución de conflictos una de las claves es conseguir que ninguno de los actores se perciba a sí mismo humillado tras los acuerdos; Obama lo sabe y está pidiendo perdón al pueblo persa. ¿Por qué diantres no recogerán el testigo? Musavi seguro que lo recogería.

Después menciono la obsesión de Irán con la injerencia extranjera. Tras la mala experiencia de Mossadegh es normal que sientan recelos por lo que digan o hagan los demás países. Quienes están en el poder ven espías por doquier y piensan que cualquiera que suponga la más leve amenaza para el sistema establecido está apoyado por ellos; Musavi, obviamente, no se iba a ver ajeno a estas acusaciones. Por tanto lo de que EE UU esté detrás de esto nos lo dirá la Historia cuando dentro de cincuenta años se puedan desclasificar los documentos que hoy rigen los designios de Oriente Próximo.

A continuación la presentadora dice que los ayatolás tienen una fijación con la injerencia extranjera. Yo le digo que «no sé si todos», lo cual es una manera educada de decir que no, que hay ayatolás más occidentalizados, aperturistas y sin obsesiones patológicas, como es el caso del gran ayatolá Montazeri. También hago mención al momento en que se me dijo que cuidado con el teléfono por si lo tuviera «pinchado».

Posteriormente planteo el quid prodest: «¿A quién beneficia la situación actual?». Para dar una respuesta recomiendo encarecidamente la lectura de Treacherous Alliance. The Secret Dealings of Israel, Iran and the U.S. de Trita Parsi (Yale University, 2007). Con Ahmadineyad en el poder Israel tiene, según su carácter de Estado obligado a ser paranoico por estar constantemente amenazado, una excusa para atacar a Irán, cosa que hubiera sido, en mi humilde opinión, imposible con Musavi en el poder.

Además el quid prodest también nos invita a pensar que, dadas las lamentables condiciones económicas en que la gestión de Ahmadineyad  ha dejado a Irán, no es bueno que Musavi dirigiera el país porque la libertad solo puede alcanzarse con ciertas garantías si existen unas condiciones económicas saneadas. Con Ahmadineyad gobernando con las arcas del Estado vacías es más fácil que su gobierno se venga abajo y que Musavi u otro reformista (a él seguro que no le permiten volver a presentarse) tome las riendas y devuelva a Irán al puesto destacado que se merece en el planeta.

Mi tercera intervención me incomó un poco más. La presentadora me lanzó un «¿se está resquebrajando la autoridad moral de Jamenei?». La respuesta ha de ser muy cauta. Por ejemplo, el Jefe del Estado español, el rey Juan Carlos, es inviolable según indica la Constitución (título II, artículo 56-3), por tanto los medios de comunicación y los «tertulianos» evitan toda crítica hacia su persona. Del mismo modo, aunque la Constitución iraní no contemple ningún artículo sobre las críticas al Jefe del Estado, se establece un acuerdo tácito por el cual los medios de comunicación no cuestionan al Guía espiritual. El problema surge cuando alguien alza su voz en contra de cualquiera de ellos; mientras en España las penas por injurias a la Corona son leves, en Irán uno nunca sabe donde está el límite, no es consciente de la línea que no se debe cruzar. Es por esto que mis palabras sobre el Líder Supremo las intentara medir; si bien es cierto que soy español y que no me afecta la legislación iraní, sí que deseo volver algún día al país más apasionante que conozco.

En cualquier caso hay que evitar el servilismo, así que improvisé una respuesta. Estaba intentando contestar cuando enseguida me interrumpiron los dos periodistas. Reconozco que me molestó un poco. Al rato me devolvieron la palabra y me referí a las dos vías de posible inmoralidad en este caso. Lo inmoral de la acción reciente por parte del poder establecido (como bien dijo el Sr. Jabadi tras mi intervención: no hay que personalizar sino referirse al sistema) viene dada por dos factores. En primer lugar, si se demuestra que las elecciones fueron fraudulentas (cosa que, repito, aún no ha sucedido pero en lo que trabajan los tres líderes de la oposición) la situación sería moralmente reprobable; decir esto es algo demasiado obvio. En segundo lugar, la acción moralmente recriminable es haber sacado al ejército a las calles para actuar violentamente contra las masas que se manifestaban pacíficamente; cualquier hombre de bien estaría de acuerdo con mis palabras, aunque quien lea Maquiavelo podría hacerme varias objeciones.

Me permito en este punto salirme del tema para añadir también que es moralmente objetable el que Irán no haga ninguna declaración sobre el asesinato masivo a los musulmanes chinos; infiero, por tanto, que desean seguir manteniendo una buena relación comercial con uno de los pocos países que no le somete a sanciones económicas. En este caso la economía parece imponerse al principio 3º-16 de  la constitución iraní.

Como aficionado a participar y escuchar debates he echado de menos a la otra parte. Hubiera sido muy bueno que invitaran a alguien afín al régimen para escuchar su versión de los hechos y poder contestarlos. Si los invitados son dos iraníes «contaminoccidentalizados» -como denominan en Irán a quienes están influídos por Occidente-, y un profesor español firme partidario del Estado social y democrático de derecho, es normal que el pensamiento sea único y haya poco lugar para el debate. Sería muy, muy interesante organizar un encuentro más extenso y con diferentes puntos de vista. De hecho creo que para la vuelta del verano podría empezar a prepararlo.

Reconozco que no salí demasiado satisfecho con mi intervención y hubiera deseado más cancha por parte de los presentadores. En mi opinión el mejor debate fue el que se dio antes y después de la grabación, lejos de las cámaras, cuando el lenguaje fluye con total libertad.

En este posteo me he limitado a incluir las imágenes de mis intervenciones, pero si ustedes desean ver el programa completo pueden hacerlo en los siguientes enlaces. Verlo es mucho más agradable que el rollo que les he soltado. A buen seguro sabrán disculparme.

Primera parte Segunda parte Tercera parte Cuarta parte Quinta parte

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Comentarios

3 respuestas a «Aclaración sobre mi participación en el debate de Intereconomía TV sobre Irán»

  1. […] También pueden ver este programa en http://intereconomia.com/ haciendo clic en el enlace “Ver TV” situado arriba a la derecha este enlace. […]

  2. […] debería añadir un capítulo que analizara e interpretara, desde su agudeza intelectual, los recientes acontecimientos acerca de la segunda reelección de Ahmadineyad y lanzar hipótesis que respondan de forma concreta […]

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