Hoy nos han visitado en el instituto los representantes de un sindicato de izquierdas con el fin de captar afiliados. Es crucial para ellos ganar adeptos porque es con muchos asociados como ganan legitimidad ante la sociedad.
No pude asistir a la reunión proselitista -que ellos tildaban de informativa- porque me tocó ejercer de policía de paisano durante el recreo, pero cuando entré en la sala de profesores todo estaba empapelado de panfletos, cuya lectura me puso los pelos de punta.
Según se desprendía de la propaganda, la máxima preocupación de estos defensores de los trabajadores es que los profesores ganen más dinero. Nos incitan a la afiliación arguyendo que son ellos quienes han logrado que el próximo curso los docentes cobremos más, tornando sin pudor los valores de la izquierda en moral «pequeñoburguesa», como acertadamente la califica Vattimo, en lo que constituye una auténtica afrenta para el resto de la sociedad que desesperadamente está sufriendo la crisis.
¿Por qué los egosindicatos de izquierdas ya no hablan de solidaridad? ¿No creen que es preferible durante nuestra nefasta coyuntura económica que los profesores no aumenten los ingresos a cambio de que sigan contratando más compañeros profesores -¡que ahora están sufriendo el desempleo!- para no disminuir la ratio de profesor-alumno? ¿O que se dote a los centros de mayores infraestructuras para que el proceso de enseñanza-aprendizaje sea más efectivo? ¡Ah, claro! ¡Los padres y los alumnos no se pueden afiliar al «egosindicato-sector enseñanza» y por eso no se preocupan de ellos!
Los egosindicalistas, en vez de propiciar una nación estructurada por una ciudadanía que progresa en base a la solidaridad y al apoyo mutuo, se dedican a defender a los trabajadores por compartimentos estancos, lo cual solo incita al enfrentamiento, a la lucha entre obreros de distintos sectores laborales que compiten por chupar de los recursos del Estado, a la supervivencia del más fuerte – el que más llora y se queja- y, en definitiva, a desmenuzar nuestro gran Estado que es España a partir del egocentrismo más repugnante.
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