Los alumnos fuman

Si uno pasea por el patio de recreo quedará perplejo y dibujará la cara de «¿es-cierto-lo-que-estoy-viendo?» al comprobar que son decenas las colillas de cigarrillos que ensucian el suelo arrojadas por estudiantes que, ocultos tras las paredes del gimnasio, intentan aportar nicotina compulsivamente a sus adictos cuerpos que ya no pueden sobrevivir sin ella. Cuando suena el timbre son numerosos, en torno a la treintena, los que salen despavoridos al rincón avivados por el terrible vicio, un vicio que ya se ha apoderado de su salud y calidad de vida para el resto de su existencia.

Incomprensiblemente, fumar a estas edades les da prestigio lo cual aumenta las posibilidades de flirteo -«hacerse el gallito«, ya saben, puro instinto animal-; algunos, por el contrario, aseguran que fumar tranquiliza y les hace pensar mejor; para mayor desesperación otros afirman, ¡era de esperar!, que ni siquiera saben por qué lo hacen. Tres razones falaces para resolver la disonancia cognitiva.

Gritan «¡agua!» con un tono serio, contundente y emocionado por la complicidad del «momento de peligro», cada vez que uno de nosotros se acerca, contraseña que comunica lo perentorio que es deshacerse del tabaco si no desean enfrentarse a medidas punitivas graves. Sin embargo, la verdadera gravedad vendrá después, dentro de unos años, cuando quieran dejar de fumar y contemplen estupefactos y horrorizados el dineral que desembolsan en deteriorar maxmordónicamente su salud.

Me inspiran compasión. Nuestra sociedad les ha engañado, les hemos timado. Y seguimos haciéndolo. Espero que a alguno de ellos no se le ocurra demandar a toda mi generación y a las anteriores por permitir convertirles en enfermos crónicos porque revelaría uno de los mayores fraudes de la historia cometido por la humanidad contra sí misma.

Ustedes entenderán, por aquello de la atracción por lo prohibido, que no se inmuten cuando les decimos que fumar es malo para su salud y que hacerlo dentro del instituto supone la expulsión inmediata. Tampoco parece que las siguientes imágenes les afecten. Si al menos uno de los jóvenes que me leen dejara el vicio habrá merecido la pena escribir este posteo.

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Comentarios

5 respuestas a «Los alumnos fuman»

  1. Es que tal vez la prohibición directa no sea lo adecuado, por lo general los chavales hacen lo prohibido, pero esto no es problema de ahora, cuando yo tenía 14 años cerca del 20% de mis amigos fumaban. A mi jamás me prohibieron fumar, y jamás he encendido un cigarro. Curiosamente en México el porcentaje de de fumadores es mucho menor que en España, pero no sabría bien decir porque.

  2. Dices: «un vicio que ya se ha apoderado de su salud y calidad de vida para el resto de su existencia». ¡Qué exagerado Rafa! Yo he sido fumadora muchos años y hace casi 3 años y medio que dejé de fumar, sin tomar ningún medicamento, sin gastarme ni un duro y sin nada de nada, nada más que mi decisión firme de hacerlo.

    Por cierto, todos los vídeos atemorizadores, todas las prohibiciones y todas esas cosas no sirven para nada mientras uno/a no tenga la convicción de dejar de fumar. Si acaso, para nuestros alumnos y alumnas adolescentes, sirva un poco algo que yo les digo: los besos sin tabaco son mejores, a algunos/as les convence y, además, es cierto, así que…

    Saludos, Montse

  3. En mi propio cuerpo he conocido el daño que nos causa el tabaco. He pasado 5 veces por un quirófano a causa del tabaco. Hace 11 años la última vez. Puede comprenderse que me tomara en serio el modo de educar a mis alumnos para que no fumaran o dejaran de fumar quienes ya lo hacían. Me satisfizo mucho más que cualquier otro pequeño orgullo profesional que muchos de ellos y ellas se dejaran convencer por mí para dejar el tabaco. Era para mí un gran regalo. Porque sé que en ello les iba la vida y la vida es un valor primordial. Yo lo sé. Sé que más del 90 % de los pacientes de cáncer de pulmón lo son por fumar y existen otros muchos otros tipos de tumores desde la boca hasta el ano.
    De esa experiencia concluyo dos cosas fundamentales: Una, nuestros alumnos deben aprender a respetar las leyes que emanan del Parlamento. Esas leyes prohíben fumar en los centros educativos como en otros muchos lugares públicos. Ese aprendizaje debe hacerse indirectamente, sin nombrar el tabaco, de forma transversal en todas las asignaturas y especialmente en Ética, Filosofía y EplCiudadanía.
    Dos, cuando se trate específicamente el tema del tabaquismo, sólo se debe dar información científica contrastada, dejar a los alumnos la libertad de elegir y no querer poner tanto empeño en que deben dejar de fumar por su propio bien que ellos lo interpreten como una imposición excesiva. A mí me ha dado resultado el método de mostrar sin imponer. La narración de un caso concreto de persona que ha enfermado gravemente a causa del tabaco suele dar muy buen resultado. Y mucho más si quien cuenta el caso es el propio alumno. Eso se obtiene con una simple pregunta: ¿Conocéis a alguien cercano, de vuestra familia, enfermo o que haya fallecido por fumar? Ellos contarán la historia y se implicarán más. Por desgracia como se dan muchos casos, en cualquier clase hay varias personas que conocen casos así.
    Por cierto, reconocer que uno ha fumado y ha dejado de fumar y cuáles han sido las razones por las que dejó el tabaco es otro buen camino.
    Saludos
    Pepe

  4. Hola Elregio: Quizá los pobres fumen más para olvidar…

    Hola Montse: Lamentablemente no todo el mundo tiene tu fuerza de voluntad.

    Hola Pepe: Gracias por enriquecer este modesto blog con tu sabiduría.

  5. […] que es así como se aprende ética, aunque también se puede invitar a sabios y a personas que han vivido en primera persona problemas de carácter […]

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