Ayer tuve la suerte de participar en un encuentro del club de lectura de Malagón en la magnífica biblioteca pública de dicha población. En torno a veinte mujeres acudieron allí a las cuatro de la tarde para debatir conmigo sobre Leer El Quijote en Teherán.
A lo largo de las últimas semanas estuvieron leyendo mi libro de forma detenida y comentada semanalmente, lo cual no dejó de preocuparme porque todo aquel que comparte sus letras teme el análisis reflexivo, crítico y despiadado de sus lectores. Fue el caso de algunas de las allí presentes que me plantearon preguntas incisivas pero en absoluto mordaces sino llenas de simpatía.
Pasé una hora y media disfrutando de su pasión por la lectura en un diálogo serio pero distendido, polémico pero confiado y afectuoso; en definitiva, fue una tarde muy gratificante con el colofón final del exquisito queso curado que me regalaron. (Dicho sea de paso: por estas tierras fabrican los mejores quesos del mundo, quienes me lean desde otros países pueden comprobarlo pidiéndomelos -yo me llevaré una comisión, digamos, del 5%).
Bromas aparte, pienso, en la línea habermasiana, que la verdad aflora en el diálogo, en el intercambio de opiniones y de aproximación de posturas. Tras este encuentro me siento más cercano a la verdad. ¡Gracias señoras por haberme regalado una tarde de sabiduría y felicidad!
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