TRAS LA VERGONZOSA ACTUACIÓN DE LOS GOBIERNOS DEL PSOE Y DEL PP DESPUÉS DE LA FECHA DE ESTE ESCRITO MIS PALABRAS CARECEN DE SIGNIFICADO. CUANDO LO ESCRIBÍ NO EXISTÍA EL MOVIMIENTO 15M CON EL QUE ME SIENTO IDENTIFICADO.
Un nuevo escrito recorre impasible la Internet española para depositarse en las cuentas de correo electrónico de los funcionarios y en los tablones de anuncios de los lugares donde trabajan generando un absurdo fervor interno frente a todos aquellos que no pertenecen a la noble estirpe del funcionariado. Cuando lo leí, clavado en un corcho del pasillo del instituto donde trabajo, sentí vergüenza ajena y un impulso irrefrenable para avisar a los incautos de lo falaz del escrito con el fin de que dejen de reproducirla compulsivamente o de que al menos sean conscientes de que, si lo hacen, cooperan con la difamación y la crispación de un país que lo que ahora necesita es arrimar el hombro y dejarse de lamentaciones fuera de lugar y victimismos insolentes.
El libelo infamatorio lo firma un tal Gustavo Vidal Manzanares, en cuyo blog se define como socialista y maestro de la masonería, dos características ambas que debieran ser incompatibles con su lamentable escrito. Ahí va la parrafada de marras que intento refutar a continuación:
En 1956, Dolores Medio escribió “Funcionario público”, novela desgarrada donde se narran las penurias de Pablo Marín, funcionario atado a un sueldo mísero que malvivía en un cuartucho junto a su mujer. Tras las décadas siguientes de desarrollo, la figura del empleado público casi indigente, trasunto del novelón galdosiano, fue poco a poco hundiéndose en el olvido.
Pero en los últimos días se ha babeado de placer ante los ecos de una posible congelación salarial a los funcionarios.
Sin embargo, nada sería más injusto que pasar la factura de la crisis a este colectivo. Así, en los momentos de hervor económico y ladrillazo, un encofrador podía duplicar el sueldo de un Técnico Superior de la Administración , y para conseguir que un albañil viniera a casa había, poco menos, que apuntarse en una lista de espera y cruzar los dedos.
Mientras los funcionarios perdían poder adquisitivo y realizaban malabarismos contables con el sueldo, miles de paletos de eructo, puti club y caspa montaban una constructora y juntaban billetes de quinientos euros como cromos. Legiones de jóvenes abandonaban los estudios y dejaban sus libros escolares criando polvo mientras se pavoneaban en coches refulgentes… ¿los funcionarios? Unos “pringaos, hombre, unos “pringaos”… ¿para qué estudiar?, ¿para qué invertir?, ¿para qué innovar?… “España va bien”.
Y mientras tantos celebraban sus ganancias entre cubatas, risas, rayas de coca y “España va bien”, miles de hombres y mujeres habían inmolado sus mejores años junto a una taza de café cargado, un flexo y un temario de oposiciones. Con los codos clavados en una mesa, viendo la vida desfilar a través del claroscuro de un ventanal, a la espera del momento crucial y temible de los exámenes.
Pues bien, ahora resulta que, los efectos de aquellos excesos han de pagarlos los “privilegiados funcionarios”, precisamente el colectivo que apenas se benefició del auge económico y que, por supuesto, no provocó la crisis. Según ese planteamiento no pidamos cuenta a las entidades bancarias que prestaron dinero sin las debidas garantías.
No pensemos que las ganancias obscenas de la especulación acabaron en paraísos fiscales. No indaguemos en ayuntamientos y comunidades que dilapidaron millones encargando obras absurdas que enriquecieron a empresarios. No, no… todo esto que lo paguen los funcionarios.Sí, los funcionarios, aquellos “pringaos” durante los años del falso esplendor económico.
Sí, el juez que sacrificó como poco cinco años en una oposición terrorífica (aparte de los cinco de carrera) para ganar menos que muchos fontaneros. Sí, los miles de opositores que hubieron de recurrir al Lexatín, el policía que se juega la vida por mil quinientos euros mensuales, el auxiliar que no gana más de novecientos… ¡resulta que estos han de pagar la crisis y son unos “privilegiados”!
1. Los títulos de los libros no se entrecomillan sino que se subrayan o se escriben en cursiva. Esto ya nos pone sobre aviso de las posibles carestías intelectuales de quien escribe; esta falta gramatical es de las que me hacen chirriar los dientes cuando la cometen mis alumnos. (Disculpen la falacia ad hominem).
2. En los años de la posguerra española es más que evidente que los funcionarios públicos vivieran en condiciones lamentables, pero lo verdaderamente doloroso, y el autor demagógicamente lo oculta, son las condiciones en que tenían que salir adelante el resto de trabajadores o los que carecían de empleo, por no hablar de las penosas calamidades que debieron sufrir nuestros emigrantes en Alemania; por nefasto que fuera el cuartucho del funcionario siempre era mucho mejor que la barraca donde se hacinaban los peones españoles que ayudaron a levantar Alemania. Dicho sea de paso, mi abuela fue funcionaria -«maestra nacional»-en los años cincuenta y, comparada con los demás, tuvo una vida buena en esos difíciles años.
3. El autor usa la expresión impersonal «se ha babeado de placer» que es más propia de un paranoico obsesionado con las mentadas de madre y las envidias de los demás y de un arrogante petimetre satisfecho consigo mismo frente a lo que él cree puerilidad de los demás.
4. El autor indica que se «pasa la factura de la crisis a los funcionarios» lo cual es incierto porque la cuenta se carga a todos los españoles -y al resto de ciudadanos del mundo-. Son todos, aunque sin duda unos más que otros, los responsables de haber llevado el sistema al «colapso». No hay nadie a quien no afecte de algún modo la actual coyuntura económica y sospecho que los funcionarios no son los más afectados por las medidas correctoras. No es lícito que el funcionario se apropie de la exclusividad de erigirse en chivo expiatorio necesario para devolver a España a la senda de la prosperidad.
No olviden, funcionarios o no, que fueron ustedes quienes, ignorando las consecuencias de sus actos construyeron la crisis cada vez que solicitaban un préstamo para comprar un piso en la playa o una segunda o tercera vivienda como inversión «segura» para enriquecerse sin dar palo al agua, cada vez que hacían turismo en el extranjero llevando allí las divisas o invertían avariciosamente en bolsa para tratar de enriquecerse durmiendo en la cama, cada vez que llevaban el coche al taller y pedían que no les cobraran el IVA, cada vez que contrataban a alguien para que limpiara su casa o cuidara de sus mayores a cambio de un salario de broma en dinero negro, cada vez que compraban barato en el supermercado ignorando que el bajo precio se debía a la explotación de otros trabajadores, o cada vez que dejaban de comprar una rosa en la floristería de la esquina para pagarse un paquete de tabaco que llevara las ganancias al otro lado del océano para difuminarse en fondos basura. Cuando se hacía todo esto, y mucho más, estábamos convirtiéndonos en cómplices del desastre y sentando las bases, entre todos, de la crisis actual. Por tanto todos somos culpables y, por supuesto, los funcionarios también.
5. Dice el autor que los encofradores han cobrado el doble que los técnicos superiores de la administración. Una sencilla búsqueda en Internet nos arroja que los encofradores con experiencia cobran/cobraban unos 3650 euros al mes y un técnico superior empieza ganando unos 3000. Si hacemos una pertinente corrección sobre el número de horas efectivas trabajadas está claro quién gana bastante más. Desde luego es imposible inferir que los encofradores ganen el doble que los TSA a no ser que la ausencia de conocimientos matemáticos básicos se haya apoderado de uno. De todas formas, ¿qué fundamentaría que un TSA debiera cobrar más?
6. El autor parece dar a entender que los culpables de la crisis no son los funcionarios sino los encofradores (porque ganaban más, lo cual es falso como dijimos en el punto anterior) y los albañiles (porque tenían una lista de espera muy amplia). Si tienen una lista de espera muy amplia quizá sea porque mucha gente, entre ella funcionarios, se apuntaban a ella para comprar pisos, quizá para especular y ganar un dinerillo extra cegados por la codicia y la depravación. Si culpamos al pobre albañil, que cobra/cobraba una cantidad mediocre, es que hemos perdido toda noción de la realidad.
7. El insulto que propala a continuación el autor, incompatible con el principio de la fraternidad masónica de la que se jacta, es injusto por la generalización, malvado por su insensibilidad e ignorante por el desconocimiento de la realidad. El autor quizá haya visto en la televisión reportajes amarillistas y de ahí deduzca que todos los empresarios de la construcción son «puteros» y «guarros», lo cual habla de nuevo de la catadura intelectual del susodicho. Aunque quizá haya empresarios de moral relajada, el mero hecho de emprender es ya todo un logro moral en un país como este donde tener iniciativas es difícil. Supongo que también en el gremio de funcionarios habrá puteros pero eso no significa que etcétera.
8. Con crisis o sin ella siempre ha habido y habrá un alto porcentaje de alumnos que dejen los estudios. Está claro que los que se van siempre son los mismos: quienes tienen problemas económicos en su familias o dificultades intelectuales o psicológicas. Resulta obvio decir que estudiar es más fácil para quienes nacen en familias estructuradas y de cierto nivel económico. El autor parece no comprender la difícil elección que debieron plantearse algunos jóvenes entre seguir estudiando -suponiendo un lastre para sus familias- o trabajar duramente en la construcción para echar una mano en casa.
9. Dice que estos jóvenes que abandonaban los estudios se pavoneaban con coches de lujo. No sé si será cierto, salvo algún niño-de-papá yo no vi a ninguno, quizá una minoría lo hiciera, pero con sus salarios, por altos que fueran, no tenían para coches de lujo: el culpable habría que encontrarlo en los bancos que les daban préstamos. Pero ya sabe, amigo funcionario, los bancos prestaban mucho, por tanto pagaban muchos impuestos y, gracias a ello, nos podían pagar puntualmente al finalizar cada mes. No muerda la mano que le dio de comer y que permitió que le subieran el sueldo año tras año.
10. Muchos funcionarios han pasado sus ¿mejores? años estudiando las oposiciones y muchos otros no-funcionarios también. Durante la etapa de bonanza económica eran miles los que seguían aspirando a ser funcionarios, que estudiaban y se sacrificaban pero que no obtuvieron la plaza porque, por definición, no todos pueden obtenerla. Muchos de estos tuvieron que entregarse, tras sucesivos fracasos opositoriles, a trabajos basura, mal remunerados, ¡y ahora están en el paro! ¡Esos sí que son verdaderas víctimas de la injusticia del sistema de oposiciones y de la crisis económica actual!
11. El autor acusa a los neoliberales de querer que los funcionarios paguen los excesos del pasado. ¿Es el Partido Socialista Obrero Español, con el que el autor parece simpatizar, neoliberal? Es este partido que gobierna el que ha tomado la medida, pero ello no le convierte en neoliberal. Animo al autor a leer algo de filosofía política, a Keynes, a Galbraith y a Giddens para entender algo de la situación actual. La «osadía de la ignorancia» es uno de los grandes males de los que suelo poner sobre aviso en clase. ¿Acaso pretenderá el autor que todos sufran la crisis excepto los funcionarios? ¿Es eso ser socialdemócrata o más bien avaricioso, arrogante e insolidario?
12. Lo de las copas y rayas de coca no merece ser respondido por la demagogia que emana. Eso sí, yo también podría caer en la demagogia diciendo que, como el autor sugiere más adelante, dado que miles de opositores debieron de recurrir al Lexatín, incurrieron en una trampa moralmente objetable por su similitud con doparse en el deporte y una competencia desleal frente a los opositores que no recurrieron a estas drogas-para-aprobar-oposiciones-con-más-facilidad.
13. El autor prosigue aseverando irónicamente que «no pidamos cuenta a las entidades bancarias que prestaron dinero sin las debidas garantías». La lógica incita a continuar la frase con un «ni a los funcionarios ni no-funcionarios que solicitaron dichos préstamos». El banco no da si alguien no pide.
14. A continuación el autor lanza un «no pensemos que las ganancias obscenas de la especulación acabaron en paraísos fiscales». Ahí tiene razón, pero claro, gran parte de la responsabilidad la tienen los funcionarios o no funcionarios que admiran y, por tanto, enriquecen, a empresarios, cantantes y deportistas que se llevan sus ganancias, generadas, entre otras, por el boom de la construcción especulativa, fuera de España.
15. El autor continúa con un «No indaguemos en ayuntamientos y comunidades que dilapidaron millones encargando obras absurdas que enriquecieron a empresarios» a lo que es obvio contestar con un «ni a los miles de trabajadores honrados que las construyeron y pudieron, por tanto, alimentar a sus hijos». También en la educación pública se ha dilapidado -y se dilapida- millones de forma absurda, pero eso es un tema para otro artículo. Perdonen de nuevo la falacia ad hominem.
16. Soslayando lo hiperbólico de afirmar que «los policías se juegan la vida», la verdad es que 1500 euros en un país de mileuristas como este es un dineral; eso sí, no pretendamos viajar al extranjero cada puente o tener dos o tres pisos como parece exigir el funcionario actual basándose en unos derechos adquiridos, según ellos, «con gran dificultad» de los que obcecadamente no piensan renegar aunque sean incapaces de fundamentar por qué ellos se lo merecen y el resto de trabajadores no.
Si estos son los argumentos que lleven a los funcionarios a la huelga el próximo ocho de junio no contarán conmigo, seré un orgulloso esquirol encantado de no ser parte de las fuerzas irracionales, irresponsables e insolidarias que abundan en mi nación. Prefiero razonamientos nobles, sosegados e inteligentes , como los que plantea el economista y profesor Ramón Castro, que creo que son ajenos a huelgas y pataleos, sino que apelan a cambiar las estructuras mismas del sistema económico desde la prudencia y la reflexión.
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