Hace varias semanas unos indeseables concibieron la insensata idea de saltar la valla de mi instituto para arrasar, destrozar y echar a perder el bonito trabajo que Dª Ana, arropada por sus ilusionados alumnos, había venido desempeñando a lo largo de los últimos meses en el huerto. Allí no solo cultivaban verduras, sino valores muy importantes como el compañerismo, la cooperación, la solidaridad, el respeto por el medio ambiente, la dieta equilibrada, etc.
Esos majaderos desconocen el término «humillación» aunque seamos varios profesores los que nos hayamos sentido humillados. Tampoco entienden el verdadero significado de «dolor», «sadismo» ni «sufrimiento gratuito»-puesto que son ignorantes, necios e iletrados. Su inteligencia, por más que les ayudamos a incrementarla en el sistema educativo público, no da para más. Su obra de destrucción no es más que fruto del aburrimiento, se dejaron arrastrar por el tedio que rodea sus insulsas vidas; se convirtieron en víctimas de la estupidez.
Ante estas afrentas el claustro de profesores quedó dolido pero impertérrito. Es inevitable que ante ataques de semejante irracionalidad siempre surja quien apoye medidas disciplinarias exageradas actualizando el manido y aberrante «que paguen justos por pecadores»; antes de enfurecerse y violentarse deberían leer La experiencia totalitaria y El efecto Lucifer. Si nos dejáramos llevar por el espíritu totalitario hundiríamos todo el trabajo que se lleva realizando para inculcar los valores democráticos en nuestros estudiantes. No se puede resolver una afrenta con otra, y mucho menos por parte de quienes deben erigirse en modelos de ciudadanía, como somos los profesores.
Los indeseables seguirán porfiando en la maldad pero ya saben que enfrente encontrarán unidad de acción, como les demostramos en la manifestación de alumnos y profesores que recorrió el pueblo con pancartas como la de la fotografía. Sin duda estamos rodeados de jóvenes cortos de miras, pero son muchos más los decentes y honrados. Hace ya tiempo que conocemos las leyes de la estupidez de Cipolla que nos inmuniza contra los estúpidos:
1. Siempre e inevitablemente cualquiera de nosotros subestima el número de individuos estúpidos en circulación.
2. La probabilidad de que una persona dada sea estúpida es independiente de cualquier otra característica propia de dicha persona.
3. Una persona es estúpida si causa daño a otras personas o grupo de personas sin obtener ella ganancia personal alguna, o, incluso peor, provocándose daño a sí misma en el proceso.
4. Las personas no-estúpidas siempre subestiman el potencial dañino de la gente estúpida; constantemente olvidan que en cualquier momento, en cualquier lugar y en cualquier circunstancia, asociarse con individuos estúpidos constituye invariablemente un error costoso.
5. Una persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que puede existir.
Queridos agresores-estúpidos: no os guardamos rencor, no sois más que pobres víctimas del sistema con graves problemas personales. Lo sabemos. Os comprendemos. Nos despertáis compasión. Pero prestad más atención porque tenemos el remedio contra vuestra indolencia: vivimos en un sistema social y democrático de derecho que nos protege de vosotros y garantiza compensaciones a las víctimas de vuestros horribles actos y castiga a quienes atentan contra la paz. Ya se está tras la pista de los culpables.
Actualización JUNIO de 2011
Doña María ha estado trabajando con sus estudiantes de «diver» en torno a este problema y lo resumen en este interesante vídeo con seriedad y, a la vez, con sentido del humor:
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