Aquella sociedad cuya paz depende de la inercia de unos súbditos que se comportan como ganado, porque sólo saben actuar como esclavos, merece más bien el nombre de soledad que de sociedad. (Spinoza, Tratado político, V, 4).
Voto a «Ciudadanos en blanco«, no me queda otra opción ética tras revisar detenidamente el espectro político que se me oferta entre demagógicas consignas y cancioncillas ingeniosas, emotivas y falaces de quienes desean medrar a costa del voto manipulado de los demás. Tampoco puedo montar un partido político, cuya máxima sea la honradez, la decencia y el fomento del apoyo mutuo, porque me falta dinero, amigos «poderosos» y tiempo libre que prefiero dedicar a mejorar mi labor docente. No me considero un antisistema, ¡por Tutatis que soy profesor! Sin embargo no puedo seguir imperturbable ante el dolor ajeno y a la indecencia de los cargos públicos que se nombran entre ellos a dedo y permanecen sine die merced a sus fortalezas estomacales y psicopatías varias haciendo el juego sucio a los banqueros. Me queda bastante claro que los antisistema son realmente esos gerifaltes que luchan denodadamente por transformar a la sociedad en soledad.
Aunque me están vedadas las cloacas del poder para entender las fuerzas que determinan la aberrante coyuntura actual, ya me va quedando claro (¡qué ingenuo he sido todo este tiempo!) que los políticos que tenemos, de izquierdas y de derechas, son burdos lacayos de la banca que ha construido el gran fraude piramidal europeo a costa de ciudadanos ignorantes y bobalicones como yo mismo. Me engañaron una vez así que ahora se quedan sin mi voto que daré a unos ciudadanos que se han comprometido a que en el mismo acto de posesión de su cargo renuncien al mismo.
Los dos partidos con mayor solvencia económica de mi ciudad, Ciudad Real, y mi región, Castilla-La Mancha, son los únicos con posibilidades reales de gobernar. Aciertan los que anteayer gritaban en la manifestación «¡PSOE y PP la misma mierda es!»; fue un acontecimiento en mayúsculas ignorado por los mass media. Dichos partidos han dispuesto de una cartelería que ensucia las calles a sabiendas de que el elector votará sus caras sonrientes y una proclama ingeniosa. Ni siquiera han propuesto un programa político más allá de panfletillos generales y mentirosos; además, cuando uno lo solicita educadamente a través de su web, no se dignan a contestar. Más vomitivo si cabe: el PSOE de Castilla-La Mancha parece que oculta su propio logotipo de los carteles como estrategia política y el PP aparcó provocadoramente su autobús electoral en pleno trayecto de nuestra manifestación de Democracia Real Ya acordado desde hace muchos días.
Cierto es que mi postura hastiada es más intelectual que práctica y que la paradoja de Arrow pesa como una losa pero ante la ineficacia de la política realmente existente me decanto por una ineficacia que al menos sea ética. Es más, la ineficacia ética, la utopía, está cargada de una fuerza constructiva que puede aplacar por un tiempo el sistema de convivencia que han construido estos tipos mediocres -pero adinerados- en el que al ciudadano normal le resulta realmente embarazoso ser buena persona. Esta sociedad nefanda -por injusta– dificulta a uno mantener la entereza moral lo cual nos deshumaniza.
Me entusiasma ver la acampada que han organizado en la Puerta del Sol de Madrid y me irrita hasta el desprecio más absoluto observar cómo las fuerzas de seguridad los han disuelto, en lo que es una reminiscencia de lo que acontece en Oriente Próximo. Es momento de dar al botón que reinicie el sistema. El descrédito de la política va más allá del tópico quejumbroso contra los políticos. Yo ya estoy harto y desde mi modesta posición social me niego a seguir siendo parte del circo.
Les dejo con el manifiesto de «Democracia Real Ya» y el discurso de Carlos Taibo. Lo explican mucho mejor que yo.
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