Las formas de protesta deben «involucrar a muchas personas, utilizar tácticas radicales, o bien, ser particularmente innovadoras». Pero la novedad se agota pronto, y la radicalidad provoca con facilidad la acusación de extremismo y fanatismo: de manera que, por un lado, los grandes medios sensibles a una causa tienden a estigmatizar de inmediato «las acciones más radicales» y, por el otro, «las acciones más moderadas», que generan las mayores simpatías, raramente sobrepasan el umbral de la «noticiabilidad» que las haría interesantes para los medios». Más lejanas aún de este umbral están las razones profundas de la protesta, que en el mejor de los casos son presentadas por los medios en la forma de eslóganes. Y aunque los líderes más conscientes de los movimientos de protesta conozcan bien los mecanismos de comunicación de masas y puedan hacer su juego, lo cierto es que la última palabra, la carta ganadora, se la guardan habitualmente las personas que controlan los medios.
Ermanno Vitale, Defenderse del poder, Trotta, Madrid, 2012, p. 69.
Pensaba en estas palabras antes de que la redactora del programa de televisión en el que me descamisé durante la grabación para mostrar la camiseta de la marea verde me explicara que la razón para no emitirlo hoy, como estaba programado, es porque se ha retrasado una semana por la alteración provocada por la huelga del 29M en la que emocionantemente (eso lo digo yo) Telemadrid no emitió absolutamente nada, viéndose obligados a reprogramar el resto de semanas.
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