Es lógico pensar que para que un artículo tenga éxito y se expanda masivamente por las redes sociales es preciso hablar de sexo, difamar a alguien o humillarse públicamente confesando cualquier aberrante pecado; también ayuda contar con muchos amigos virtuales que lean a uno por compromiso (hoy te retuiteo yo y mañana lo harás tú y si no te hago “anfolou”). Los artículos serios, técnicos y sistemáticos no suelen despertar un amplio interés más allá del de un escaso público también serio, técnico y sistemático. Los demás piden -¿pedimos?- brevilocuencia o -si nos interesa el artículo pero en ese momento carecemos de disposición de ánimo para concentrarnos en tan exigente lectura- lo postergamos, ignorando que postergar en la era de internet significa olvidar para siempre.
Además los algoritmos de Google, Facebook, Twitter y Amazon establecen las nuevas relaciones de poder de la humanidad al decidir los nombres de las nuevas elites. Continuar leyendo en MiCR
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