23. El desarrollo contemporáneo del feminismo: Simone de Beauvoir

¡Hola a todos! Hoy vamos a hablar de un tema súper importante y que ha marcado un antes y un después en la forma en que entendemos la sociedad, la identidad y las relaciones de género: el feminismo contemporáneo, centrándonos en una figura clave: Simone de Beauvoir.

Para entender a de Beauvoir, es importante saber que el feminismo no es algo monolítico, sino que ha tenido diferentes etapas y corrientes. Antes de ella, ya existía lo que a menudo se llama la «primera ola» (enfocada en el sufragio y los derechos civiles) y la «segunda ola» que ella misma ayuda a inaugurar, centrándose en la liberación sexual, reproductiva y en la crítica a las estructuras patriarcales.

Simone de Beauvoir (1908-1986): La gran filósofa del feminismo

Simone de Beauvoir fue una filósofa, escritora y activista francesa, compañera de vida de Jean-Paul Sartre (del que hablamos antes), y una de las figuras más influyentes del siglo XX. Su obra cumbre, «El Segundo Sexo» (1949), es considerada la biblia del feminismo moderno.

El contexto: posguerra y existencialismo

Para entender a De Beauvoir, hay que recordar el contexto:

  1. Posguerra. Europa se estaba recuperando de las Guerras Mundiales. Había una necesidad de repensar la sociedad y los valores.
  2. Existencialismo. De Beauvoir estaba profundamente influenciada por el existencialismo de Sartre, especialmente por la idea de que «la existencia precede a la esencia». Esto significa que no nacemos con un destino o una «naturaleza» preestablecida; nos creamos a nosotros mismos a través de nuestras elecciones y acciones.

«No se nace mujer, se llega a serlo»

Esta es la frase más famosa y revolucionaria de «El Segundo Sexo». ¿Qué significa?

  • Crítica a la determinación biológica. De Beauvoir argumenta que ser mujer no es simplemente una cuestión biológica (tener ciertos órganos, cromosomas, etc.). Si bien reconoce las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, su punto central es que estas diferencias no justifican ni determinan el rol social, psicológico o intelectual que se le asigna a una mujer.
  • Género vs. sexo. Aquí es donde se establece una distinción fundamental que sentó las bases para el concepto moderno de género.
    • Sexo. Se refiere a las características biológicas.
    • Género. Se refiere a las construcciones sociales, culturales y psicológicas que una sociedad atribuye a lo que significa ser «hombre» o «mujer». Es decir, los roles, expectativas, comportamientos y características que se nos enseñan y se nos imponen desde que nacemos por el hecho de tener un sexo u otro.
  • El proceso de «llegar a ser». Desde que una niña nace, la sociedad la moldea para que se ajuste al rol de «mujer» que esa sociedad ha construido. Se le enseña cómo vestirse, cómo hablar, qué intereses tener, qué aspiraciones son «apropiadas», cómo debe comportarse en las relaciones, etc. Este proceso de socialización es lo que hace que «se llegue a ser mujer», no el simple hecho de nacer con órganos femeninos.
    • Ejemplo: A un niño se le regalan camiones y se le anima a ser fuerte e independiente. A una niña se le regalan muñecas y se le anima a ser cuidadosa y a cuidar de los demás. Estas no son «esencias» innatas, sino roles aprendidos.

La mujer como «el otro»

Otra idea central de De Beauvoir es que la mujer ha sido históricamente definida como «el otro» en relación con el hombre, que es considerado el «sujeto» o la norma universal.

  • El Hombre como norma. En una sociedad patriarcal, el hombre se posiciona como el centro, la medida de todo. Su experiencia, su forma de ser, sus características son consideradas universales o lo «normal».
  • La mujer como desviación. La mujer, en cambio, es definida no por sí misma, sino por su relación con el hombre: es la esposa de, la madre de, la hija de, la compañera de. Se la percibe como una desviación de la norma masculina, como algo secundario, como «lo que no es hombre».
    • Ejemplo: Piensen en cómo se usan a veces los pronombres o los términos. «El hombre» a menudo se usa para referirse a toda la humanidad, mientras que «la mujer» es la categoría específica. O en los estereotipos: el hombre es activo, la mujer es pasiva; el hombre es racional, la mujer es emocional.

¿Piensas que solo hay dos sexos, como dice la ciencia o, por el contrario, discrepas de la ciencia para asegurar que hay más sexos? ¿Piensas que alguien puede nacer mujer y luego convertirse en hombre o viceversa? Investiga sobre el movimiento «woke» y el movimiento «queer» y piensa si estás de acuerdo con ambos o si son modas irracionales.

La trascendencia y la inmanencia

De Beauvoir utiliza estos conceptos existencialistas para analizar la situación de la mujer:

  • Trascendencia. Es la capacidad de los seres humanos de ir más allá de su situación actual, de proyectarse en el futuro, de crear, de elegir, de ser libres y de construir un significado para su vida. Es la actividad, la acción, el proyecto.
  • Inmanencia. Es quedarse en la situación dada, vivir en la repetición, en la pasividad, sin proyectarse o crear. Es la mera existencia sin auténtica libertad.

De Beauvoir argumenta que, históricamente, al hombre se le ha permitido y animado a la trascendencia (ser creador, activo, aventurero, pensador, político), mientras que a la mujer se la ha relegado a la inmanencia (las tareas del hogar, el cuidado de los hijos, la belleza, la esfera privada), impidiéndole desarrollar plenamente su libertad y su proyecto vital.

El mito de la «eterna femenina»

De Beauvoir critica los mitos y estereotipos sobre la mujer (la mujer como misterio, la mujer como tentación, la mujer como débil, etc.) que la reducen a una serie de cualidades fijas y universales. Estos mitos sirven para justificar su posición subordinada y para negar su libertad individual.

¿Las diferencias entre hombres y mujeres se deben fundamentalmente a la biología o a la cultura? La ciencia dice, a diferencia de lo que afirma Beauvoir, que se deben a la biología ¿tú qué piensas?

¿Cómo alcanzar la liberación?

Para De Beauvoir, la liberación de la mujer no es solo una cuestión de obtener derechos legales (que son importantes), sino de una transformación más profunda. Implica:

  1. Conciencia. Que las mujeres tomen conciencia de su situación de «Otro» y de cómo han sido construidas socialmente.
  2. Actuar. Asumir su libertad y su responsabilidad existencial, trascendiendo los roles impuestos y definiéndose a sí mismas a través de sus propios proyectos y acciones.
  3. Independencia económica. Es crucial para que las mujeres puedan tener autonomía y dejar de depender del hombre.
  4. Educación. Fundamental para expandir sus horizontes y posibilidades.

Influencia

El segundo sexo fue un terremoto intelectual y sigue siendo una obra fundamental.

  • Fundamento del feminismo de segunda ola. Sus ideas fueron la base para el movimiento feminista de los años 60 y 70, que luchó por la igualdad en el trabajo, la educación, los derechos reproductivos y contra la violencia de género.
  • Concepto de género: Prácticamente inventó la distinción entre sexo y género, que hoy damos por sentada en muchos ámbitos.
  • Análisis profundo. Su análisis de la opresión de la mujer no se queda en lo superficial, sino que examina las raíces filosóficas, históricas, psicológicas y sociales de esta opresión.

Fragmento de El segundo sexo

Sin duda, el marido o el amante se irritan ante las taras de la mujer singular con la cual viven; sin embargo, al ensalzar los encantos de la feminidad en general, la consideran inseparable de sus taras. Si la mujer no es pérfida, fútil, cobarde, indolente, pierde su seducción. En Casa de muñecas, Helmer explica hasta qué punto el hombre se siente justo, fuerte, comprensivo e indulgente cuando perdona a la débil mujer sus faltas pueriles. Así, a los maridos de Bernstein los enternece -con la complicidad del autor- la mujer ladrona, malvada, adúltera, al inclinarse sobre ella con indulgencia, miden toda su propia y viril sabiduría. Los racistas norteamericanos y los colonos franceses desean también que el negro se muestre vividor, holgazán y embustero: así demuestra su indignidad, así pone la justicia del lado de los opresores; si se obstina en ser honesto y leal, se le mira como a un mala cabeza. Los defectos de la mujer se exageran tanto más cuanto que ella no tratará de combatirlos, sino que, por el contrario, hará de ellos adorno.
Recusando los principios lógicos y los imperativos morales, escéptica ante las leyes de la Naturaleza, la mujer carece del sentido de lo universal; el mundo se le aparece como un confuso conjunto de casos singulares; por eso cree más fácilmente en los chismes de la vecina que en una exposición científica; sin duda, respeta el libro impreso, pero ese respeto resbala a lo largo de las páginas escritas sin prenderse en el contenido: por el contrario, la anécdota contada por un desconocido en una «cola» o en un salón adquiere inmediatamente una aplastante autoridad; en su dominio, todo es magia; fuera, todo es misterio; no conoce el criterio de lo verosímil; solamente la experiencia inmediata conquista su convicción: su propia experiencia o la de otro, siempre que la afirme con suficiente fuerza. En cuanto a ella, y puesto que, aislada en su hogar, no se confronta activamente con las otras mujeres, se considera espontáneamente como un caso singular; siempre espera que el destino y los hombres hagan una excepción en su favor; mucho más que en los razonamientos valederos para todos, ella cree en las iluminaciones que descienden sobre ella; admite fácilmente que le son enviadas por Dios o por algún oscuro espíritu del mundo; de algunas desgracias y accidentes, piensa con tranquilidad: «A mí no me ocurrirá eso»; a la inversa, se imagina que «harán una excepción conmigo»: tiene el gusto del favor especial; el comerciante le hará una rebaja, el agente la dejará pasar aunque no lleve pase; le han enseñado a sobreestimar el valor de su sonrisa y se ha olvidado decirle que todas las mujeres sonríen. No es que ella se considere más extraordinaria que su vecina: es que no se compara; por la misma razón, es raro que la experiencia le inflija un mentís: sufre un fracaso, otro, pero no los totaliza.
Por eso, las mujeres no logran construir sólidamente un «contrauniverso» desde el cual pudieran desafiar a los varones; esporádicamente, despotrican contra los hombres en general, se cuentan historias de alcoba y de partos, se comunican horóscopos y recetas de belleza. Mas, para construir verdaderamente ese «mundo del resentimiento» que su rencor desea, carecen de convicción; su actitud con respecto al hombre es demasiado ambivalente. En efecto, el hombre es un niño, un cuerpo contingente y vulnerable, es un ingenuo, un abejorro importuno, un tirano mezquino, un egoísta, un vanidoso; pero también es el héroe libertador, la divinidad que dispensa los valores. Su deseo es un apetito grosero; sus abrazos, una servidumbre degradante; sin embargo, el ardor y la potencia viril aparecen también como una energía demiúrgica. Cuando una mujer dice con éxtasis: «¡Es un hombre!», evoca a la vez el vigor sexual y la eficiencia social del varón al que admira: en uno y otra se expresa la misma soberanía creadora; no se imagina que sea un gran artista, un gran hombre de negocios, un general, un jefe, si no es un amante poderoso: sus triunfos sociales siempre tienen un atractivo sexual; inversamente, está dispuesta a reconocerle genio al varón que la satisface. Por lo demás, es un mito masculino el que ella toma aquí. Para Lawrence y para tantos otros, el falo es a la vez una energía viviente y la trascendencia humana. Así, la mujer puede ver en los placeres del lecho una comunión con el espíritu del mundo.

Enlace a «La rumba de Beauvoir, The Socra3»

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