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Crepúsculo de los ídolos. “La Razón en la Filosofía”, (traducción, introducción y notas de Andrés Sánchez Pascual), Alianza Editorial, Madrid, 2000, pp. 45-50.
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¿Me pregunta usted qué cosas son idiosincrasia en los filósofos? Por ejemplo, su falta de sentido histórico, su odio a la noción misma de devenir, su egipticismo. Los filósofos creen otorgar un honor a una cosa cuando la deshistorizan, sub specie aeterni [desde la perspectiva de lo eterno], -cuando hacen de ella una momia. Todo lo que los filósofos han venido manejando desde hace milenios fueron momias conceptuales; de sus manos no salió vivo nada real. Matan, rellenan de paja, esos señores idólatras de los conceptos, cuando adoran, -se vuelven mortalmente peligrosos para todo, cuando adoran. La muerte, el cambio, la vejez, así como la procreación y el crecimiento son para ellos objeciones, -incluso refutaciones. Lo que es no deviene; lo que deviene no es… Ahora bien, todos ellos creen, incluso con desesperación, en lo que es. Mas como no pueden apoderarse de ello, buscan razones de por qué se les retiene. “Tiene que haber una ilusión, un engaño en el hecho de que no percibamos lo que es: ¿dónde se esconde el engañador? – Lo tenemos, gritan dichosos, ¡es la sensibilidad! Estos sentidos, que también en otros aspectos son tan inmorales, nos engañan acerca del mundo verdadero. Moraleja.: deshacerse del engaño de los sentidos, del devenir, de la historia [Historie], de la mentira, -la historia no es más que fe en los sentidos, fe en la mentira. Moraleja: decir no a todo lo que otorga fe a los sentidos, a todo el resto de la humanidad: todo él es “pueblo”. ¡Ser filósofo, ser momia, representar el monótono-teísmo con una mínima de sepulturero! – ¡Y, sobre todo, fuera el cuerpo, esa lamentable idée fixe [idea fija] de los sentidos!, ¡sujeto a todos los errores de la lógica que existen, refutado, incluso imposible, aun cuando es lo bastante insolente para comportarse como si fuera real!…”
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Pongo a un lado, con gran reverencia, el nombre de Heráclito. Mientras que el resto del pueblo de los filósofos rechazaba el testimonio de los sentidos porque éstos mostraban pluralidad y cambio, él rechazó su testimonio porque mostraban las cosas como si tuviesen duración y unidad. También Heráclito fue injusto con los sentidos. Éstos no mienten ni del modo como creen los eleatas ni del modo como creía él, -no mienten de ninguna manera. Lo que nosotros hacemos de su testimonio, eso es lo que introduce la mentira, por ejemplo la mentira de la unidad, la mentira de la coseidad, de la substancia, de la duración… La “razón” es la causa de que nosotros falseemos el testimonio de los sentidos. Mostrando el devenir, el perecer, el cambio, los sentidos no mienten… Pero Heráclito tendrá eternamente razón al decir que el ser es una ficción vacía. El mundo “aparente” es el único: el “mundo verdadero” no es más que un añadido mentiroso…
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-¡Y qué sutiles instrumentos de observación tenemos en nuestros sentidos! Esa nariz, por ejemplo, de la que ningún filósofo ha hablado todavía con veneración y gratitud, es hasta este momento incluso el más delicado de los instrumentos que están a nuestra disposición: es capaz de registrar incluso diferencias mínimas de movimiento que ni siquiera el espectroscopio registra. Hoy nosotros poseemos ciencia exactamente en la medida en que nos hemos decidido a aceptar el testimonio de los sentidos, -en que hemos aprendido a seguir aguzándolos, armándolos, pensándolos hasta el final. El resto es un engendro y todavía-no-ciencia: quiero decir, metafísica, teología, psicología, teoría del conocimiento. O ciencia formal, teoría de los signos: como la lógica, y esa lógica aplicada, la matemática. En ellas la realidad no llega a aparecer, ni siquiera como problema; y tampoco como la cuestión de qué valor tienen en general ese convencionalismo de signos que es la lógica.-
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La otra idiosincrasia de los filósofos no es menos peligrosa: consiste en confundir lo último y lo primero. Ponen al comienzo, como comienzo, lo que viene al final -¡por desgracia!, ¡pues no debería siquiera venir!-, los “conceptos supremos”, es decir, los conceptos más generales, los más vacíos, el último humo de la realidad que se evapora. Una vez más esto es sólo expresión de su modo de venerar: a lo superior no le es lícito provenir de lo inferior, no le es lícito provenir de nada… Moraleja: todo lo que es de primer rango tiene que ser causa sui [causa de sí mismo]. El hecho de proceder de algo distinto es considerado como una objeción, como algo que pone en entredicho el valor. Todos los valores supremos son de primer rango, ninguno de los conceptos supremos, lo existente, lo incondicionado, lo bueno, lo verdadero, lo perfecto -ninguno de ellos puede haber devenido, por consiguiente tiene que ser causa sui. Mas ninguna de esas cosas puede ser tampoco desigual una de otra, no puede estar en contradicción consigo misma… Con esto tienen los filósofos su estupendo concepto “Dios”… Lo último, lo más tenue, lo más vacío es puesto como lo primero, como causa en sí, como ens realissimum [ente realísimo]…¡Que la humanidad haya tenido que tomar en serio las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas! – ¡Y lo ha pagado caro!…
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Contrapongamos a esto, por fin, el modo tan distinto como nosotros ( – digo nosotros por cortesía…) vemos el problema del error y de la apariencia. En otro tiempo se tomaba la modificación, el cambio, el devenir en general como prueba de apariencia, como signo de que ahí tiene que haber algo que nos induce a error. Hoy, a la inversa, en la exacta medida en que el prejuicio de la razón nos fuerza a asignar unidad, identidad, duración, substancia, causa, coseidad, ser, nos vemos en cierto modo cogidos en el error, necesitados al error, aun cuando, basándonos en una verificación rigurosa, dentro de nosotros estemos muy seguros de que es ahí donde está el error. Ocurre con esto lo mismo que con los movimientos de una gran constelación: aquí el error tiene como abogado permanente a nuestro ojo; allí, a nuestro lenguaje. Por su génesis el lenguaje pertenece a la época de la forma más rudimentaria de psicología: penetramos en un fetichismo grosero cuando cobramos consciencia de los presupuestos básicos de la metafísica del lenguaje, dicho con claridad: de la razón. Ese fetichismo ve en todas partes agentes y acciones: cree que la voluntad es la causa en general; cree en el “yo”, cree que el yo es un ser, que el yo es una substancia, y proyecta sobre todas las cosas la creencia en la substancia-yo- así es como crea el concepto “cosa”… El ser es añadido con el pensamiento, es introducido subrepticiamente en todas partes como causa; del concepto “yo” es del que se sigue, como derivado, el concepto “ser”… Al comienzo está ese error grande y funesto de que la voluntad es algo que causa efectos, -de que la voluntad es una facultad… Hoy sabemos que no es más que una palabra… Mucho más tarde, en un mundo mil veces más ilustrado, llegó a la consciencia de los filósofos, para su sorpresa, la seguridad, la certeza subjetiva en el manejo de las categorías de la razón: ellos sacaron la conclusión de que esas categorías no podían proceder de la empiria, -la empiria entera, decían, está, en efecto, en contradicción con ellas. ¿De dónde proceden, pues? -Y tanto en India como en Grecia se cometió el mismo error: “nosotros tenemos que haber habitado ya alguna vez en un mundo más alto (-en lugar de en un mundo mucho más bajo: ¡lo cual habría sido la verdad!), nosotros tenemos que haber sido divinos, ¡pues poseemos la razón!”. De hecho, hasta ahora nada ha tenido una fuerza persuasiva más ingenua que el error acerca del ser, tal como fue formulado, por ejemplo, por los eleatas: ¡ese error tiene en favor suyo, en efecto, cada palabra, cada frase que nosotros pronunciamos! – También los adversarios de los eleatas sucumbieron a la seducción de su concepto de ser: entre otros Demócrito, cuando inventó su átomo… La “razón” en el lenguaje: ¡oh, qué vieja hembra engañadora! Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática…
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Se me estará agradecido si condenso un conocimiento tan esencial, tan nuevo, en cuatro tesis: así facilito la comprensión, así provoco la contradicción.
Primera tesis. Las razones por las que “este” mundo ha sido calificado de aparente fundamentan, antes bien, su realidad, – otra especie distinta de realidad es absolutamente indemostrable.
Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido asignados al “ser verdadero” de las cosas son los signos distintivos del no-ser, de la nada, -poniéndolo en contradicción con el mundo real es como se ha construido el “mundo verdadero”: un mundo aparente de hecho, en cuanto es meramente una ilusión óptico-moral.
Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de “otro” mundo distinto de éste no tiene sentido, presuponiendo que en nosotros no domine un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la fantasmagoría de “otra” vida distinta de ésta, “mejor” que ésta.
Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo “verdadero” y en un mundo “aparente”, ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la décadence, – un síntoma de vida descendente… El hecho de que el artista estime más la apariencia que la realidad no constituye una objeción contra esta tesis. Pues “la apariencia” significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada, reforzada, corregida… El artista trágico no es un pesimista, -dice precisamente sí incluso a todo lo problemático y terrible, es dionisíaco…

Explicación del texto
Prepárense para flipar. Van a leer a Nietzsche, el tipo del bigote más famoso de la filosofía, y básicamente se va a dedicar a romper todo lo que les han contado en clase de filosofía hasta ahora.
Este texto de El crepúsculo de los ídolos se llama «La ‘razón’ en la filosofía», y es básicamente Nietzsche cogiendo el micrófono y soltando un roast épico a todos los filósofos anteriores.
Vamos a traducirlo a un idioma que todos entendamos.
1. Los filósofos son taxidermistas de conceptos (¡qué grima!)
¿Saben qué les pasa a los filósofos? Que odian la vida. Odian el cambio, el ‘devenir’. Son ‘egipcistas’. Creen que le hacen un honor a algo cuando lo ‘deshistorizan’, lo sacan del tiempo y lo convierten en una… ¡momia!»
Traducción para adolescentes
Nietzsche está diciendo que los filósofos son como esos tíos raros que coleccionan mariposas muertas. Ven algo vivo, real y en movimiento (como el amor, el caos de un sábado noche, o la vida misma) y dicen: «¡Qué asco, se mueve! ¡Está cambiando! ¡Rápido, matémoslo, saquémosle las tripas y rellenémoslo de paja para que se quede quieto y ‘perfecto’ para siempre!».
A eso lo llaman «conceptos» o «ideas eternas» (hola, Platón).
Estos tíos odian el mundo real. ¿Por qué? Porque en el mundo real la gente nace, envejece, cambia de opinión y… procrea (¡horror!). Todo lo que sea vivo, caótico y corporal les parece un «error» o una «objeción».
Su lema es: «Lo que es de verdad (el ‘Ser’), no puede cambiar. Y si algo cambia (como… todo lo que ves), entonces no es ‘de verdad’».
Como no pueden soportar el mundo real (el que ven, oyen y tocan), se inventan una excusa. Gritan: «¡Nos están engañando! ¡Es culpa de… los sentidos! ¡Esos ojos y oídos inmorales nos mienten sobre el ‘mundo verdadero’!»
Moraleja del filósofo-momia: «Hay que deshacerse de los sentidos, del cuerpo (¡esa ‘idea fija’ asquerosa!) y del cambio. ¡Seamos momias intelectuales!»
2. El «shout-out» a Heráclito y el giro de guion
Pongo a un lado, con reverencia, a Heráclito. Él sí molaba. Pero… él también se equivocó. Los otros (los Eleatas) decían ‘los sentidos mienten porque muestran cambio’. Heráclito decía ‘los sentidos mienten porque muestran cosas quietas’ (cuando todo fluye). ¡Pero los sentidos NO MIENTEN!
Traducción:
Nietzsche hace una pausa para decir: «Vale, Heráclito (el del ‘todo fluye’) era el único que tenía algo de flow». Pero hasta él se pasó de frenada.
Spoiler alert de Nietzsche: ¡Los sentidos no mienten! Tus ojos ven lo que ven. Tus oídos oyen lo que oyen. El problema no son los sentidos. El problema es lo que nuestra «RAZÓN» hace con esa información.
Nuestra «razón» es la que mira un montón de datos sensoriales y dice: «Ah, eso es una ‘silla’» (imponiendo la mentira de la «unidad», la «cosa», la «sustancia»). Los sentidos solo te muestran un montón de colores, formas y texturas cambiando.
El puñetazo de Nietzsche. El «mundo aparente» (este, el que tocas) es el ÚNICO mundo. El «mundo verdadero» (el de las momias perfectas y eternas) es el fake, es el bootleg, «no es más que un añadido mentiroso».
3. ¡Viva la nariz! (en serio)
¡Y qué pedazo de instrumentos son los sentidos! ¡La nariz, por ejemplo! Nadie le ha dado las gracias a su nariz, ¡y es más delicada que un espectroscopio! La ciencia es ciencia precisamente porque aprendimos a fiarnos de los sentidos y a mejorarlos (con microscopios, etc.).
Traducción
Nietzsche se pone en modo tech-reviewer. «¡Tío, tus sentidos son hardware de alta gama!». Literalmente dice que la nariz es un instrumento científico brutal.
La ciencia mola porque, en lugar de quejarse de los sentidos, dijo: «Vale, mis ojos ven hasta aquí. Voy a construir un telescopio para ver más lejos». La ciencia arma y piensa hasta el final lo que dicen los sentidos.
El resto (metafísica, teología… y sí, gran parte de la filosofía) es, para Nietzsche, «todavía-no-ciencia». Es como jugar con las reglas (lógica, mates) sin tocar nunca la realidad del juego.
4. El error de poner el «humo» al principio
Otra manía peligrosa: confunden lo último con lo primero. Ponen al principio lo que viene al final: los ‘conceptos supremos’, los más generales, los más vacíos, ‘el último humo de la realidad que se evapora’.
Traducción
Esto es clave. Los filósofos se montan la película al revés.
- Realidad: Ves 100 cosas buenas (ayudar a un amigo, una buena comida, un temazo).
- Abstracción (el final): Tu cerebro resume todo eso en un concepto vacío: «Lo Bueno».
- El error del filósofo: ¡Pone «Lo Bueno» (ese humo, ese concepto vacío) al principio! Y dice: «Las cosas son buenas porque ‘participan’ del concepto supremo de ‘Lo Bueno’».
Hacen lo mismo con «Dios». En vez de ser la idea más abstracta y vacía a la que llegamos al final, la ponen al principio como la causa de todo.
El insulto de Nietzsche: Dice que la humanidad se ha tomado en serio «las dolencias cerebrales de unos enfermos tejedores de telarañas». (O sea, los está llamando flipados enfermos).
5. ¡Estamos atrapados por la gramática!
Hoy vemos el error al revés. El error no es el cambio. El error es cuando la razón nos fuerza a ver ‘unidad’, ‘identidad’, ‘sustancia’. ¿Y saben quién tiene la culpa? ¡El LENGUAJE! … Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática…
Traducción
Este es el mind-blown total. Nietzsche dice que estamos programados para pensar mal por culpa de nuestro propio idioma.
El lenguaje tiene una estructura básica: Sujeto – Verbo – Objeto.
Analicemos la frase: «El rayo cae». La gramática nos obliga a pensar que hay una «cosa» (un sujeto, «el rayo») que hace una acción (un verbo, «cae»).
Nietzsche diría: «¡No! ¡Eso es mentira! No hay un ‘rayo’ separado de ‘caer’. ¡Solo hay un ‘caer-luminoso’, un proceso, un devenir!»
El peor de todos es el pronombre «Yo». Decimos: «Yo pienso». La gramática nos engaña. Nos hace creer que hay un «Yo» (un alma, una sustancia, un ser) que es el agente que hace la acción de «pensar». Nietzsche diría: «No. Solo hay ‘pensamiento’. El ‘Yo’ es una ficción que añadimos después».
La frase mortal: «No vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática». Mientras sigamos buscando un sujeto («Dios») que haga un verbo («crear») a un objeto («el mundo»), seguiremos atrapados en la metafísica. ¡La gramática es el bug original!
6. Las 4 tesis
Les voy a resumir mi genialidad en cuatro puntos, para que les sea fácil entenderme (o contradecirme, pringaos).
Traducción
- TESIS 1: Todas las razones por las que llamaron «falso» a este mundo (porque cambia, es caótico, es sensorial) son, en realidad, las pruebas de que es el único mundo real.
- TESIS 2: Todas las características que le pusieron al «mundo verdadero» (perfecto, eterno, inmóvil) son las características de la nada, del no-ser. Se inventaron un mundo fake solo para poder insultar a este.
- TESIS 3: Inventar «otro mundo» (el cielo, el mundo de las ideas) no tiene sentido. A menos que seas un hater de la vida y quieras «vengarte» de ella inventándote una «vida mejor» en otro lado.
- TESIS 4: Dividir el mundo en «Verdadero» y «Falso» (como hacen Platón, el cristianismo o Kant) es un síntoma de décadence. Es una señal de que estás cansado, de que tu vida va cuesta abajo.
(Bonus track para artistas): El artista (como un director de cine o un músico) que juega con la «apariencia» no es un pesimista. Al contrario. El artista trágico mira este mundo caótico, terrible y maravilloso, y dice: «¡SÍ! ¡Dame más! ¡Incluso lo que duele!». Eso es ser dionisíaco.
Nietzsche te invita a dejar de adorar momias conceptuales, a fiarte de tus sentidos (¡saluda a tu nariz!), a desconfiar de la gramática y, sobre todo, a decir un «SÍ» gigante a este mundo, que es el único que hay. ¡A vivir!
Preguntas para el debate
¿Confiamos en los sentidos o en la razón? Nietzsche da un giro total y dice que los sentidos son nuestros mejores amigos y que la «razón» es la que nos miente (creando «cosas», «sustancias», «unidades» que no existen). En tu día a día, ¿en quién confías más? ¿Tus sentidos te han engañado alguna vez, o ha sido tu «razón» (tus prejuicios, tus ideas fijas) la que te ha hecho interpretar mal lo que veías?
¿Inventar «otro mundo» es de haters? Nietzsche afirma que inventar un «mundo verdadero» (el Cielo, el mundo de las Ideas de Platón, etc.) es un síntoma de décadence, de odio a esta vida. ¿Estás de acuerdo? ¿Creer en un «más allá» o en una «realidad superior» nos ayuda a vivir mejor, o es una forma de «venganza» contra este mundo imperfecto y caótico?
¿Estamos atrapados por la gramática? La frase «Temo que no vamos a desembarazarnos de Dios porque continuamos creyendo en la gramática» es brutal. ¿Crees que nuestro lenguaje nos obliga a pensar de cierta manera? Por ejemplo, al tener que usar un «Yo» (Sujeto) que «piensa» (Verbo), ¿estamos forzados a creer que existe un «alma» o un «agente» separado de la acción de pensar? ¿Podríamos pensar sin la estructura Sujeto-Verbo?
¿Son útiles las «momias conceptuales»? Nietzsche se ríe de los filósofos por momificar la realidad en «conceptos supremos» (el Bien, la Verdad, la Justicia). Pero, ¿podríamos vivir en sociedad sin esas «momias»? ¿Necesitamos creer que la «Justicia» o «la Verdad» son cosas reales y eternas, aunque no las podamos tocar, para que el mundo no sea un caos total?
¿El mundo «real» vs. el mundo «aparente»? Vivimos en una época obsesionada con la «autenticidad» (ser real) pero también con las «apariencias» (redes sociales, filtros). Nietzsche dice que el mundo «aparente» (el que vemos, el que cambia) es el único real. ¿Tiene razón? ¿O sigue existiendo un «yo verdadero» o un «mundo verdadero» detrás de todas las apariencias?
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