Contenidos
- 1 “La promesa de la política”, en Introducción a la política. (trad. Fina Birulés), ed. Paidós, 2008, pp. 151 – 156
- 2 Explicación del texto
- 2.1 Parte 1: La política como el «adulto responsable» (lo que creemos que es)
- 2.2 Parte 2: El «plot twist» Griego (Lo que Arendt dice que ERA)
- 2.3 Parte 3: El «acceso VIP» a la política (y el truco feo)
- 2.4 Parte 4: La política como el «grupo de debate» definitivo
- 2.5 El «mic-drop» final de Hannah Arendt
- 3 Preguntas para el debate
“La promesa de la política”, en Introducción a la política. (trad. Fina Birulés), ed. Paidós, 2008, pp. 151 – 156
La pregunta por el sentido de la política y la desconfianza frente a ella son muy antiguas, tanto como la tradición de la filosofía política. Se remontan a Platón y quizá incluso a Parménides, y se originan en experiencias sumamente reales vividas por los filósofos en la polis, esto es, en la forma de organización de la convivencia humana que ha determinado tan ejemplar y modélicamente lo que todavía hoy entendemos por política, que incluso de ahí proceden nuestras palabras para designarlo en todas las lenguas europeas.
Tan antiguas como la pregunta por el sentido de la política son las respuestas que justifican la política, y casi todas las determinaciones o definiciones de lo político que hallamos en nuestra tradición son, por su auténtico contenido, justificaciones. Hablando en general, todas estas justificaciones y definiciones vienen a designar la política como un medio para un fin más elevado, fin último, por cierto, cuya determinación ha sido muy diversa a través de los siglos. Aun así, toda esta diversidad se puede resumir en unos pocos términos fundamentales y este hecho habla por sí solo de la elemental sencillez de las cosas que aquí tratamos.
La política, se dice, es una necesidad ineludible para la vida humana, tanto individual como social. Puesto que el hombre no es autárquico, sino que depende en su existencia de otros, el cuidado de ésta debe concernir a todos, sin lo cual la convivencia sería imposible. La misión y el fin de la política es asegurar la vida en el sentido más amplio. Es ella quien hace posible al individuo perseguir en paz y tranquilidad sus fines no importunándole (es completamente indiferente en qué esfera de la vida se sitúen dichos fines: puede tratarse, en el sentido antiguo, de posibilitar que unos pocos se ocupen de la filosofía o, en el sentido moderno, de asegurar a muchos el sustento y un mínimo de felicidad). Dado que, como Madison observó una vez, en esta convivencia se trata de hombres y no de ángeles, el cuidado de la existencia sólo puede tener lugar mediante un estado que posea el monopolio de la violencia y evite la guerra de todos contra todos.
A estas respuestas les es común tener por obvio que allí donde los hombres conviven, en un sentido histórico-civilizatorio, hay y ha habido siempre política. Para abonar tal obviedad se acostumbra a apelar a la definición aristotélica del hombre como un ser vivo político, y esta apelación no es irrelevante porque la polis ha determinado decisivamente tanto la concepción europea de lo que es verdaderamente la política y su sentido como la forma lingüística de referirse a ello. Por eso tampoco es irrelevante que la apelación a Aristóteles se base en un malentendido igualmente muy antiguo aunque ya postclásico. Aristóteles, para el que la palabra politikon era un adjetivo para la organización de la polis y no una caracterización arbitraria de la convivencia humana, no se refería de ninguna manera a que todos los hombres fueran políticos o a que en cualquier parte donde viviesen hombres hubiera política, o sea, polis. De su definición quedaban excluidos no sólo los esclavos sino también los bárbaros de reinos asiáticos regidos despóticamente, bárbaros de cuya humanidad no dudaba en absoluto. A lo que se refería era simplemente a que es una particularidad del hombre que pueda vivir en una polis y que la organización de ésta representa la suprema forma humana de convivencia y es, por lo tanto, humana en un sentido específico, igualmente alejado de lo divino, que puede mantenerse por sí solo en plena libertad y autonomía, y de lo animal, en que la convivencia -si se da- es una forma de vida marcada por la necesidad. La política, por lo tanto, en el sentido de Aristóteles -y Aristóteles como en muchos otros puntos de sus escritos políticos no reproduce aquí tanto su propio parecer como la opinión compartida, si bien mayoritariamente no articulada, por todos los griegos de la época-, no es en absoluto una obviedad ni se encuentra dondequiera que los hombres convivan. Según los griegos, sólo hubo política en Grecia, e incluso allí por un espacio de tiempo relativamente corto.
Lo que distinguía la convivencia humana en la polis de otras formas de convivencia humana que los griegos conocían muy bien era la libertad. Pero esto no significa que lo político o la política se entendiera como un medio para posibilitar la libertad humana, una vida libre. Ser libre y vivir en una polis eran en cierto sentido uno y lo mismo. Pero sólo en cierto sentido; pues para poder vivir en una polis, el hombre ya debía ser libre en otro aspecto: como esclavo, no podía estar sometido a la coacción de ningún otro ni, como laborante, a la necesidad de ganarse el pan diario. Para ser libre, el hombre debía ser liberado o liberarse él mismo, y este estar libre de las obligaciones necesarias para vivir era el sentido propio del griego scholé o del romano otium, el ocio, como decimos hoy. Esta liberación, a diferencia de la libertad, era un fin que podía y debía conseguirse a través de determinados medios. El decisivo era el esclavismo, la violencia con que se obligaba a que otros asumieran la penuria de la vida diaria. A diferencia de toda forma de explotación capitalista, que persigue primeramente fines económicos y sirve al enriquecimiento, los Antiguos explotaban a los esclavos para liberar completamente a los señores de la labor [Arbeit], de manera que éstos pudieran entregarse a la libertad de lo político. Esta liberación se conseguía por medio de la coacción y la violencia, y se basaba en la dominación absoluta que cada amo ejercía en su casa. Pero esta dominación no era ella misma política, aun cuando representaba una condición indispensable para todo lo político. Si se quiere entender lo político en el sentido de la categoría medios-fines, entonces ello era, tanto en el sentido griego como en el de Aristóteles, ante todo un fin y no un medio. Y el fin no era la libertad tal como se hacía realidad en la polis, sino la liberación prepolítica para la libertad en la polis. En ésta, el sentido de lo político, pero no su fin, era que los hombres se relacionaran entre ellos en libertad, más allá de la violencia, la coacción y el dominio, iguales con iguales, que mandaran y obedecieran sólo en momentos necesarios -en la guerra- y, si no, que regularan todos sus asuntos hablando y persuadiéndose entre sí.
Lo político en este sentido griego se centra, por lo tanto, en la libertad, comprendida negativamente como no ser dominado y no dominar, y positivamente como un espacio que sólo puede ser establecido por muchos, en el que cada cual se mueva entre iguales. Sin los demás, que son mis iguales, no hay libertad. Por eso quien domina sobre los demás y es, pues, por principio distinto de ellos, puede que sea más feliz y digno de envidia que aquellos a los que domina, pero no más libre. También él se mueve en un espacio en que no hay libertad en absoluto. Para nosotros esto es difícil de comprender porque con el de igualdad unimos el concepto de justicia y no el de libertad, malentendiendo así, en nuestro sentido de igualdad ante la ley, la expresión griega para una constitución libre, la isonomía. Pero isonomía no significa que todos sean iguales ante la ley ni tampoco que la ley sea la misma para todos, sino simplemente que todos tienen el mismo derecho a la actividad política y esta actividad era en la polis preferentemente la de hablar los unos con los otros. Isonomia es por lo tanto libertad de palabra y, como tal, es lo mismo que iségoria; más tarde Polibio las llamará a ambas simplemente isologia. Hablar en la forma de ordenar, y escuchar en la forma de obedecer no tenían el valor de los verdaderos hablar y escuchar; no eran libertad de palabra porque estaban vinculados a un proceso determinado no por el hablar sino por el hacer [tun] o el laborar. Las palabras en este sentido eran sólo el sustituto de un hacer que presuponía la coacción y el ser coaccionado. Cuando los griegos decían que los esclavos y los bárbaros eran aneu logou, que no poseían la palabra, se referían a que se hallaban en una situación en que el habla libre era imposible. En la misma situación se halla el déspota, que sólo sabe ordenar; para poder hablar necesita de otros de igual condición. Por consiguiente, para la libertad no es necesaria una democracia igualitaria en el sentido moderno sino una esfera restringida, delimitada oligárquica o aristocráticamente, en la que al menos unos pocos o los mejores se relacionen los unos con los otros como iguales entre iguales. Naturalmente, esta igualdad no tiene nada que ver con la justicia.
Lo decisivo de esta libertad política es su vínculo a un espacio. Quien abandona su polis o es desterrado pierde no sólo su hogar o su patria sino también el único espacio en que podía ser libre; pierde la compañía de los que eran sus iguales. Pero para su vida y el cuidado de su existencia este espacio de la libertad era tan poco necesario o indispensable que constituía más bien un impedimento. Los griegos sabían por propia experiencia que un tirano razonable (lo que nosotros llamamos un déspota ilustrado) era una gran ventaja para la prosperidad de la ciudad y el florecimiento de las artes tanto materiales como intelectuales. Sólo que así se acababa con la libertad. Se expulsaba a los ciudadanos a sus hogares y el espacio en que se daba el trato libre entre iguales, el ágora, quedaba desierto. La libertad ya no tenía espacio y esto significaba que ya no había libertad política.
Aquí todavía no podemos referirnos a lo que verdaderamente ha significado esta pérdida de lo político, que en el sentido de la Edad Antigua coincide con la pérdida de la libertad. Aquí se trata sólo de que una breve retrospectiva sobre aquello que en origen se vinculaba al concepto de lo político nos proteja del prejuicio moderno de que la política es una necesidad ineludible y de que la ha habido siempre y por doquier. Precisamente necesario -sea en el sentido de una exigencia ineludible de la naturaleza humana como el hambre o el amor, sea en el sentido de una organización indispensable de la convivencia humana- lo político no lo es, puesto que sólo empieza donde acaba el reino de las necesidades materiales y la violencia física. Tan poco ha existido siempre y por doquier lo político como tal que, desde un punto de vista histórico, solamente unas pocas grandes épocas lo han conocido y hecho realidad. Sin embargo, estos pocos grandes casos afortunados de la historia son decisivos; únicamente en ellos se pone de manifiesto el sentido de la política, tanto en lo que ésta tiene de salvación como de desgracia. Por este motivo son modélicos, no porque puedan copiarse sino porque ciertas ideas y conceptos que durante un breve período fueron plena realidad son determinantes también para las épocas a las que una plena experiencia de lo político les es negada.
Explicación del texto
Prepárense porque vamos a desmontar a Hannah Arendt. Sé que ven un ladrillo de texto filosófico y piensan «uff, qué rollo». Pero Arendt aquí está soltando un plot twist masivo sobre algo que creen que ya saben: la política.
Imaginen que la política es esa persona en todas las fiestas. La mayoría de nosotros, según Arendt, vemos la política como el «tío necesario pero aburrido». Es el que se asegura de que haya hielos, de que nadie ponga los pies en el sofá blanco y de que la música no esté tan alta como para que llamen a la policía.
Parte 1: La política como el «adulto responsable» (lo que creemos que es)
Arendt dice que, desde que Platón se quemó con la política (literalmente, casi lo venden como esclavo), la gente desconfía de ella. Así que, para «justificarla», hemos inventado una historia.
La historia es esta: La política es como el monitor de un campamento de verano.
Ustedes son los campistas. Como dice Madison (un padre fundador de EE.UU.), ustedes «no son ángeles». Si los dejan solos, en cinco minutos se están tirando piedras, robándose los bocadillos y creando una versión lite de Los Juegos del Hambre.
Así que necesitamos al monitor (el Estado, la política) para que ponga orden. El monitor tiene «el monopolio de la violencia» (es el único que puede castigar sin recreo) y su curro es «asegurar la vida». Su misión es que ustedes puedan dedicarse a sus cosas (ya sea ligar, jugar a la consola o, si eres un rarito antiguo, «filosofar») sin que el de la litera de al lado les prenda fuego al saco de dormir.
En resumen: Política = un rollo necesario para no matarnos. Es un medio para conseguir un fin (vivir en paz, estar seguros, tener Netflix).
Parte 2: El «plot twist» Griego (Lo que Arendt dice que ERA)
Aquí es donde Arendt agarra el micro y dice: «¡NAH! ¡Se están equivocando de peli!».
Dice que todos citan mal a Aristóteles. Cuando él dijo «el hombre es un ser vivo político» (zoon politikon), no se refería a que «todos los humanos hacen política por naturaleza». ¡Para nada! Aristóteles era un snob.
Para él, y para los griegos:
- No todos jugaban. Los esclavos y los «bárbaros» (básicamente, cualquiera que no fuera griego) estaban FUERA. No porque no fueran humanos, sino porque no vivían en una polis.
- La política NO era una necesidad. Era un lujo. Era la «forma suprema» de vida. Era lo que hacías después de haber solucionado todas las necesidades básicas.
Parte 3: El «acceso VIP» a la política (y el truco feo)
Arendt explica que para los griegos, Política = LIBERTAD.
Pero aquí viene la trampa. Para ser «libre» y entrar al club de la política (el ágora o plaza pública), primero tenías que estar libre de OTRA cosa: del trabajo.
No podías ser libre si tenías que fichar en el súper, preocuparte por la hipoteca o cultivar tus propias patatas. Necesitabas ocio (scholé, de donde viene «school», irónico, ¿eh?).
¿Y cómo conseguían los griegos este «tiempo libre» 24/7?
El «pequeño» truco sucio: la esclavitud.
En su casa (que era su «reino privado»), el griego era un déspota. Usaba la violencia y la dominación (¡que NO es política!) para obligar a esclavos y mujeres a hacer todo el trabajo sucio (la comida, la limpieza, la economía).
Una vez que tenías la vida solucionada por otros, te ponías la túnica, te ibas a la plaza y… ¡ahora sí! Eras «libre» para ser político.
Parte 4: La política como el «grupo de debate» definitivo
Entonces, ¿qué narices hacían en la plaza? ¿Gestionar la recogida de basuras? ¡NO!
La política griega, dice Arendt, era un espacio donde te juntabas con tus IGUALES (otros tíos ricos con tiempo libre).
Y la libertad era esto:
- Negativamente: Nadie te manda (no eres esclavo) y tú no mandas a nadie (no estás en tu casa-reino).
- Positivamente: Estás con tus colegas, tus equals, y te dedicas a… HABLAR.
¡OJO! No cualquier hablar.
- NO es política: Dar órdenes («¡Lava los platos!») o recibir órdenes («Sí, mi señor»). Arendt dice que eso es «aneu logou» (sin palabra), porque es solo un sustituto de la acción.
- SÍ es política: Persuadir. Debatir. Argumentar. («Colegas, creo que deberíamos declararle la guerra a Esparta, y aquí les van mis 10 diapositivas en PowerPoin… digo, mis 10 argumentos retóricos»).
La Isonomía (igualdad) no era «todos somos iguales ante la ley», sino «todos en este club VIP tenemos el mismo derecho a pillar el micro y soltar nuestro discurso».
Un tirano, aunque sea el tío más poderoso del mundo, NO es libre. ¿Por qué? Porque no tiene iguales. No puede debatir, solo puede mandar. Está solo en su mansión, aburrido, sin nadie con quien discutir de verdad.
El «mic-drop» final de Hannah Arendt
Y aquí viene el golpe final de Arendt:
Esta política griega (la de hablar entre iguales) NO es necesaria para vivir. De hecho, ¡es un estorbo!
Arendt dice que los griegos sabían perfectamente que un «tirano razonable» (un «déspota ilustrado», piensa en un Steve Jobs o un Elon Musk dirigiendo una ciudad) era mucho mejor para la economía, para que las artes florecieran y para que todo «funcionara» eficientemente.
PERO… ese tirano eficiente mata la libertad. Expulsa a la gente de la plaza pública (del «grupo de debate») y la manda de vuelta a sus casas, a su vida privada, a sus «necesidades». El ágora se queda «desierto».
Conclusión
Arendt te está diciendo: Dejen de pensar que la política es esa cosa aburrida pero «necesaria» para gestionar la vida (eso es solo administración, o peor, dominación).
La verdadera política es una cosa súper rara, frágil y lujosa. Solo aparece en momentos especiales de la historia. Es el acto de juntarte con tus iguales en un espacio público, libres de necesidad, solo para hablar y decidir juntos qué hacer, persuadiéndose mutuamente.
La política no empieza hasta que el reino de la necesidad (el hambre, el trabajo, la violencia) termina. Y esos momentos raros (como la Grecia antigua) son el «modelo» que nos recuerda que la política, en el fondo, no va de sobrevivir: va de ser libres.
Preguntas para el debate
¿Política o administración? Arendt distingue entre la «política» (hablar libremente entre iguales) y la «administración» (gestionar las necesidades, como la economía o la seguridad). Si miran nuestro sistema actual (impuestos, leyes de tráfico, sanidad pública, economía)… ¿estamos haciendo «política» en el sentido griego, o simplemente estamos «administrando» el campamento para que no nos matemos, como dice Arendt?
El dilema del ocio (el «precio» de la libertad). Los griegos necesitaban ocio (scholé) para hacer política, y lo conseguían mediante la esclavitud. Hoy, ¿es la política un lujo? ¿Puede una persona que trabaja 8-10 horas al día, preocupada por pagar el alquiler y la comida (la «necesidad»), ser verdaderamente «libre» para participar en política, o la política sigue siendo un «club VIP» para los que tienen tiempo y dinero?
¿X es el Ágora? El ideal griego era el ágora: un espacio físico para «hablar y persuadir» entre iguales. ¿Son las redes sociales (X, Instagram, TikTok) un ágora moderna? ¿O son lo contrario, un lugar donde no hay «iguales» sino influencers (tiranos), donde no se persuade, sino que se «domina» (cancelar, viralizar), y donde el objetivo no es la libertad, sino la necesidad (vender productos, conseguir likes)?
El tirano eficiente vs. la democracia caótica. Arendt menciona que los griegos sabían que un «tirano razonable» (un déspota ilustrado) podía ser mucho mejor para la economía y la prosperidad que la libertad. Si tuvieran que elegir:
- Opción A: Un sistema autoritario pero súper eficiente, que garantiza seguridad, un buen trabajo y la mejor tecnología (básicamente, el «monitor» perfecto).
- Opción B: Una democracia caótica, lenta, llena de debates interminables, económicamente inestable, pero donde tienes «libertad política» para hablar. ¿Qué eligen y por qué?
¿Es Elon Musk «libre»? Arendt dice que el déspota no es libre porque no tiene «iguales» con quien hablar; solo puede dar órdenes. Pensando en las figuras más poderosas del mundo (multimillonarios, líderes autoritarios, CEOs)… ¿son realmente «libres» en el sentido de Arendt? ¿O están atrapados en su propio poder, incapaces de tener un diálogo real «entre iguales»?
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