«Meditación primera», de Descartes, explicada a los jóvenes

Meditaciones metafísicas, (edición y traducción de Vidal Peña), KRK Ediciones, Oviedo, 2005. Selección de la «Meditación Primera», ed. cit., pp. 129-139

De las cosas que pueden ponerse en duda

He advertido hace ya algún tiempo que, desde mi más temprana edad, había admitido como verdaderas muchas opiniones falsas, y que lo edificado después sobre cimientos tan poco sólidos tenía que ser por fuerza muy dudoso e incierto; de suerte que me era preciso emprender seriamente, una vez en la vida, la tarea de deshacerme de todas las opiniones a las que hasta entonces había dado crédito, y empezar todo de nuevo desde los fundamentos, si quería establecer algo firme y constante en las ciencias. Mas pareciéndome ardua dicha empresa, he aguardado hasta alcanzar una edad lo bastante madura como para no poder esperar que haya otra, tras ella, más apta para la ejecución de mi propósito; y por ello lo he diferido tanto, que a partir de ahora me sentiría culpable si gastase en deliberaciones el tiempo que me queda para obrar.


Así pues, ahora que mi espíritu está libre de todo cuidado, habiéndome procurado reposo seguro en una apacible soledad, me aplicaré seriamente y con libertad a destruir en general todas mis antiguas opiniones.
Ahora bien, para cumplir tal designio, no me será necesario probar que son todas falsas, lo que acaso no conseguiría nunca; sino que, por cuanto la razón me persuade desde el principio para que no dé más crédito a las cosas no enteramente ciertas e indudables que a las manifiestamente falsas me bastará para rechazarlas todas con encontrar en cada una el más pequeño motivo de duda. Y para eso tampoco hará falta que examine todas y cada una en particular, pues sería un trabajo infinito; sino que, por cuanto la ruina de los cimientos lleva necesariamente consigo la de todo el edificio, me dirigiré en principio contra los fundamentos mismos en que se apoyaban todas mis opiniones antiguas.


Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero, lo he aprendido de los sentidos o por los sentidos; ahora bien, he experimentado a veces que tales sentidos me engañaban, y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado una vez.


Pero, aun dado que los sentidos nos engañan a veces, tocante a cosas mal perceptibles o muy remotas, acaso hallemos otras muchas de las que no podamos razonablemente dudar, aunque las conozcamos por su medio; como, por ejemplo, que estoy aquí, sentado junto al fuego, con una bata puesta y este papel en mis manos, o cosas por el estilo. Y ¿cómo negar que estas manos y este cuerpo sean míos, si no es poniéndome a la altura de esos insensatos, cuyo cerebro está tan turbio y ofuscado por los negros vapores de la bilis, que aseguran constantemente ser reyes siendo muy pobres, ir vestidos de oro y púrpura estando desnudos, o que se imaginan ser cacharros o tener el cuerpo de vidrio? Mas los tales son locos, y yo no lo sería menos si me rigiera por su ejemplo.


Con todo, debo considerar aquí que soy hombre y, por consiguiente, que tengo costumbre de dormir y de representarme en sueños las mismas cosas, y a veces cosas menos verosímiles, que esos insensatos cuando están despiertos. ¡Cuántas veces no me habrá ocurrido soñar, por la noche, que estaba aquí mismo, vestido, junto al fuego, estando en realidad desnudo y en la cama! En este momento, estoy seguro de que yo miro este papel con los ojos de la vigilia, de que esta cabeza que muevo no está soñolienta, de que alargo esta mano y la siento de propósito y con plena conciencia: lo que acaece en sueños no me resulta tan claro y distinto como todo esto. Pero, pensándolo mejor, recuerdo haber sido engañado, mientras dormía, por ilusiones semejantes. Y fijándome en este pensamiento, veo de un modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes ni señales que basten a distinguir con claridad el sueño de la vigilia, que acabo atónito, y mi estupor es tal que casi puede persuadirme de que estoy durmiendo.


Así, pues, supongamos ahora que estamos dormidos, y que todas estas particularidades, a saber: que abrimos los ojos, movemos la cabeza, alargamos las manos, no son sino mentirosas ilusiones; y pensemos que, acaso, ni nuestras manos ni todo nuestro cuerpo son tal y como los vemos. Con todo, hay que contestar al menos que las cosas que nos representamos en sueños son como cuadros y pinturas que deben formarse a semejanza de algo real y verdadero; de manera que por lo menos esas cosas generales —a saber: ojos, cabeza, manos, cuerpo entero— no son imaginarias, sino que en verdad existen. Pues los pintores, incluso cuando usan del mayor artificio para representar sirenas y sátiros mediante figuras caprichosas y fuera de lo común, no pueden, sin embargo, atribuirles formas y naturalezas del todo nuevas, y lo que hacen es sólo mezclar y componer partes de diversos animales; y, si llega el caso de que su imaginación sea lo bastante extravagante como para inventar algo tan nuevo que nunca haya sido visto, representándonos así su obra una cosa puramente fingida y absolutamente falsa, con todo, al menos los colores que usan deben ser verdaderos.
Y por igual razón, aun pudiendo ser imaginarias esas cosas generales —a saber: ojos, cabeza, manos y otras semejantes— es preciso confesar, de todos modos, que hay cosas aún más simples y universales realmente existentes, por cuya mezcla, ni más ni menos que por la de algunos colores verdaderos, se forman todas las imágenes de las cosas que residen en nuestro pensamiento, ya sean verdaderas y reales, ya fingidas y fantásticas. De ese género es la naturaleza corpórea en general, y su extensión, así como la figura de las cosas extensas, su cantidad o magnitud, su número, y también el lugar en que están, el tiempo que mide su duración y otras por el estilo.
Por lo cual, acaso no sería mala conclusión si dijésemos que la física, la astronomía, la medicina y todas las demás ciencias que dependen de la consideración de cosas compuestas, son muy dudosas e inciertas; pero que la aritmética, la geometría y demás ciencias de este género, que no tratan sino de cosas muy simples y generales, sin ocuparse mucho de si tales cosas existen o no en la naturaleza, contienen algo cierto e indudable. Pues, duerma yo o esté despierto, dos más tres serán siempre cinco, y el cuadrado no tendrá más de cuatro lados; no pareciendo posible que verdades tan patentes puedan ser sospechosas de falsedad o incertidumbre alguna.


Y, sin embargo, hace tiempo que tengo en mi espíritu cierta opinión, según la cual hay un Dios que todo lo puede, por quien he sido creado tal como soy. Pues bien: ¿quién me asegura que el tal Dios no haya procedido de manera que no exista figura, ni magnitud, ni lugar, pero a la vez de modo que yo, no obstante, sí tenga la impresión de que todo eso existe tal y como lo veo? Y más aún: así como yo pienso, a veces, que los demás se engañan, hasta en las cosas que creen saber con más certeza, podría ocurrir que Dios haya querido que me engañe cuantas veces sumo dos más tres, o cuando enumero los lados de un cuadrado, o cuando juzgo de cosas aún más fáciles que ésas, si es que son siquiera imaginables.


[…] Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios —que es fuente suprema de verdad—, sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme». Pensaré que el cielo, el aire, la tierra, los colores, las figuras, los sonidos y las demás cosas exteriores, no son sino ilusiones y ensueños, de los que él se sirve para atrapar mi credulidad. Me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos, sin carne, ni sangre, sin sentido alguno, y creyendo falsamente que tengo todo eso. Permaneceré obstinadamente fijo en ese pensamiento, y, si, por dicho medio, no me es posible llegar al conocimiento de alguna verdad, al menos está en mi mano suspender el juicio. Por ello, tendré sumo cuidado en no dar crédito a ninguna falsedad, y dispondré tan bien mi espíritu contra las malas artes de ese gran engañador que, por muy poderoso y astuto que sea, nunca podrá imponer nada.

Pienso, luego existo. Cogito ergo sum

Explicación del texto

Así que os han soltado este «tocho» de René Descartes. A primera vista, parece un rollo monumental, pero en realidad, es una de las mayores idas de olla (en el buen sentido) de la historia del pensamiento.

Imagina que Descartes es ese colega que, un domingo a las 3 de la mañana, te mira fijamente y te dice: «Tío, ¿y si nada es real?». Pues eso, pero escribiendo un libro.

Aquí tienes la traducción de lo que tu colega René te está intentando decir, en lenguaje del siglo XXI:

La gran «factory reset» del cerebro

Lo que dice Descartes:

He advertido hace ya algún tiempo que, desde mi más temprana edad, había admitido como verdaderas muchas opiniones falsas… me era preciso emprender seriamente, una vez en la vida, la tarea de deshacerme de todas las opiniones… y empezar todo de nuevo desde los fundamentos…

Traducción (modo adolescente): Básicamente, Descartes se levanta un día y piensa: «A ver, la mitad de las cosas que me contaron mis padres, mis profesores y la sociedad son, probablemente, una basura. He construido mi vida sobre cimientos más inestables que un Jenga en un terremoto. ¿Y si todo es mentira? Necesito hacer un ‘reset’ total. Formatear el disco duro de mi cerebro y empezar de cero. Voy a hacer una ‘KonMari’ mental: si algo no me da 100% de certeza, lo tiro a la basura».

Nivel 1 de duda: Los sentidos son unos mentirosos

Lo que dice Descartes:

Todo lo que he admitido hasta el presente como más seguro y verdadero, lo he aprendido de los sentidos… ahora bien, he experimentado a veces que tales sentidos me engañaban, y es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado una vez.

Traducción: Descartes empieza por lo básico: «Confío en lo que veo, oigo y toco. ¿No?». ¡PUES NO! Piensa en una ilusión óptica. O cuando metes un palo en el agua y parece que se dobla. O cuando ves a alguien de lejos y crees que es tu amigo, pero luego te acercas y es un desconocido con el mismo peinado. Tus sentidos te han timado. Y Descartes aplica una regla radical: «Si alguien (o algo) te ha engañado UNA VEZ, no puedes confiar en él al 100% NUNCA MÁS». Así que, ¡BAM! Los sentidos quedan cancelados.

Nivel 2 de duda: El argumento del sueño (modo Inception)

Lo que dice Descartes:

Pero… ¿cómo negar que estas manos y este cuerpo sean míos?… Con todo, debo considerar aquí que soy hombre y… tengo costumbre de dormir y de representarme en sueños las mismas cosas… veo de un modo tan manifiesto que no hay indicios concluyentes… que basten a distinguir con claridad el sueño de la vigilia…

Traducción: Descartes dice: «Vale, vale. Quizás mis sentidos me engañan con cosas lejanas, pero… ¡vamos! Estoy aquí sentado, en bata, junto al fuego, leyendo este papel. ¡No puedo dudar de ESTO! Si lo hiciera, estaría tan loco como el que se cree rey o una jarra de cristal».

Pero entonces, tiene el gran momento «Uh-oh…»: «Espera un segundo… ¿Cuántas veces he soñado que estaba aquí mismo, haciendo exactamente esto, para luego despertarme en la cama? He tenido sueños que parecían 100% reales».

Aquí viene el golpe: ¿Cómo sabes, AHORA MISMO, que no estás soñando? ¿Qué prueba tienes? ¿Que lo sientes «muy real»? Los sueños también se sienten «muy reales» hasta que te despiertas. No hay ninguna señal, ningún «test», que te asegure al 100% que no estás en la cama, soñando que lees esta explicación.

¡ZAS! Nivel de paranoia 2.0. No solo los sentidos lejanos son dudosos; toda la realidad física inmediata también podría ser un sueño.

¿Algo sobrevive al sueño? ¡Las Mates!

Lo que dice Descartes:

…la aritmética, la geometría… que no tratan sino de cosas muy simples… contienen algo cierto e indudable. Pues, duerma yo o esté despierto, dos más tres serán siempre cinco, y el cuadrado no tendrá más de cuatro lados…

Traducción: «¡Vale, pánico! Quizás estoy soñando. Este fuego es falso, mis manos son falsas, el mundo es falso. Pero… incluso en un sueño… ¿cuánto es 2+3? Es 5. ¿Cuántos lados tiene un triángulo? 3. ¡EUREKA! Las matemáticas y la geometría funcionan igual de bien despierto que dormido. ¡Las mates son indestructibles! ¡Son la verdad absoluta!».

…¿O no?

Nivel 3 de duda: El «genio maligno» (el hacker cósmico)

Lo que dice Descartes:

Y, sin embargo, hace tiempo que tengo en mi espíritu cierta opinión, según la cual hay un Dios que todo lo puede… ¿quién me asegura que el tal Dios no haya procedido de manera que… me engañe cuantas veces sumo dos más tres…?

Así pues, supondré que hay, no un verdadero Dios… sino cierto genio maligno, no menos artero y engañador que poderoso, el cual ha usado de toda su industria para engañarme.

Traducción: Este es el plot twist final. Es el «p. amo» de la duda.

Descartes piensa: «Creo en un Dios todopoderoso. Si es todopoderoso… ¿no podría, si quisiera, hacerme creer que 2+2=4, cuando en realidad es 5? Si puede crear el universo, puede ‘hackear’ mi cerebro para que se equivoque siempre y piense que está en lo cierto».

«Bueno, quizás Dios es bueno y no haría eso. Pero… ¿y si no es Dios? ¿Y si existe un ‘Genio Maligno’? Un demonio súper poderoso, un hacker cósmico, un troll nivel Dios, cuyo único objetivo en la vida es engañarme».

Este Genio Maligno podría estar proyectando toda la realidad en mi mente, como en la película Matrix. El cielo, la tierra, mis manos, mi cuerpo… e incluso las matemáticas. Cada vez que sumo 2+2, este Genio Maligno me mete en la cabeza el resultado «4» para reírse de mí, cuando la respuesta real es «patata».

La conclusión (temporal): Estoy en la ruina mental

Lo que dice Descartes:

Me consideraré a mí mismo como sin manos, sin ojos… creyendo falsamente que tengo todo eso… si, por dicho medio, no me es posible llegar al conocimiento de alguna verdad, al menos está en mi mano suspender el juicio.

Traducción: «Pues ya está. No me puedo fiar de NADA. Ni de mis ojos, ni de mis manos, ni de la lógica, ni de las matemáticas. Todo podría ser un engaño masivo de un demonio hacker».

«¿Qué me queda? Lo único que puedo hacer es ‘suspender el juicio’. Es decir, no aceptar NADA como verdadero. Me voy a quedar aquí, quieto, en modo escéptico total. Es la única forma de asegurarme de que el Genio Maligno no me la cuele».

Descartes, básicamente, se queda mentalmente desnudo, en un vacío total. Ha demolido todo el edificio.

Spoiler (lo que viene después): No te preocupes, no se queda así. En la siguiente meditación, se da cuenta de que, aunque el Genio le engañe en todo… para ser engañado, él tiene que existir. Y si está dudando, está pensando. Y si está pensando… ¡TIENE QUE EXISTIR!

Y de ahí sale su famosa frase: «Pienso, luego existo» (Cogito, ergo sum).

Pero este primer texto es solo la parte divertida: la demolición total de la realidad. ¡Que te diviertas en el vacío!

Preguntas para el debate

Este texto es una máquina de generar debates. Aquí tenéis varias preguntas para empezar la «pelea» filosófica, divididas por los temas que acabamos de ver.

Sobre el «formateo» (la duda radical)

  1. ¿Extremo o necesario? Descartes decide que, como algunas de sus creencias eran falsas, tiene que tirarlas todas a la basura y empezar de cero. ¿Es esta una reacción exagerada? ¿O es la única forma de ser verdaderamente riguroso y no construir tu vida sobre mentiras?
  2. El momento «ideal». Él dice que ha esperado a estar «maduro» pero no tan viejo como para no poder hacerlo. ¿Existe una «edad ideal» para tener una crisis existencial y cuestionarlo todo? ¿Es algo que deberíais estar haciendo ahora a los 18, o es mejor esperar?

Sobre los sentidos y el sueño (la realidad)

  1. La regla de la desconfianza. Descartes dice: «es prudente no fiarse nunca por entero de quienes nos han engañado una vez». Si aplicáramos esta regla a la vida… ¿podríamos tener amigos? ¿Podríamos confiar en las noticias? ¿Es una regla útil o te condena a la soledad y la paranoia?
  2. El test de realidad definitivo. Descartes se agobia porque no encuentra «indicios concluyentes» para saber si está despierto o soñando. Debate: Proponed un test. ¿Qué prueba infalible podríais hacer ahora mismo para demostrarle a un escéptico que NO estáis soñando? (¡Ojo! Descartes diría que cualquier test «físico» también podrías soñarlo).
  3. Realidad virtual vs. sueño. Si la tecnología de Realidad Virtual (VR) llegara a ser tan perfecta que engañara a tus 5 sentidos (como en Ready Player One o Matrix), ¿sería esa «realidad» menos valiosa que la de ahora? ¿Qué diferencia hay entre estar en una VR perfecta y estar soñando, como teme Descartes?

Sobre el «genio maligno» (el engaño total)

  1. ¿Qué da más miedo? ¿Qué idea os inquieta más: que el mundo físico no sea real (porque podrías estar soñando) o que las matemáticas sean una mentira (porque un «genio maligno» te hackea el cerebro)? ¿Qué verdad es más fundamental: que «tienes manos» o que «2+3=5»?
  2. La pastilla roja o azul (versión Descartes) Imagina que el «Genio Maligno» existe y te ofrece un trato: «Estás en una simulación perfecta donde eres feliz, tienes amigos y todo tiene sentido. Puedo sacarte a la ‘verdad’ (que es un vacío horrible y sin sentido) o puedes quedarte en la simulación sin recordar esta conversación». ¿Qué eliges: la verdad horrible o la felicidad falsa?
  3. ¿Importa la «verdad»? Al final, si el engaño del «genio maligno» es tan perfecto que nunca pudiéramos descubrirlo… ¿importa? Si vives una vida plena creyendo que 2+2=4 (aunque en realidad sea 5), ¿has perdido algo? ¿Tiene valor la verdad aunque no te haga más feliz?

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