La región de Sichuan, donde vivo, carece de frigoríficos, es por ello que el mal sabor de la comida que empieza a descomponerse la tapan con picantes tan fuertes que terminan anestesiando la boca pero que no libran a uno de destrozarse el estómago.
Al final uno se acostumbra y le coge hasta «el gustillo». No en vano la cocina de Sichuan, sobre todo el pollo Cheng Du, es una exquisitez.
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