Hoy he tratado en clase de ética, aprovechando que terminamos el tema sobre la pobreza y la esclavitud, la noticia con la que se desayunaron ayer los periódicos sobre las declaraciones racistas de Watson, figura crucial de la investigación científica contemporánea.
En mis clases de ética intento que los alumnos lleguen a sus propias conclusiones sobre asuntos éticos e intento dar la información de forma «aséptica». Ellos son suficientemente maduros para valorar los hechos y, en cualquier caso, sus familias les deben asesorar en asuntos de valores. Yo me limito a orientar y a facilitar un clima de reflexión.
Claro, he sido tan aséptico que corre un rumor en el instituto que afirma que apoyo las palabras de Watson. Es el problema de explicar ética: o uno se moja o terminan acusándolo de cualquier cosa.
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