Tildar de «provocadores», como he escuchado de boca de algunos, a los cooperantes que intentaron ayudar a los habitantes de Gaza es un acto dialéctico inmoral y nauseabundo similar a calificar de lo mismo a quienes intentaron ayudar a los prisioneros durante el Holocausto nazi o a los judíos asesinados por las tropas británicas en 1947 que intentaban dejar atrás el recuerdo de la brutalidad vivida en los campos de exterminio. También encontramos a quien, sin el menor sonrojo vergonzante, les compara con los talibanes. Hay incluso quien va más allá para proponer que no es que fueran provocadores sino que más bien los cooperantes eran marionetas de Estados Unidos animados para acometer esta especie de misión suicida con el fin de desprestigiar a Israel y favorecer, por tanto, los acuerdos comerciales entre Turquía e Irán, que molestan al ejecutivo israelí pero que tanto convienen a la nueva política norteamericana en su estrategia de crear nuevos bloques de poder en Oriente Próximo. «Provocadores», «talibanes» y «marionetas», así son calificados aquellos que pretenden ayudar al prójimo que está sufriendo.
Noam Chomsky explica muy bien que el cerco de Gaza es fruto de un castigo infligido por EEUU e Israel porque no les gustó la decisión democrática del pueblo gazaí de las últimas elecciones. Pero, ante hechos como este, hay quien, para mi estupefacción, asevera que criticar a Israel es de hipócritas. ¿Qué tipo de hipocresía implica criticar a una democracia en la que si el pueblo elige a un gobierno que disgusta a un Estado extranjero dicho Estado puede imponerle un cerco? ¿Y qué falsedad entraña denunciar a un sistema en el que si una diputada elegida democráticamente difiere de la opinión de otros diputados tenga que recibir por parte de éstos insultos y agresiones?
Bien es cierto que la Historia nos enseña que todo Estado ha nacido gracias a horripilantes actos de salvajismo e inhumanidad. España y Francia, por ejemplo, son hoy Estados reconocidos internacionalmente gracias a la violencia que ejercieron durante los siglos pasados. Sin embargo Israel llega tarde a «la moda» de la construcción de naciones y de las expansiones imperialistas, el siglo XXI parece que no está planeado para estos menesteres; si quieren mostrar la misma arrogancia que una nación europea del siglo XIX invadiendo otros territorios y, por tanto, asesinando colateralmente a civiles indefensos, se verá condenada a sufrir el desprecio de esas mismas naciones occidentales curadas de su brutalidad, prisioneras de un complejo de culpa que les cuesta superar y anhelantes de un mundo más estable que, más allá de razones humanitarias, solo pretende tranquilizar los mercados. Ya no se mata a inocentes para construir naciones sino para globalizar mercados.
Por ello tienen las de perder frente a la opinión pública, aunque recurran desesperadamente a la guerra mediática a base de informaciones que, por ejemplo, muestran imágenes, de unas pocas que se les colaron a los cooperantes para ensuciarles su imagen solidaria o, directamente, acudiendo a la manipulación más burda.
Lo más desesperante es que estas noticias de violencia e injusticia acabarán en el olvido, como siempre sucede, para ser sustituidas por otras similares que indignarán durante tres días a la población, mientras come pizza frente al televisor -intercalando en la misma frase un lacrimoso «pobrecito muerto» con un enojado «a esta pizza le falta sal»-, y que desaparecerán tan rápido como llegaron. En plena época postmoderna en que nos hallamos, de gentes frívolas deseosas de experiencias de las que presumir en los bares, no me extrañaría que, por el efecto llamada, surgieran empresas de viajes que ofertaran experiencias «adrenalínicas» basadas en el «turismo solidario» cuya meta fuera intentar arribar a Gaza como quien pretendiera subirse a una montaña rusa. Es lo que conlleva vivir en un periodo histórico en el que muchos sufren, unos pocos luchan por impedirlo y otros, los más, se apuntan irreflexiva y compulsivamente a las modas para desapuntarse al día siguiente. Sí, se acabará olvidando.
Termino ya: echo de menos gestos condenatorios de instituciones educativas y conciliadoras como es la Casa Sefarad en España, gesto que no dudaron en hacer varios periódicos israelíes así como ciudadanos de Israel de buena voluntad.
ESTE TEXTO CONTIENE NUMEROSOS ENLACES EN LOS QUE SE APOYAN MIS AFIRMACIONES. LES ANIMO A LEERLOS.
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