En clase de Valores Éticos pregunté si es bueno que los padres den a sus hijos todo lo que les piden. Reconocieron que no, que conceder demasiados caprichos podría ser perjudicial para su futuro como persona. Sin embargo un estudiante dijo con naturalidad que sí, que le dan cuanto se le antoja y culminó su explicación con un ¡es mi derecho!
A partir de ahí se estableció un enriquecedor debate en el que alguno empezó a vislumbrar que lo que le era evidente desde siempre ahora ya no era tan obvio y surgieron pensamientos que venían a decir, con otras palabras, lo que ya nos enseñara Platón en Laques: Culpamos a nuestros padres de habernos dejado holgar a nuestro gusto cuando éramos muchachos, mientras ellos se ocupaban de los asuntos de los demás. (179d).
Deja una respuesta