Introducción

San Agustín nace en Tagaste (Argelia) en 354 de padre pagano y madre cristiana (Santa Mónica). Muere en 430. En Confesiones inventa la autobiografía, poniendo en valor la subjetividad y la existencia personales, temas ambos que estaban ausentes de la filosofía griega.

Le preocupa el problema de la existencia del mal, e intenta encontrar respuesta en el maniqueísmo. Luego se vuelve escéptico, pero acaba profundizando en el platonismo y neoplatonismo. Esta evolución intelectual culmina convirtiéndose al cristianismo.

Su gran objetivo es intentar conciliar el platonismo con el cristianismo.

En la siguiente película puedes hacerte una idea de la vida y pensamiento de San Agustín primera parte segunda parte

«San Agustín». Óleo sobre lienzo de Philippe de Champagne circa 1645-1650. Museo del condado de Los Ángeles. «Dios, que es luz, ilumina por sí mismo las mentes piadosas para que entiendan las cosas divinas que se dicen o muestran… y la ilumina por sí mismo, de suerte que no sólo aprovechando vea las cosas que se muestran por la verdad, sino la misma verdad» (Comentario al Salmo 118,18,4).

El contexto histórico de san Agustín viene marcado por los libros que, hacia 360, comienzan a reemplazar a los rollos de pergamino; el Imperio romano que en 395 se divide finalmente en oriental y occidental tras la muerte del emperador romano Teodosio, el saqueo de Roma por los godos de 410, la invasión en 428 del norte de África por los vándalos y la invasión de Numidia por Genserico en 430-431, quien pone sitio a Hipona. El 28 de agosto de 430 muere San Agustín durante el asedio de la ciudad.

«Agustín en la escuela de Tagaste» pintado por Gozzoli. «En Cartago los estudiantes entraban alborotados y sin respeto en las aulas…» Confesiones V, 8.

Prioridad de la fe sobre la razón

Con san Agustín la filosofía se vuelve ancilar -término que proviene del latín ancilla theologiae y que significa «sierva de la teología».

El fundamento de su síntesis platónico-cristiana es la posible convergencia de razón y fe. La fe precede la razón pero la razón también es complementaria de la fe: credo ut intelligam, intelligo ut credam. De este modo la razón puede contribuir a comprender el camino de la fe, camino que conduce a la única verdad según san Agustín: el cristianismo.

Todas las cosas tiene unidad, orden y forma. Estas características son vestigia que la Trinidad dejó en las cosas. Gracias a ellas podemos ascender del mundo a Dios, a partir de los grados de perfección que hay en el mundo. De este modo san Agustín propone el concepto de Ordo amoris: no importa tanto el saber (como aseguraban los griegos) sino el amor; este es el principal criterio de referencia y la moral del hombre depende del grado y del peso de su amor.

El hombre es persona, es decir, individuo irrepetible. Es imagen de las tres personas de la Trinidad y de hecho esconoce y ama y se halla sobre todo en sí la prueba de la existencia de Dios que se manifiesta como verdad.

San Agustín rechaza la teoría platónica de la reminiscencia y la sustituye por la de la iluminación: Dios, así como en la creación nos hace partícipes de su ser, así también nos hace partícipes de la verdad, siendo Él mismo fuente de verdad. Viene bien expresado en el siguiente texto de san Agustín:

Dios, que es luz, ilumina por sí mismo las mentes piadosas para que entiendan las cosas divinas que se dicen o muestran… y la ilumina por sí mismo, de suerte que no sólo aprovechando vea las cosas que se muestran por la verdad, sino la misma verdad (Comentario al Salmo 118,18,4).

Adecuación del orden político a la fe

Donde no se dé la justicia que consiste en que el sumo Dios impere sobre la sociedad y que así en los hombres de esta sociedad el alma impere sobre el cuerpo y la razón sobre los vicios, de acuerdo con el mandato de Dios, de manera que todo el pueblo viva de la fe, igual que el creyente, que obra por amor a Dios y al prójimo como a sí mismo; donde no hay esta justicia, no hay sociedad fundada en derechos e intereses comunes y, por tanto, no hay pueblo, de acuerdo con la auténtica definición de pueblo, por lo que tampoco habrá política, porque donde no hay pueblo, no puede haber política.

Agustín de Hipona, La ciudad de Dios, XIX, cap. 23

El hombre posee una facultad de la voluntad que es distinta de la de la razón. De este modo, la voluntad libre es aquella que elige el bien superior en lugar del inferior, es decir, vive para Dios.

El conjunto de los hombres que viven para Dios forma la ciudad celeste, mientras que el conjunto de los malvados forma la ciudad terrena.

El mal no tiene estatus ontológico, sino que nace de la confusión de un bien inferior con un bien superior

Glosario

Amor

Según san Agustín existe un Ordo amoris en el que no importa tanto el saber (como aseguraban los griegos) sino el amor. Éste es el principal criterio de referencia; la moral del hombre depende del grado y del peso de su amor.

Escolástica

Movimiento filosóficos y teológico desde el siglo IX hasta el Renacimiento. Una de sus máximas figuras fue Tomás de Aquino.

Iluminación

Teoría de san Agustín según la cual la verdad se irradia de Dios sobre el espíritu del hombre. Es equivalente a la teoría platónica de la idea de Bien de la que derivan todas las demás ideas.

Neoplatonismo

Escuela dedicada a la revitalización y adaptación de la filosofía de Platón. Agustín es considerado neoplatónico por su intento de adaptar la filosofía platónica al cristianismo.

Patrística

También conocidos como «Padres de la Iglesia», elaboraron la doctrina cristiana durante los siglos II y VIII. Su máxima figura fue San Agustín.

Artículos sobre Agustín de Hipona

Recursos

Vídeos

San Agustín de Hipona 1 2 3 4 5

San Agustín: De gran pecador a Doctor de la Iglesia 1 2 3 4

Textos

Indudablemente en nosotros hallamos una imagen de Dios, de la Trinidad, que, aunque no es igual, sino muy distante de ella, y no coeterna con ella, y, para decirlo en pocas palabras, de la misma sustancia que Él es, con todo, es la más cercana a Dios, por naturaleza, de todas las criaturas. Es además perfeccionable por reformación para ser próxima también por semejanza. Somos, conocemos que somos y amamos este ser y este conocer. Y en las tres verdades apuntadas no nos turba falsedad ni verosimilitud alguna. No tocamos esto, como las cosas externas, con los sentidos del cuerpo, como sentimos los colores viendo, los sabores gustando, lo duro y lo blando palpando, ni como damos vueltas en la imaginación a las imágenes de cosas sensibles, tan semejantes a ellos, pero no corpóreas, y las retenemos en la memoria, y gracias a ella nacen en nosotros los deseos, sino que sin ninguna umagen engañosa de fantasías o fantasmas, estamos certísimos de que somos, de que conocemos y de que amamos nuestro ser. En estas verdades me dan de lado todos los argumentos de los acdaémicos que dicen: ¿Qué? ¿Y si te engañas? Pues, si me engaño, existo. El que no existe, no puede engañarse, y por eso, si me engaño, existo. Luego si existo, si me engaño, ¿cómo me engaño de que existo, cuando es cierto que existo si me engaño? Aunque me engañe, soy yo el que me engaño y, por tanto, en cuanto conozco que existo no me engaño. Síguese también que, en cuanto conozco que me conozco, no me engaño. Como conozco que existo, así conozco que conozco. Y cuando amo estas dos cosas, les añado el amor mismo, algo que no es de menor valía. Porque no me engaño de que ami, no engañándome en lo que amo, pues aunque el objeto fuera falso, sería verdadero que amaba cosas falsas. ¿Qué razón habría para reprender y prohibirme amar cosas falsas, si fuera falso que amo cosas tales? Siendo esas cosas ciertas y verdaderas, ¿quién duda que, cuando son amadas, ese amor es cierto y verdadero? Tan verdad es que no hay nadie que no quiera existir, como que no hay nadie que no quiera ser feliz. Y ¿cómo puede ser feliz, si no existe?

San Agustín, La ciudad de Dios, XI, 26.

Cine

San Agustín I II

Agostini de Ippona (1972), dirigida por Roberto Rossellini. Primera parte

Webs educativas

Filosofía medieval, ¿una teologización de la filosofía?

San Agustín. Ministerio de Educación.

San Agustín: del pecado a la santidad. Filosofía & Co.

Bibliografía

Reale y Antiseri, Historia de la Filosofía, I, 2, Barcelona, Herder, 2010, pp. 83-118.

San Agustín, Confesiones, Madrid, Alianza Editorial, 1999. Prólogo, traducción y notas de Pedro Rodríguez de Santidrián.

La Ciudad de Dios, Madrid, Tecnos, 2010.

Loading


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *