Contenidos
- 1 Meditaciones metafísicas, (edición y traducción de Vidal Peña), KRK Ediciones, Oviedo, 2005. (Selección de la Meditación Segunda, ed. cit., pp. 141-150)
- 2 Explicación del texto
- 2.1 El punto de partida: La duda total
- 2.2 El método: «supongo que todo es falso»
- 2.3 El descubrimiento: El «genio maligno» y el cogito
- 2.4 Segunda pregunta: Vale, «soy», pero… ¿qué soy?
- 2.5 La respuesta final: Soy una «cosa que piensa»
- 2.6 ¿Y qué significa «pensar» para Descartes?
- 2.7 Conclusión: Por qué la mente es «más fácil de conocer que el cuerpo»
- 3 Preguntas para el debate
Meditaciones metafísicas, (edición y traducción de Vidal Peña), KRK Ediciones, Oviedo, 2005. (Selección de la Meditación Segunda, ed. cit., pp. 141-150)
De la naturaleza del espíritu humano y que es más fácil de conocer que el cuerpo
Mi meditación de ayer ha llenado mi espíritu de tantas dudas, que ya no está en mi mano olvidarlas. Y, sin embargo, no veo en qué manera podré resolverlas; y, como si de repente hubiera caído en aguas muy profundas, tan turbado me hallo que ni puedo apoyar mis pies en el fondo ni nadar para sostenerme en la superficie. Haré un esfuerzo, pese a todo, y tomaré de nuevo la misma vía que ayer, alejándome de todo aquello en que pueda imaginar la más mínima duda, del mismo modo que si supiera que es completamente falso; y seguiré siempre por ese camino, hasta haber encontrado algo cierto, o al menos, si otra cosa no puedo, hasta saber de cierto que nada cierto hay en el mundo.
Arquímedes, para trasladar la tierra de lugar, sólo pedía un punto de apoyo firme e inmóvil; así yo también tendré derecho a concebir grandes esperanzas, si por ventura hallo tan sólo una cosa que sea cierta e indubitable.
Así pues, supongo que todo lo que veo es falso; estoy persuadido de que nada de cuanto mi mendaz memoria me representa ha existido jamás; pienso que carezco de sentidos; creo que cuerpo, figura, extensión, movimiento, lugar, no son sino quimeras de mi espíritu. ¿Qué podré, entonces, tener por verdadero? Acaso esto solo: que nada cierto hay en el mundo.
Pero ¿qué sé yo si no habrá otra cosa, distinta de las que acabo de reputar inciertas, y que sea absolutamente indudable? ¿No habrá un Dios, o algún otro poder, que me ponga en el espíritu estos pensamientos? Ello no es necesario: tal vez soy capaz de producirlos por mí mismo. Y yo mismo, al menos, ¿no soy algo? Ya he negado que yo tenga sentidos ni cuerpo. Con todo, titubeo, pues ¿qué se sigue de eso? ¿Soy tan dependiente del cuerpo y de los sentidos que, sin ellos, no puedo ser? Ya estoy persuadido de que nada hay en el mundo; ni cielo, ni tierra, ni espíritus, ni cuerpos, ¿y no estoy asimismo persuadido de que yo tampoco existo? Pues no: si yo estoy persuadido de algo, o meramente si pienso algo, es porque yo soy. Cierto que hay no sé qué engañador todopoderoso y astutísimo, que emplea toda su industria en burlarme. Pero entonces no cabe duda de que, si me engaña, es que yo soy; y, engáñeme cuanto quiera, nunca podrá hacer que yo no sea nada, mientras yo esté pensando que soy algo. De manera que, tras pensarlo bien y examinarlo todo cuidadosamente, resulta que es preciso concluir y dar como cosa cierta que esta proposición: yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu.
Ahora bien, ya sé con certeza que soy, pero aún no sé con claridad qué soy; de suerte que, en adelante, preciso del mayor cuidado para no confundir imprudentemente otra cosa conmigo, y así no enturbiar ese conocimiento, que sostengo ser más cierto y evidente que todos los que he tenido antes.
Por ello, examinaré de nuevo lo que yo creía ser, antes de incidir en estos pensamientos, y quitaré de mis antiguas opiniones todo lo que puede combatirse mediante las razones que acabo de alegar, de suerte que no quede más que lo enteramente indudable. Así pues, ¿qué es lo que antes yo creía ser? Un hombre, sin duda. Pero ¿qué es un hombre? ¿Diré, acaso, que un animal racional? No, por cierto: pues habría luego que averiguar qué es animal y qué es racional, y así una única cuestión nos llevaría insensiblemente a infinidad de otras cuestiones más difíciles y embarazosas, y no quisiera malgastar en tales sutilezas el poco tiempo y ocio que me restan. Entonces, me detendré aquí a considerar más bien los pensamientos que antes nacían espontáneos en mi espíritu, inspirados por mi sola naturaleza, cuando me aplicaba a considerar mi ser. Me fijaba, primero, en que yo tenía un rostro, manos, brazos, y toda esa máquina de huesos y carne, tal y como aparece en un cadáver, a la que designaba con el nombre de cuerpo.
Tras eso, reparaba en que me nutría, y andaba, y sentía, y pensaba, y refería todas esas acciones al alma; pero no me paraba a pensar en qué era ese alma, o bien, si lo hacía, imaginaba que era algo extremadamente raro y sutil, como un viento, una llama o un delicado éter, difundido por mis otras partes más groseras. En lo tocante al cuerpo, no dudaba en absoluto de su naturaleza, pues pensaba conocerla muy distintamente, y, de querer explicarla según las nociones que entonces tenía, la hubiera descrito así: entiendo por cuerpo todo aquello que puede estar delimitado por una figura, estar situado en un lugar y llenar un espacio, de suerte que todo otro cuerpo quede excluido; todo aquello que puede ser sentido por el tacto, la vista, el oído, el gusto o el olfato; que puede moverse de distintos modos, no por sí mismo, sino por alguna otra cosa que lo toca y cuya impresión recibe; pues no creía yo que fuera atribuible a la naturaleza corpórea la potencia de moverse, sentir y pensar: al contrario, me asombraba al ver que tales facultades se hallaban en algunos cuerpos.
Pues bien, ¿qué soy yo, ahora que supongo haber alguien extremadamente poderoso y, si es lícito decirlo así, maligno y astuto, que emplea todas sus fuerzas e industria en engañarme? ¿Acaso puedo estar seguro de poseer el más mínimo de esos atributos que acabo de referir a la naturaleza corpórea? Me paro a pensar en ello con atención, paso revista una y otra vez, en mi espíritu, a esas cosas, y no hallo ninguna de la que pueda decir que está en mí. No es necesario que me entretenga en recontar las. Pasemos, pues, a los atributos del alma, y veamos si hay alguno que esté en mí.
Los primeros son nutrirme y andar; pero, si es cierto que no tengo cuerpo, es cierto entonces también que no puedo andar ni nutrirme. Un tercero es sentir, pero no puede uno sentir sin cuerpo, aparte de que yo he creído sentir en sueños muchas cosas y, al despertar, me he dado cuenta de que no las había sentido realmente. Un cuarto es pensar: y aquí sí hallo que el pensamiento es un atributo que me pertenece, siendo el único que no puede separarse de mí. Yo soy, yo existo; eso es cierto, pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que estoy pensando: pues quizá ocurriese que, si yo cesara de pensar, cesaría al mismo tiempo de existir.
No admito ahora nada que no sea necesariamente verdadero: así, pues, hablando con precisión, no soy más que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón, términos cuyo significado me era antes desconocido. Soy, entonces, una cosa verdadera, y verdaderamente existente. Mas, ¿qué cosa? Ya lo he dicho: una cosa que piensa. ¿Y qué más? Excitaré aún mi imaginación, a fin de averiguar si no soy algo más. No soy esta reunión de miembros llamada cuerpo humano; no soy un aire sutil y penetrante, difundido por todos esos miembros; no soy un viento, un soplo, un vapor, ni nada de cuanto pueda fingir e imaginar, puesto que ya he dicho que todo eso no era nada. Y, sin modificar ese supuesto, hallo que no dejo de estar cierto de que soy algo.
[…] ¿Qué soy, entonces? Una cosa que piensa. Y ¿qué es una cosa que piensa? Es una cosa que duda, que entiende, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que imagina también, y que siente. Sin duda no es poco, si todo eso pertenece a mi naturaleza. ¿Por qué no habría de pertenecerle? ¿Acaso no soy yo el mismo que duda casi de todo, que entiende, sin embargo, ciertas cosas, que afirma ser ésas solas las verdaderas, que niega todas las demás, que quiere conocer otras, que no quiere ser engañado, que imagina muchas cosas —aun contra su voluntad— y que siente también otras muchas, por mediación de los órganos de su cuerpo? ¿Hay algo de esto que no sea tan verdadero como es cierto que soy, que existo, aun en el caso de que estuviera siempre dormido, y de que quien me ha dado el ser empleara todas sus fuerzas en burlarme? ¿Hay alguno de esos atributos que pueda distinguirse de mi pensamiento, o que pueda estimarse separado de sí mismo? Pues es de suyo tan evidente que soy yo quien duda, entiende y desea, que no hace falta añadir aquí nada para explicarlo. Y también es cierto que tengo la potestad de imaginar: pues aunque pueda ocurrir (como he supuesto más arriba) que las cosas que imagino no sean verdaderas, con todo, ese poder de imaginar no deja de estar realmente en mí, y forma parte de mi pensamiento. Por último, también soy yo el mismo que siente, es decir, que recibe y conoce las cosas como a través de los órganos de los sentidos, puesto que, en efecto, veo la luz, oigo el ruido, siento el calor. Se me dirá, empero, que esas apariencias son falsas, y que estoy durmiendo. Concedo que así sea: de todas formas, es al menos muy cierto que me parece ver, oír, sentir calor, y eso es propiamente lo que en mí se llama sentir, y, así precisamente considerado, no es otra cosa que «pensar». Por donde empiezo a conocer qué soy con algo más de claridad y distinción que antes.

Explicación del texto
Este texto de Descartes es uno de los momentos más famosos y revolucionarios de la filosofía. Puede parecer un trabalenguas al principio, pero vamos a desglosarlo.
Imaginad que estáis pasando por una crisis existencial nivel Dios. Descartes se encuentra exactamente así.
El punto de partida: La duda total
Descartes empieza diciendo que está lleno de dudas. Tantas, que se siente como si se estuviera ahogando («como si de repente hubiera caído en aguas muy profundas»). No encuentra nada sólido en qué apoyarse.
Así que decide hacer algo radical: en lugar de intentar encontrar qué es verdad, va a hacer lo contrario. Va a dudar de todo lo que pueda ser dudado. Si algo tiene la más mínima sombra de duda, lo considerará totalmente falso.
Es como hacer una limpieza a fondo de tu mente: tiras todo y solo te quedas con lo que sea 100% indestructible.
Él mismo lo compara con Arquímedes, que dijo que podría mover el mundo si le daban un solo punto de apoyo firme. Descartes está buscando exactamente eso: una sola verdad indudable sobre la que construir todo el conocimiento.
El método: «supongo que todo es falso»
Aquí empieza el juego. Descartes se pone en modo «Matrix»:
- Mis sentidos me engañan. ¿Confío en lo que veo? No. A veces veo cosas que no son (ilusiones ópticas), y además, podría estar soñando. Cuando sueñas, todo parece real, ¿no? Así que, ¡fuera los sentidos!
- Mi memoria me engaña. ¿Confío en mis recuerdos? No. Mi memoria («mendaz memoria») podría estar inventándoselo todo.
- Mi cuerpo y el mundo no existen. Si no puedo fiarme de mis sentidos, ¿cómo sé que tengo un cuerpo? ¿Cómo sé que existen la «extensión» (el espacio), el «movimiento» o el «lugar»? Todo podría ser una alucinación, «quimeras de mi espíritu».
En este punto, Descartes se queda… sin nada. «Acaso esto solo: que nada cierto hay en el mundo».
El descubrimiento: El «genio maligno» y el cogito
Aquí Descartes sube la apuesta. Se imagina el escenario más paranoico posible:
¿Y si existe un ‘engañador todopoderoso y astutísimo’ (un ‘Genio Maligno’) que dedica todo su tiempo y poder a engañarme? Un ser que hace que yo crea que 2+2=4, cuando en realidad es 5. Un ser que proyecta este mundo, mi cuerpo y mis sensaciones en mi mente, como si fuera una película de realidad virtual.
Este «genio maligno» puede engañarme sobre todo. Puede hacerme creer que tengo manos cuando no las tengo. Puede hacerme creer que el cielo es azul cuando no existe el cielo.
Pero entonces, Descartes se da cuenta de algo crucial.
Incluso si este genio me engaña… «no cabe duda de que, si me engaña, es que yo soy».
Piénsalo: para ser engañado, tienes que existir. Un engañador no puede engañar a la nada. Si yo estoy dudando, tengo que existir para dudar. Si yo estoy pensando (aunque sean pensamientos falsos implantados por el Genio), tengo que existir para pensar.
Y aquí llega la gran revelación, su punto de apoyo:
yo soy, yo existo, es necesariamente verdadera, cuantas veces la pronuncio o la concibo en mi espíritu.
Esta es la primera verdad indestructible. No puede dudar de que existe, porque el acto mismo de dudar prueba que existe.
Segunda pregunta: Vale, «soy», pero… ¿qué soy?
Ahora Descartes tiene su verdad: «Existo». El siguiente paso es: «¿Y qué demonios soy?».
- ¿Soy un «hombre» (animal racional)? No, dice que eso es muy complicado. ¿Qué es «animal»? ¿Qué es «racional»? Demasiadas definiciones.
- ¿Soy mi cuerpo? Se fija en lo que antes creía ser: «rostro, manos, brazos», una «máquina de huesos y carne». Pero… ¡alto! Acaba de decir que puede dudar de su cuerpo. El Genio Maligno podría estar proyectando la sensación de tener un cuerpo en su mente. Así que «ser un cuerpo» no es su esencia, porque puede dudar de ello.
- ¿Soy mi alma? Antes pensaba que el alma era «un viento, una llama o un delicado éter», algo físico pero sutil. Pero eso también es material, y puede dudar de todo lo material.
La respuesta final: Soy una «cosa que piensa»
Descartes revisa de nuevo sus «atributos» (lo que hace) a la luz de la duda:
- Nutrirme y andar. ¿Puedo estar seguro de que hago esto? No. Requieren un cuerpo, y dudo de tener un cuerpo.
- Sentir (oír, ver, tocar). ¿Puedo estar seguro de esto? No. Puedo «sentir» cosas en sueños. El Genio Maligno podría estar haciéndome creer que veo luz.
- Pensar. ¿Puedo estar seguro de esto? SÍ.
aquí sí hallo que el pensamiento es un atributo que me pertenece, siendo el único que no puede separarse de mí.
Este es el núcleo. Puedo dudar de mi cuerpo, pero no puedo dudar de mi pensamiento. En el momento en que dejara de pensar, dejaría de existir.
Por lo tanto, la única definición de sí mismo que resiste la duda es:
no soy más que una cosa que piensa, es decir, un espíritu, un entendimiento o una razón.
¿Y qué significa «pensar» para Descartes?
Aquí viene una parte clave. «Pensar» no es solo hacer matemáticas o filosofía. Para Descartes, «pensar» es toda actividad consciente.
Él mismo lo lista: una cosa que piensa es una cosa que…
- duda
- entiende
- afirma
- niega
- quiere (desea)
- no quiere (rechaza)
- imagina
- y siente.
Fíjate en «sentir». ¿No había dicho que los sentidos engañan? Sí, pero distingue el acto de la verdad.
- Quizás la luz que creo ver no existe fuera de mí (el genio me engaña).
- Pero es absolutamente cierto que a mí «me parece ver» esa luz.
Esa experiencia interna de «parecer que veo», «parecer que oigo» o «parecer que siento calor»… ¡eso es innegable! Y esa experiencia interna, ese ser consciente de… eso es «pensar».
Conclusión: Por qué la mente es «más fácil de conocer que el cuerpo»
Este es el título del capítulo y la conclusión de todo el argumento:
- Yo puedo dudar de que mi cuerpo exista (podría ser una ilusión).
- Yo no puedo dudar de que mi mente (mi pensamiento, mi conciencia) exista, porque el mismo acto de dudar lo confirma.
Por lo tanto, tengo un conocimiento más directo, cierto e inmediato de mi propia existencia como «cosa que piensa» (mente) que de la existencia de mi propio cuerpo.
Preguntas para el debate
1. El «genio maligno» y la realidad virtual
Descartes se imagina un «engañador todopoderoso» que podría estar creando una ilusión total a su alrededor.
- Hoy en día, tenemos conceptos como la realidad virtual (RV), la película Matrix o la teoría de la simulación (la idea de que podríamos estar viviendo en un programa de ordenador avanzado).
- Pregunta para debatir: ¿Es la duda de Descartes más relevante que nunca? Si estuvieras en una simulación perfecta, ¿podrías saberlo? ¿El método de Descartes (dudar de todo lo sensorial) es la única salida?
2. ¿Qué es «pensar»? (IA y conciencia)
Descartes define la «cosa que piensa» como algo que «duda, entiende, afirma, niega, quiere, no quiere, que imagina también, y que siente».
- Pregunta para debatir (Parte A): ¿Puede una Inteligencia Artificial avanzada (como un chatbot o un robot) hacer estas cosas? ¿Puede una IA «querer» o «sentir» de verdad, o solo simula esas funciones?
- Pregunta para debatir (Parte B): Si una IA te dijera: «Estoy dudando de mi propia existencia, pero el hecho de que dude me prueba que existo», ¿aceptarías que esa IA es una «cosa que piensa» consciente, como un humano? ¿Por qué sí o por qué no?
3. Mente vs. cuerpo (el problema central)
Descartes llega a la conclusión de que puede estar 100% seguro de que es una mente, pero aún no puede estar seguro de que tiene un cuerpo.
- Pregunta para debatir: ¿Tiene sentido esta separación radical? ¿Podéis imaginar vuestra mente (vuestro «yo») existiendo sin vuestro cuerpo? ¿O, por el contrario, no demuestra la neurociencia moderna que todo lo que Descartes llama «pensar» (dudar, sentir, querer) es en realidad un producto de la química y la electricidad de nuestro cerebro (un órgano físico)?
4. La certeza del «yo existo»
La primera verdad indudable para Descartes es «Yo soy, yo existo». No puede dudar de esto, porque para dudar, tiene que existir.
- Pregunta para debatir: ¿Es este el punto de apoyo más sólido que existe? ¿O es un truco del lenguaje? (Como algunos críticos dijeron: quizás solo puedes decir «hay pensamiento», pero no puedes estar seguro de que hay un «Yo» unificado que produce ese pensamiento).
5. El «yo» y el tiempo
Descartes dice que existe «todo el tiempo que estoy pensando». Su existencia está atada a su conciencia.
- Pregunta para debatir: Si esto es cierto, ¿qué pasa contigo cuando estás en un sueño profundo (sin soñar)? ¿O si estuvieras en coma? ¿Dejas temporalmente de «existir» o de «ser tú mismo» porque no estás pensando activamente? ¿Define tu conciencia todo lo que eres?
6. Sentidos y pensamiento
Un punto clave es cuando Descartes dice que «sentir» (la experiencia interna de «me parece ver luz», «me parece oír ruido») es en realidad una forma de «pensar» y es 100% cierto (aunque la luz o el ruido externos sean falsos).
- Pregunta para debatir: ¿Significa esto que tus sentimientos y experiencias subjetivas son más «reales» que el mundo objetivo que supuestamente las causa? ¿Dónde pondrías la línea entre lo que sientes y lo que es?
![]()


Deja una respuesta