Segundo Tratado del Gobierno Civil, de John Locke, explicado a los jóvenes

Segundo Tratado del Gobierno Civil (Traducción de Carlos Mellizo, Tecnos, 2006)

Capítulo 2. Del estado de naturaleza (Selección: Parágrafos 4, 6, 7 y 8)

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Para entender el poder político correctamente, y para deducirlo de lo que fue su origen, hemos de considerar cuál es su estado en que los hombres se hallan por naturaleza. Y es éste un estado de perfecta libertad para que cada uno ordene sus acciones y disponga de posesiones y personas como juzgue oportuno, dentro de los límites de la ley de naturaleza, sin pedir permiso ni depender de la voluntad de ningún otro hombre.


Es también un estado de igualdad, en el que todo poder y jurisdicción son recíprocos, y donde nadie los disfruta en mayor medida que los demás. Nada hay más evidente que el que criaturas de la misma especie y rango, nacidas todas ellas para disfrutar en conjunto las mismas ventajas naturales y para hacer uso de las mismas facultades, hayan de ser también iguales entre sí, sin subordinación o sujeción de unas a otras, a menos que el amo y señor de todas ellas, por alguna declaración manifiesta de su voluntad, ponga a una por encima de otra, y le confiera, mediante un evidente y claro nombramiento, un derecho indudable de dominio y de soberanía.

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Mas, aunque éste sea un estado de libertad; no es, sin embargo, un estado de licencia. Pues, aunque, en un estado así, el hombre tiene una incontrolable libertad de disponer de su propia persona o de sus posesiones, no tiene, sin embargo, la libertad de destruirse a sí mismo, ni tampoco a ninguna criatura de su posesión, excepto en el caso de que ello sea requerido por un fin más noble que el de su simple preservación. El estado de naturaleza tiene una ley de naturaleza que lo gobierna y que obliga a todos; y la razón, que es esa ley, enseña a toda la humanidad que quiera consultarla que, siendo todos los hombres iguales e independientes, ninguno debe dañar a otro en lo que atañe a su vida, salud, libertad o posesiones. Pues como los hombres son todos obra de un omnipotente e infinitamente sabio Hacedor, y todos siervos de un señor soberano enviado a este mundo por orden suya y para cumplir su encargo, todos son propiedad de quien los ha hecho, y han sido destinados a durar mientras a Él le plazca, y no a otro. Y así, habiendo sido todos los hombres dotados con las mismas facultades, y al participar todos de una naturaleza común, no puede suponerse que haya entre nosotros una subordinación que nos dé derecho a destruir al prójimo como si éste hubiese sido creado para nuestro uso, igual que ocurre con esas criaturas que son inferiores a nosotros. Por la misma razón que cada uno se ve obligado a preservarse a sí mismo y a no destruirse por propia voluntad, también se verá obligado a preservar al resto de la humanidad en la medida en que le sea posible, cuando su propia preservación no se ve amenazada por ello; y a menos que se trate de hacer justicia con quien haya cometido una ofensa, no podrá quitar la vida, ni entorpecerla, ni poner obstáculo a los medios que son necesarios para preservarla, atentando contra la libertad, la salud, los miembros o los bienes de otra persona.

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Y para que todos los hombres se abstengan de invadir los derechos de los otros y de dañarse mutuamente, y sea observada esa ley de naturaleza que mira por la paz y la preservación de toda la humanidad, los medios para poner en práctica esa ley les han sido dados a todos los hombres, de tal modo que cada uno tiene el derecho de castigar a los transgresores de dicha ley en la medida en que ésta sea violada. Pues la ley de naturaleza, igual que todas las demás leyes que afectan a los hombres en este mundo, sería vana si no hubiese nadie que, en el estado natural, tuviese el poder de ejecutar dicha ley protegiendo al inocente y poniendo coto al ofensor. Y si en el estado natural cualquier persona puede castigar a otra por el mal que ha hecho, todos pueden hacer lo mismo; pues en ese estado de perfecta igualdad en el que no hay superioridad ni jurisdicción de uno sobre otro, cualquier cosa que uno pueda hacer para que se cumpla esa ley será algo que todos los demás tendrán también el mismo derecho de hacerlo.

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Y así es como en el estado de naturaleza un hombre llega a tener poder sobre otro. Pero no se trata de un poder absoluto o arbitrario que permita a un hombre, cuando un criminal ha caído en sus manos, hacer con él lo que venga dictado por el acalorado apasionamiento o la limitada extravagancia de su propia voluntad, sino únicamente castigarlo según los dictados de la serena razón y de la conciencia, asignándole penas que sean proporcionales a la transgresión y que sirvan para que el criminal repare el daño que ha hecho y se abstenga de recaer en su ofensa. Pues éstas son las dos únicas razones que permiten a un hombre dañar legalmente a otro, es decir, castigarlo. Al transgredir la ley de naturaleza, el que realiza una ofensa está declarando que vive guiándose por reglas diferentes de las que manda la razón y la equidad común, las cuales son las normas que Dios ha establecido para regular las acciones de los hombres en beneficio de su seguridad mutua. Y así, el transgresor es un peligro para la humanidad; pues las ataduras que impedían a los hombres herirse y hacerse violencia unos a otros han sido por él cortadas y rotas. Lo cual, al constituir una transgresión contra toda la especie y contra la paz y seguridad que estaban garantizadas por la ley de naturaleza, permitirá que cada hombre, en virtud del derecho que tiene de preservar al género humano en general, pueda contener o, si es necesario, destruir aquellas cosas que le sean nocivas, y castigar así a quien haya transgredido esa ley haciendo de este modo que se arrepienta de haberlo hecho. Y, mediante este procedimiento, lograr que el delincuente se abstenga de volver a cometer el mismo delito, y disuadir con el ejemplo a otros para que tampoco lo cometan. Y en este caso y con base en este fundamento, cada hombre tiene el derecho de castigar al que comete una ofensa, y de ser ejecutor de la ley de naturaleza.

Capítulo 3. Del estado de guerra. (Selección: Parágrafos 16, 17, 20 y 21)

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El estado de guerra es un estado de enemistad y destrucción; y, por lo tanto, cuando se declara mediante palabras o acciones, no como resultado de un impulso apasionado y momentáneo, sino con una premeditada y establecida intención contra la vida de otro hombre, pone a éste en un estado de guerra contra quien ha declarado dicha intención. Y de este modo expone su vida al riesgo de que sea tomada por aquél o por cualquier otro que se le una en su defensa y haga con él causa común en el combate. Pues es razonable y justo que yo tenga el derecho de destruir a quien amenaza con destruirme a mí. En virtud de la ley fundamental de naturaleza, un hombre debe conservarse a sí mismo hasta donde le resulte posible; y si todos no pueden ser preservados, la salvación del inocente ha de tener preferencia. Y un hombre puede destruir a otro que le hace la guerra, o a aquel en quien ha descubierto una enemistad contra él, por las mismas razones que puede matar a un lobo o a un león. Porque los hombres así no se guían por las normas de la ley común de la razón, no tienen más regla que la de la fuerza y la violencia. Y, por consiguiente, pueden ser tratados como si fuesen bestias de presa: esas criaturas peligrosas y dañinas que destruyen a todo aquel que cae en su poder.

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Y de aquí viene el que quien intenta poner a otro hombre bajo su poder absoluto se pone a sí mismo en una situación de guerra con él; pues esa intención ha de interpretarse como una declaración o señal del que quiere atentar contra su vida. Porque yo tengo razón cuando concluyo que aquel que quiere ponerme bajo su poder sin mi consentimiento podría utilizarme a su gusto en cuanto me tuviera, y podría asimismo destruirme en cuanto le viniese en gana. Pues nadie desearía tenerme bajo su poder absoluto, si no fuera para obligarme a hacer cosas que van contra mi voluntad, es decir, para hacer de mí un esclavo. Estar libre de esa coacción es lo único que puede asegurar mi conservación; y la razón me aconseja considerar a un hombre tal como a un enemigo de mi conservación, capaz de privarme de esa libertad que me protege. Aquel que, en el estado de naturaleza, arrebatase la libertad de algún otro que se encuentra en dicho estado debe ser considerado, necesariamente, como alguien que tiene la intención de arrebatarme todo lo demás, pues la libertad es el fundamento de todas las otras cosas. Del mismo modo, aquel que en el estado de sociedad arrebata la libertad que pertenece a los miembros de esa sociedad o Estado debe ser considerado como alguien que tiene la intención de apropiarse también de todo lo demás, y debe ser mirado igual que lo haríamos en un estado de guerra.

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Pero cuando la fuerza deja de ejercerse, cesa el estado de guerra entre quienes viven en sociedad; y ambos bandos están sujetos al justo arbitrio de la ley. Pues entonces queda abierto el recurso de buscar remedio para las injurias pasadas, y para prevenir daños futuros. Mas allí donde no hay lugar a apelaciones —como ocurre en el estado de guerra— por falta de leyes positivas y de jueces autorizados a quienes poder apelar, el estado de guerra continúa una vez que empieza; y el inocente tiene derecho de destruir al otro con todos los medios posibles, hasta que el agresor ofrezca la paz y desee la reconciliación en términos que puedan reparar el daño que ya ha hecho, y que den seguridades futuras al inocente. Es más: allí donde la posibilidad de apelar a la ley y a los jueces constituidos está abierta, pero el remedio es negado por culpa de una manifiesta perversión de la justicia y una obvia tergiversación de las leyes para proteger o dejar indemnes la violencia o las injurias cometidas por algunos hombres o por un grupo de hombres, es difícil imaginar otro estado que no sea el de guerra; pues siempre que se hace uso de la violencia o se comete una injuria, aunque estos delitos sean cometidos por manos de quienes han sido nombrados para administrar justicia; seguirán siendo violencia e injuria, por mucho que se disfracen con otros nombres, ilustres o con pretensiones o apariencias de leyes. Pues es el fin de las leyes proteger y restituir al inocente mediante una aplicación imparcial de las mismas, y tratando por igual a todos los que a ellas están sometidos. Siempre que no se hace algo bona fide, se está declarando la guerra a las víctimas de una acción así; y cuando los que sufren no tienen el recurso de apelar en la tierra a alguien que les dé la razón, el único remedio que les queda en casos de este tipo es apelar a los Cielos.

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Para evitar este estado de guerra —en el que sólo cabe apelar al Cielo, y que puede resultar de la menor disputa cuando no hay una autoridad que decida entre las partes en litigio — es por lo que, con gran razón, los hombres se ponen a sí mismos en un estado de sociedad y abandonan el estado de naturaleza. Porque allí donde hay una autoridad, un poder terrenal del que puede obtenerse reparación apelando a él, el estado de guerra queda eliminado y la controversia es decidida por dicho poder. […]

Explicación del texto

Explicar a Locke es fundamental para entender de dónde vienen muchas de las ideas que hoy damos por sentadas sobre la libertad, los derechos y el gobierno. Vamos a desglosar estos textos de una manera sencilla y directa, como si estuviéramos comentándolos en clase.

Imagina que Locke nos está proponiendo un experimento mental: «¿Cómo sería la vida si no existieran los gobiernos, ni la policía, ni las leyes?». Ese es su punto de partida.

Parte 1: El punto de partida – El estado de naturaleza (capítulo 2)

Locke no piensa que un mundo sin gobierno sería un caos total y salvaje (como pensaba otro filósofo, Hobbes). Para él, sería un estado con sus propias reglas, basadas en la razón.

Parágrafo 4: Libres e iguales por naturaleza

  • Texto de Locke. un estado de perfecta libertad para que cada uno ordene sus acciones y disponga de posesiones y personas como juzgue oportuno, dentro de los límites de la ley de naturaleza… Es también un estado de igualdad, en el que todo poder y jurisdicción son recíprocos…
  • Explicación sencilla: Imagina que tú y tus amigos estáis en una isla desierta. No hay nadie que mande. Según Locke, en esa situación (el «estado de naturaleza»), seríais:
    1. Perfectamente libres. Podríais hacer lo que quisierais con vuestro tiempo, vuestro cuerpo y vuestras cosas, siempre y cuando no violéis la ley más básica de la naturaleza (que veremos en un momento). Nadie tiene que pedir permiso a nadie.
    2. Totalmente iguales. Nadie es el jefe por nacimiento. No hay reyes ni súbditos. Todos tenéis el mismo poder y la misma autoridad. El poder es «recíproco», es decir, el poder que tú tienes sobre los demás es el mismo que ellos tienen sobre ti: ninguno.
    En resumen: Para Locke, el estado natural del ser humano es la libertad y la igualdad. Es nuestro «ajuste de fábrica».

Parágrafo 6: Libertad no es «hacer lo que te dé la gana»

  • Texto de Locke: Mas, aunque éste sea un estado de libertad; no es, sin embargo, un estado de licencia… El estado de naturaleza tiene una ley de naturaleza que lo gobierna… y la razón, que es esa ley, enseña… que, siendo todos los hombres iguales e independientes, ninguno debe dañar a otro en lo que atañe a su vida, salud, libertad o posesiones.
  • Explicación sencilla: Aquí Locke hace una distinción clave: Libertad ≠ libertinaje.
    • Libertad: Poder actuar como quieras dentro de unas reglas.
    • Libertinaje: Poder actuar como quieras sin ninguna regla.
    En la isla desierta, aunque eres libre, no tienes derecho a matar a tus amigos, robarles su comida o esclavizarlos. ¿Por qué? Porque existe una «ley de naturaleza», y esa ley es la razón. La razón nos dice algo muy simple: si todos somos iguales y fuimos creados por el mismo «Hacedor» (Dios, para Locke), entonces nadie tiene derecho a dañar a otro en su vida, salud, libertad o propiedades. Estos son los que más tarde se conocerán como los derechos naturales. Así como tú tienes el deber de protegerte a ti mismo, también tienes el deber de no fastidiar al resto, siempre que tu propia supervivencia no esté en juego.
  • En resumen: Tu libertad termina donde empieza la de los demás. La razón nos impone un límite moral.

Tu libertad termina donde empieza la de los demás. La razón nos impone un límite moral

Parágrafos 7 y 8: ¿Y si alguien se salta la ley? El derecho a castigar

  • Texto de Locke: …cada uno tiene el derecho de castigar a los transgresores de dicha ley… Y así es como en el estado de naturaleza un hombre llega a tener poder sobre otro… únicamente castigarlo según los dictados de la serena razón y de la conciencia, asignándole penas que sean proporcionales a la transgresión…
  • Explicación sencilla: Vale, todos debemos respetar la ley de la razón, pero ¿qué pasa si alguien en la isla decide robar o atacar a otro? ¿Quién se encarga de hacer justicia si no hay policía ni jueces? Locke responde: TODOS. En el estado de naturaleza, todo el mundo tiene el derecho y el deber de hacer cumplir la ley natural. Si alguien rompe esa ley, se convierte en un peligro para todos, y cualquiera puede «ejecutar la ley», es decir, castigarlo. Pero este poder no es absoluto ni vengativo. No puedes torturar a alguien por robarte un coco. El castigo debe seguir dos principios racionales:
    1. Reparación: Que el culpable compense el daño que ha hecho.
    2. Disuasión: Que el castigo sirva de ejemplo para que ni él ni otros vuelvan a hacerlo.
    El problema: ¿Te das cuenta del lío que esto puede suponer? Si cada uno es juez y verdugo, es muy fácil que los castigos no sean justos, que la gente se mueva por la venganza y que los conflictos se hagan cada vez más grandes. Y esto nos lleva directamente a la siguiente parte.

Parte 2: Cuando las cosas se tuercen – El estado de guerra (capítulo 3)

Locke describe el «estado de guerra» no como una batalla constante, sino como una situación específica que puede ocurrir tanto en el estado de naturaleza como dentro de una sociedad.

Parágrafos 16 y 17: ¿Qué es el estado de guerra?

  • Texto de Locke: El estado de guerra es un estado de enemistad y destrucción… cuando se declara mediante palabras o acciones… una premeditada y establecida intención contra la vida de otro hombre… quien intenta poner a otro hombre bajo su poder absoluto se pone a sí mismo en una situación de guerra con él.
  • Explicación sencilla: Entras en «estado de guerra» cuando alguien, de forma premeditada, intenta:
    1. Matarte. Es obvio. Si alguien intenta acabar contigo, tienes todo el derecho a defenderte, incluso matándolo a él. Locke dice que esa persona ha abandonado la razón y actúa como una «bestia de presa» (un lobo o un león), por lo que puedes tratarlo como tal.
    2. Ponerte bajo su poder absoluto (esclavizarte). Esto es muy importante. Para Locke, si alguien intenta quitarte tu libertad y someterte a su voluntad, es como si intentara matarte. ¿Por qué? Porque si alguien tiene poder absoluto sobre ti, puede hacer lo que quiera, incluso matarte cuando le apetezca. Tu libertad es la base de tu seguridad. Por tanto, tienes derecho a defenderte de un posible esclavizador como si te estuviera atacando directamente.
    En resumen: El estado de guerra es cualquier intento intencionado de violar los derechos naturales de otra persona, especialmente su vida o su libertad.

Parágrafos 20 y 21: La gran solución: El gobierno

  • Texto de Locke: Para evitar este estado de guerra… es por lo que, con gran razón, los hombres se ponen a sí mismos en un estado de sociedad y abandonan el estado de naturaleza. Porque allí donde hay una autoridad, un poder terrenal del que puede obtenerse reparación apelando a él, el estado de guerra queda eliminado.
  • Explicación sencilla: Aquí está la clave de todo el pensamiento de Locke.El gran problema del estado de naturaleza es que, cuando empieza un conflicto (un estado de guerra), no hay a quién acudir. No hay un juez imparcial. La única opción es «apelar a los Cielos», una forma de decir «que gane el más fuerte» o «que la suerte decida». Un pequeño conflicto puede convertirse en una guerra sin fin.Incluso dentro de una sociedad, si la justicia es corrupta y los jueces no protegen al inocente, también estás en un estado de guerra contra ese sistema injusto.¿Cuál es la solución? Para evitar este peligro, la gente decide abandonar el estado de naturaleza y crear una sociedad civil, un gobierno.Al hacerlo, cedemos nuestro derecho individual a castigar a los infractores y se lo entregamos a un poder común (jueces, leyes, policía). Creamos un «árbitro» neutral que decide en las disputas. El propósito fundamental de un gobierno es, precisamente, proteger nuestros derechos naturales (vida, libertad, propiedad) y evitar el estado de guerra, ofreciendo un lugar al que apelar cuando sufrimos una injusticia.

En resumen: Las ideas clave que debes recordar

  1. Estado de Naturaleza: No es un caos, sino un estado de libertad e igualdad, gobernado por la razón.
  2. Ley Natural: La razón nos enseña que no debemos dañar la vida, libertad o propiedad de los demás.
  3. El Problema: En el estado de naturaleza, todos son jueces, lo que puede llevar a conflictos y venganzas sin fin.
  4. Estado de Guerra: Se produce cuando alguien intenta matar o esclavizar a otra persona, rompiendo la ley de la razón.
  5. La Solución (El Contrato Social): Para evitar el estado de guerra, las personas acuerdan crear un gobierno cuyo fin principal es ser un juez imparcial que proteja los derechos de todos.

La idea de Locke es revolucionaria: el gobierno no es un poder absoluto que nos domina, sino un instrumento que creamos para nuestra propia seguridad y para proteger las libertades que ya teníamos por naturaleza.

Preguntas para el debate

Un debate es la mejor manera de exprimir las ideas de Locke. Aquí tienes una serie de preguntas, organizadas por temas, para encender una buena discusión en clase. Están diseñadas para ir de lo más teórico a lo más práctico y actual.

Tema 1: El estado de naturaleza y la razón humana

  1. ¿Optimista o Realista? Locke describe el estado de naturaleza como un lugar de paz y razón, siempre que la gente siga la «ley natural». ¿Es esta una visión demasiado optimista de la naturaleza humana? Sin leyes ni policía, ¿nos comportaríamos racionalmente o tenderíamos más al caos y al egoísmo, como pensaba Hobbes?
  2. La fuente de los derechos. Locke basa la igualdad y los derechos naturales en que todos somos «obra de un omnipotente e infinitamente sabio Hacedor» (Dios). Si eliminamos la idea de Dios del argumento, ¿se sostiene la idea de que todos los seres humanos tienen derechos naturales inherentes? ¿De dónde vendrían esos derechos si no es de un creador?
  3. ¿Es Universal la Razón? La «ley de naturaleza» de Locke es la razón. Pero, ¿la razón nos dice lo mismo a todos? ¿Puede que lo que una persona considera un castigo «racional y proporcionado» a otra le parezca una venganza cruel? ¿Cómo se resuelven los desacuerdos si la razón de cada uno es su única guía?

Tema 2: Justicia, castigo y límites

  1. El derecho a castigar: En el estado de naturaleza, todos tienen el derecho de castigar al que rompe la ley. ¿Existen situaciones en nuestra sociedad actual donde un ciudadano tendría la justificación moral para «tomarse la justicia por su mano»? Pensemos en casos de defensa propia, en comunidades que se organizan contra criminales (vigilantismo) o en países con sistemas de justicia corruptos.
  2. Libertad vs. libertinaje hoy: Locke distingue claramente entre «libertad» (actuar dentro de la ley natural) y «licencia» o «libertinaje» (hacer lo que te dé la gana). ¿Dónde trazamos esa línea hoy en día? Por ejemplo, en el debate sobre la libertad de expresión, ¿dónde termina la libertad y empieza el discurso de odio que «daña» a otros?
  3. El propósito del castigo. Locke dice que el castigo solo tiene dos fines: la reparación del daño y la disuasión (evitar que vuelva a ocurrir). ¿Creéis que nuestro sistema de justicia actual (cárceles, multas, etc.) se basa en estos dos principios? ¿O hemos añadido un tercer elemento de simple venganza o retribución («el que la hace, la paga»)?

Tema 3: El gobierno, la guerra y la sociedad moderna

  1. El «estado de guerra» moderno. Locke afirma que intentar poner a alguien bajo un «poder absoluto» es una declaración de guerra. ¿Podemos aplicar esta idea a situaciones actuales? Por ejemplo:
    • ¿Un gobierno que vigila masivamente a sus ciudadanos sin control judicial está en «estado de guerra» con ellos?
    • En el ámbito digital, ¿las grandes empresas tecnológicas que usan nuestros datos para manipular nuestro comportamiento ejercen una forma de «poder absoluto»?
  2. Cuando el juez es corrupto. Según Locke, el estado de guerra también existe cuando la justicia de un país está «pervertida» para proteger a los culpables. ¿Qué ejemplos históricos o actuales se os ocurren? ¿Qué opciones le quedan a la gente cuando el sistema que debería protegerla se convierte en su agresor?
  3. ¿Para qué sirve el gobierno? Locke es claro: la gente crea gobiernos para evitar el estado de guerra y tener un juez imparcial que proteja sus derechos (vida, libertad, propiedad). ¿Sigue siendo esta la función principal de nuestros gobiernos hoy? ¿O han asumido otras funciones más importantes? ¿En qué medida cumplen bien esa función original?

Pregunta final de síntesis:

  1. El derecho a la rebelión. Si el fin de la sociedad es abandonar el estado de naturaleza para proteger nuestros derechos, ¿qué ocurre cuando el propio gobierno es quien viola esos derechos de forma sistemática? Aunque no está en estos fragmentos, todo el argumento de Locke conduce a una idea radical: ¿está justificando con su teoría el derecho del pueblo a desobedecer e incluso a derrocar a un gobierno tiránico? ¿Por qué?

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