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Acompañamiento filosófico. Un ejercicio vital hacia el autoconocimiento

Ya va siendo hora de que los asesores filosóficos —o, mejor dicho, los filósofos asesores puesto que son filósofos que asesoran y no asesores que filosofan— sean considerados profesionalmente en España, disfruten de su propia y exclusiva colegiatura y se les permita pagar sus obligaciones fiscales a una Agencia Tributaria en la que exista un epígrafe concreto para ellos y no uno general como se viene haciendo hasta ahora. Además, esta función estaría eximida del pago del IVA, como toda actividad relacionada con la educación, porque el filósofo educa en la comprensión y elaboración de pensamientos con el fin de aliviar ciertos problemas y resolver conflictos.

Mientras estos incómodos y tediosos trámites burocráticos van concretándose ya existe una amplia bibliografía internacional a la que se suman importantes autores españoles —José Barrientos, Mónica Caballé y el tristemente fallecido Luis Cencillo, entre otros— en la que se fundamenta la importancia social del asesoramiento filosófico. El último gran libro que se suma al listado es Acompañamiento filosófico, de Nacho Bañeras, que acaba de publicar la editorial Comanegra.

Bañeras entiende la asesoría filosófica como un acompañamiento más que como un simple ejercicio de interrogantes y respuestas ad infinitum. De este modo el acompañante profesional debe ser especialista en resolver conflictos y es que, según el autor, se precisa sustituir la noción de «trastorno psíquico» por la de «conflicto», ya que permite politizar y señalar la tarea necesaria de responsabilizarnos de nuestro propio malestar (p. 85).

Estoy de acuerdo con la noción de «acompañamiento» que propone Bañeras, sin embargo discrepo en cuanto a su concepción de la asesoría filosófica como una terapia en vez de, sencillamente, un acto educativo. Con esta discrepancia me aproximo más a la forma de concebir el asesoramiento filosófico que hace la American Philosophical Practitioners Association, partidaria de la firme separación entre psicología y filosofía, frente a la de Bañeras, quien creo que es más afín (él lo podrá desmentir si yerro) con la National Philosophical Counseling Association que considera que la filosofía, la psicología y otras profesiones del ámbito sanitario deben ir unidas en el tratamiento, lo cual tiene más que ver con la terapia médica que con la cura filosófica sensu stricto. Obviamente, en sentido amplio se podría entender toda educación como terapia, pero no es el caso.

Por otro lado, sería comprensible que acusaran de intrusismo profesional al filósofo asesor que se adentrara en cuestiones de sanidad mental así que debe quedar claro que el filósofo educa para aliviar y no alivia para sanar. Es así que la depresión, por ejemplo, no la cura un filósofo pero sí la puede  amortiguar en su fase de incubación; y la ansiedad, y el estrés, y algunos pensamientos obsesivos que dificultan la tranquilidad del ánimo. Porque los filósofos asesores creen que aferrarse a un buen pensamiento en el momento justo es el mejor escudo contra ciertos agentes nocivos que se empeñan en poblar nuestras mentes. Eso sí, al menor síntoma de agravamiento es preciso recomendar a un psicólogo o psiquiatra.

A pesar de esta diferencia en el modo de afrontar el asesoramiento filosófico es mucho lo que comparto con Bañeras. Por ejemplo, comparto la importancia de la escucha activa (No solemos dedicar un tiempo a escucharnos de manera profunda, visualizando el alcance de nuestros reflejos o integrando sus consecuencias, p.31); de la sabiduría como desvelo del sí mismo (Una vida sabia o culta, arada, nada tiene que ver con hacinar conocimientos, sino con cierto ejercicio que consiste en preparar y encaminarse hacia el desvelo de uno mismo, p. 30); de la importancia de las ideas propias en el bienestar (Denunciar aquel conjunto de ideas con las que creemos ser algo o alguien. (p. 67); de lo crucial que es la toma de conciencia de lo que somos (La tarea del filósofo y, por ende, la del acompañante filosófico, debe consistir en invocar, provocar y buscar el tipo de experiencias a través de las cuales pueda aparecer la toma de conciencia, a saber, el poder desvelar a través de una mirada más prístina, p 149). Etc.

Bien es cierto que siempre entendí el asesoramiento filosófico como un diálogo entre dos personas —o más, si es que se tratara de una sesión grupal— pero la propuesta de Bañeras de acompañar me convence y es algo que debo integrar en mis escarceos dentro del mundo de la consultoría filosófica. Esta noción se resume bien en las siguientes líneas:

El acompañamiento filosófico es el viaje que realizan dos o más personas, a través del cual y mediante la relación interpersonal, determinada actitud y un conjunto de técnicas (las ascéticas) profundizan en sus propias miradas, cosmovisiones y filosofías, desvelando la aparente naturalidad de su existencia y acercándose a un sentir prístino, abisal, con el que poder recorrer un sendero que, partiendo de la experiencia, quiere acercarse a la verdad de la que somos portadores (p. 32).

Con el acompañamiento filosófico o, en general, con la filosofía no queremos suprimir o eliminar el dolor. No creemos que sea posible. Sí que se puede, en cambio, acompañar a través de él (…). El sufrimiento es un añadido al dolor de otra naturaleza y se origina por la ruptura de un mundo. (p. 106)

Es así que el acompañamiento (no el mero interrogar o escuchar) es la base para desvelar, pensar y cuidar al interlocutor que plantee un conflicto y, de este modo, aclarar el dibujo de lo que somos a través de cómo vivimos nuestra cotidianidad (p. 62).

No olvidemos tampoco que el fiel amigo del filósofo asesor son los textos clásicos del pensamiento porque en ellos se encuentra la sabiduría que pueda ayudar a sobrellevar momentos complicados de la vida. Dado que no todos pueden disfrutarlos por su complejidad, falta de tiempo o de concentración, son filósofos como Bañeras quienes los acercan significativamente para que sus palabras tengan una incidencia positiva en la vida del consultante. A modo de ejemplo, saboree este delicioso texto de Epicteto que recoge Bañeras:

Vacío es el argumento del filósofo que no permite curar ningún sufrimiento humano, pues de la misma manera que no sirve un arte médico que no erradique la enfermedad de los cuerpos, tampoco hay ninguna utilidad en la filosofía si no erradica el sufrimiento del alma.

En definitiva, le animo a dar una oportunidad a la consultoría filosófica de la mano del libro Acompañamiento filosófico porque es más que probable que encuentre ideas que se ajusten a estos momentos, difíciles o no, por los que usted está atravesando en la vida. Y, si le convence, no dude en acudir a algún filósofo asesor; puede que le aporte un ingrediente positivo a la existencia de usted.

Por Rafael Robles

Me llamo Rafael Robles y en esta web comparto mis experiencias docentes en varios países (Irán, República Dominicana, Haití, China, Estados Unidos, España y República Checa) y reflexiones sobre filosofía y el mundo educativo.

Una respuesta a «Acompañamiento filosófico. Un ejercicio vital hacia el autoconocimiento»

Hola
Me ha gustado mucho la nota. Estoy con muchas ganas de estudiar la carrera de filosofía, pero a efectos tributarios cómo es tenida en cuenta la profesión de asesor o acompañante filosófico? gracias!

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