Andaba preparando las clases para el tercer trimestre, concretamente sobre el filósofo Inmanuel Kant, cuando cayó en mis manos una edición del año 1932 de Lo bello y lo sublime (que leí hace tiempo como si fuera un panfleto cómico y que ustedes pueden descargar aquí) que termina con unas curiosas, ¿enigmáticas?, palabras sobre la educación:
Sólo es de desear que el falso brillo, tan facilmente engañador, no nos aleje de un modo insensible de la noble sencillez y, sobre todo, que el secreto, aun oculto, de la educación consiga ser substraído a los antiguos errores para elevar temprano el sentimiento moral en el pecho de todo joven ciudadano a una sensibilidad activa, de suerte que toda la delicadeza espiritual no vaya a parar en el placer fugitivo y ocioso de juzgar con mejor o peor gusto lo que acontece fuera de nosotros.
Estas letras no tendrían nada de malo si en páginas anteriores no hubiera dicho barbaridades sobre las mujeres y los negros como las que muestro a continuación. En fin, me limitaré a enseñar a mis estudiantes la teoría del conocimiento de Kant, eso sí, desde la perspectiva biológica que es más significativa y racional.
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