Lengua de Trapo acaba de publicar Irak, Afganistán e Irán, de Nazanín Amirian y Marta Zein.
Es un libro que hay que leer antes de opinar sobre cualquier asunto de política internacional porque no se puede estar a favor o en contra de las medidas tomadas por Occidente en Oriente Próximo sin haber leído antes las 40 respuestas a las preguntas fundamentales sobre el conflicto que está determinando, para mal, el discurrir del mundo.
La cita de Hermann Goering con la que empieza la obra es ya indicativa de lo que vamos a leer: «Siempre hay que llevar a la gente a hacer lo que quieren los dirigentes. Es fácil. Todo lo que tienes que hacer es decirles que están siendo atacados y denunciar a los pacifistas por falta de patriotismo y por exponer al país al peligro. Funciona del mismo modo en todos los países».
Algunas de las preguntas a las que responde la obra son: ¿Cuáles son las razones verdaderas que esgrimieron EE UU y sus aliados a la hora de invadir Irak el 20 de marzo de 2003? ¿Cuál era el objetivo real de EE UU y la ONU con el embargo económico? ¿Con qué fin creó EE UU el tándem Al Qaeda-talibán? ¿Pero tiene Irán realmente capacidad para fabricar una bomba nuclear?
Como siempre les dejo con algunas perlas que vayan abriendo el apetito por el triste aunque apasionante tema de la política y la guerra en Oriente Próximo:
Con el Irangate lo que Reagan estaba cumpliendo era con el acuerdo que había suscrito con las autoridades de Irán en víspera de las elecciones presidenciales que le llevaron al frente de la Casa Blanca: que el gobierno iraní no liberaría a los rehenes de la embajada de EE UU en teherán antes de que se realizaran los comicios, con el fin de desprestigiar al candidato demócrato Jimmy Carter. A cambio, si salían ganadores, los republicanos les venderían las armas que necesitaran para terminar la contienda con Irak… Tal y como el gabinete de Reagan calculó, el destino de los rehenes de la embajada de EE UU en Teherán liquidó la carrera política del presidente Carter, que de otro modo podría haber repetido al frente de la Casa Blanca. Los rehenes eran liberados el mismo día que la Presidencia pasó a manos de Carter a Reagan. (p 38).
La entrada del petróleo iraquí en el mercado mundial provocaría una caída importante de su precio y de sus ingresos, en prejuicio de las empresas petroleras norteamericanas, de modo que había que evitar a toda costa que se llegara a esta situación. (p 67).
Los servicios secretos judíos han instalado artefactos ultramodernos para espiar a los ayatolás, han entrenado a unos cincuenta mil peshmerga (milicia kurda) para luchar contra la resistencia en Irak y les han formado en tareas de espionaje para que las desarrollen en Irán antes de la posible intervención en ese país. (p 82).
Saddam Husein, uno de los mandatarios más pdoerosos de toda la región, fue encontrado en un agujero, solo, despeinado, como si fuera un vagabundo, ni tan siquiera con teléfono móvil. ¡Y los norteamericanos insistían en que él desde su zulo y en aquellas condiciones dirigía la temible Resistencia! (p 92).
A los talibanes, esos «seminaristas islamistas» de las escuelas religiosas, se adhirieron jóvenes y adolescentes de los orfanatos de Pakistán. (NOTA: Dato interesante que en parte explica su agresivo comportamiento y su odio hacia las mujeres. aquellos niños, que luego fueron parte de las milicias, nunca habían conocido el cariño y abrazos de una mujer: madre, hermana o abuela. (p 112).
Al frente de Afganistán se colocara a Hamid Karzai, un ex consultor del holding petrolero Unocal, compañero de trabajo de Condoleezza Rice en Asia central, amigo personal de la familia Bush, ex agente de la CIA en la época de William Casey, que incluso había llegado a ser candidato de los talibanes para ocupar un sillón de la ONU. (p 123).
Mientras la AIEA y la «comunidad internacional» acosan a Irán, no se preocupan por las aramas nucleares secretas e «ilegales» de Israel, Pakistán y la India, países violadores de facto del Tratado de No Proliferación Nuclear y que nuca han admitido ninguna investigación en sus instalaciones. (p 199).
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