The Economist es la mejor revista europea sobre política. De hecho se recibe en casi todas las embajadas, ministerios, instituciones públicas y universidades del mundo, por lo que su influencia es muy relevante.
Acostumbro a leerla cada semana en Internet, a través de su lector gratuito de feeds, lo que ayuda sobremanera a entender un poquito mejor el mundo que nos rodea, aunque sus análisis sigan más bien una línea extremadamente conservadora.
Este aire conservador se detecta a primera vista al leer el artículo principal de esta semana titulado «The riddle of Iran» («La adivinanza de Irán»), donde se acusa a los líderes iraníes de «perseguir la proliferación nuclear para rejuvenecer su cansada revolución» planteando tres posibles desenlaces de la situación, dignos del mejor de los escritores de ciencia ficción:
1. Que Irán se haga con la bomba nuclear y se enfrente «cara a cara» con Israel, trayendo miseria a la región.
2. Que Estados Unidos o Israel ataquen a Irán «preventivamente» evitando que se hagan con la bomba.
3. Que EE.UU o Israel ataquen a Irán pero no impidan que se hagan con la bomba.
Cada vez soy más escéptico sobre las verdaderas intenciones de Occidente al acusar a Irán de querer tener una bomba nuclear. Hay mucho de «politiqueo» de por medio, como ya dijimos en alguna ocasión. Sin embargo, no hay que desdeñar las palabras de Aristóteles cuando critica al gobierno espartano en La política (1271b). Quizá sea esta la solución a la adivinanza que propone la revista inglesa:
Toda la construcción de sus leyes está orientada hacia una parte de la virtud, la guerrera. Porque ésa es la útil para la victoria. Consecuentemente los laucedemonios se mantuvieron bien mientras hicieron la guerra, pero se arruinaron al alcanzar el poder, porque no sabían gozar de la paz ni habían practicado otro ejercicio superior a la disciplina del guerrero.
Quien quiera entender que entienda.
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