El aumento de la población mundial despierta el pánico en las sociedades más desarrolladas y su proyección a corto plazo incita el ingenio creativo de las mentes más calenturientas, morbosas y despiertas de la intelectualidad: Huxley, Wells, Bradbury, Raspail, Houellebecq, etc., todos ellos pesimistas futurólogos que convierten la utopía en su contrario: la distopía.
Andreu Domingo Valls acaba de ser finalista del XXXVI Premio Anagrama de Ensayo haciendo una hermenéutica sobre lo que otros narran acerca del peor de los mundos posibles centrándose en el aumento de la población como razón principal para los desequilibrios, la inestabilidad y la catástrofe de la humanidad. No deja de ser un capítulo más de la eterna discusión de la humanidad desde la caída del Imperio romano: ¡el nuevo orden mundial!
Hay una película reciente que ha pasado desapercibida por su contenido políticamente incorrecto cuyo carácter distópico es muy apropiado para este posteo; se trata de «Idiocracia» y plantea que la sociedad es cada vez más incompetente y que dentro de 500 años seremos absolutamente idiotas (ya saben, la idiocracia es el gobierno de los idiotas). No se pierdan algunas escenas:
Ahí van algunas perlas del libro:
Un mundo feliz puede ser leído a la vez, pues, como una denuncia contra el gobierno totalitario basado en la ciencia y la tecnología, y como un alegato contra la insoportable felicidad que rezuma el futuro e ideal Estado eugenésico vislumbrado en la obra de Wells. (p 45).
La promiscuidad sexual también contribuye, alentada por el Estado, como medida de higiene mental. (p 47).
El silenciamiento de la muerte y la progresiva desaparición de los ritos como el duelo y el declive de la solemnidad funeral que la organizaban, que ha caracterizado el siglo XX, y que el historiador Philippe Ariès denominó «la inversión de la muerte», puede considerarse hasta cierto punto el epítome dela medicalización que acompañó el surgimiento del biopoder, en su lucha por la salud y la vida, ese proyecto utópico que acompañó el desarrollo de la medicina. (p 138).
Es un mundo crepuscular, un mundo donde las mujeres ya no buscan el refugio entre los brazos de los hombres, reducidos ellos también al estatuto de objeto sexual. (p 308).
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