El presidente de la República Checa, Vaclav Klaus (gracias Alicia), es uno de los pocos líderes mundiales que niegan el cambio climático y es, además, un euroescéptico (por eso no usan el euro cuando Eslovaquia, su país hermano que se incorporó a la Unión Europe a la vez, lo tendrá a partir del 1 enero de 2009).
Es también un liberal a ultranza, con lo que los profesores de la enseñanza pública, que cobran gracias a los impuestos, ven una remuneración escasa para el importante trabajo que desempeñan. Además a su gobierno se le ocurrió la idea de que los docentes cumplieran de facto con el horario legal de estancia en el instituto, ocho horas y media al día, pero los sindicatos se le echaron encima. Es como si en España Zapatero intentara que los profesores entraran todos los días a las 8:30 y salieran a las 14:30 para cumplir con sus 6 horas preceptivas de permanencia en el centro. (Detecten el sarcasmo en esta afirmación).
Los políticos ultraliberales deberían entender que son los profesores quienes fabrican y ensamblan la fuerza trabajadora, enseñan a poner sonrisas para servir hamburguesas, incentivan la disciplina, la obediencia y todos los valores que hacen que el mercado capitalista funcione. (Vean también el sarcasmo, no me acusen de nada en sus comentarios).
Sospecho, aunque no conozco a fondo la política de este país (perdonen mi osadía de ignorante), que tantos años de sufrimiento con los comunistas ha llevado a la población a votar líderes del otro extremo. Aunque en el medio está la virtud (Aristóteles) sigue ganado Hegel (tesis, antítesis, síntesis, tesis, antítesis, síntesis, tesis, antítesis, sínt….)
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