Hace tanto frío en Brno -aunque mis alumnos insistan en que lo peor está por llegar- que es necesario llevar por las calles un calzado compatible con la desafiante sensación térmica. Sin embargo, cuando se está en el instituto las calderas funcionan a pleno rendimiento y los robustos zapatos, botas y botines llegan a incomodar, así que los estudiantes los depositan en sus taquillas para cambiarlos por otros más cómodos, muchos de ellos tremendamente vistosos y simpáticos, como las atigresadas pantuflas que ven en la imagen.
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